El festival Lollapalooza Argentina 2025, que tuvo lugar en el Hipódromo de San Isidro, se convirtió en el escenario de una intensa polémica tras la actuación de la banda Dum Chica. Durante su show, el trío proyectó una imagen del presidente Javier Milei representado de manera grotesca, con cuernos y sangre en la boca, lo que provocó una reacción inmediata entre los asistentes y en las redes sociales.

La proyección, que fue vista por miles de personas, generó un debate acalorado sobre el uso de símbolos políticos en eventos masivos. Muchos espectadores interpretaron la imagen como una crítica directa a la figura del presidente, mientras que otros defendieron la libertad de expresión artística de la banda.

La controversia no tardó en escalar, y Dum Chica se vio obligada a emitir un comunicado para aclarar la situación. En su declaración, la banda dejó en claro que “ni la productora, ni el festival, ni los sponsors del evento tenían conocimiento alguno del contenido” proyectado. Además, enfatizaron que ellas son “las únicas responsables del mensaje presentado”, intentando así desvincularse de cualquier posible repercusión negativa que pudiera afectar a los organizadores del festival.

Este incidente ha reabierto el debate sobre la responsabilidad de los artistas en la representación de figuras políticas y el impacto que sus mensajes pueden tener en el público. Mientras algunos aplauden la valentía de Dum Chica por expresar su opinión en un contexto tan visible, otros critican la falta de sensibilidad en un evento que debería ser un espacio de celebración y música.

Las redes sociales se inundaron de comentarios, desde quienes apoyan la postura de la banda hasta aquellos que consideran que este tipo de representaciones pueden polarizar aún más a la sociedad. La imagen de Milei, ya controvertida por su estilo y políticas, se convierte así en un símbolo de la división política que atraviesa Argentina en estos tiempos.

Este episodio en Lollapalooza no solo resalta la influencia de la música y el arte en la política, sino también la necesidad de un diálogo más profundo sobre cómo se manifiestan y se perciben estas expresiones en un país que sigue lidiando con sus diferencias. A medida que el debate continúa, queda por ver cómo afectará este tipo de manifestaciones a la relación entre artistas y su público, así como al clima político en Argentina.

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