Por Jorge Sánchez

La innovación más importante del proyecto político que lidera el Presidente Milei es haber introducido el modelo de franquicias en la competencia electoral argentina. Ello permitió escalar su marca política rápidamente en todo el país y financiar el esfuerzo proselitista que lo llevó a la presidencia. Lo hizo al costo de la representación social, cuya decrepitud hay que aclarar le es anterior.

No debe sorprender la obscena selección de candidatos durante este año, la preservación de los riesgos asociados a la corrupción ni la distancia entre sus promesas de campaña y la política económica que su administración exhiben. De retórica estridente, el modelo de construcción de poder político sacrifica la representación social genuina. No se diferencia finalmente de las anteriores administraciones. Su éxito en 2023 se explica por el electorado huyendo del oportunismo disfrazado de progresista. No por la consolidación del ideario liberal en la consideración pública. De hecho fue reducido a instrumento retórico.

Todo lo anterior no obsta que estemos en presencia de una transición relevante del sistema político. Pero reconfigurarlo será más extendido en el tiempo de lo que esperamos. Desconoce nuestras urgencias y será más oneroso de lo que imaginamos. Se trata de un proceso colectivo, no de alguna parcialidad imponiéndose como habitualmente estamos inducidos a pensar. En tal caso, las oposciones, radicalizaciones y beligerancias son contribuyentes del proceso final y de su resultado para el conjunto.

Nuestros partidos políticos operan casi exclusivamente como vehículos de aspiraciones personales. Han perdido su capacidad para organizar el debate social. Con ello, la de representación genuina de la ciudadanía. Varias razones lo explican. Desde su dinámica de funcionamiento a partir de 1983 hasta el hecho de que el debate social ha migrado durante el nuevo siglo hacia plataformas telemáticas que son esencialmente empresas privadas. Su objeto de explotación económica es el dato. Son aportados gratuitamente por los usuarios. A la postre consumidores, contribuyentes y electores. La manipulación por la vía de la polarización y la desinformación es la característica saliente de los debates de los que participamos en buena parte de los medios sociales.
Todo lo anterior impone la urgencia por reorganizar la acción colectiva. No será de la mano de los partidos en su versión tradicional. Tampoco dependerá del esfuerzo centrado en los medios sociales exclusivamente. Dependerá de la integración de esos elementos a la producción de centros de pensamiento,  hilvanados por un liderazgo resonante con necesidades y preferencias sociales.

Los centros de pensamiento son generalmente iniciativas ciudadanas focalizadas en la problematización y prognosis de parcelas de la vida social y económica cuyo conocimiento divulgan. Son capaces de movilizar recursos humanos y materiales de manera transparente en procura de objetivos mejor controlados por sus entornos. Reflejan preocupaciones genuinas de promotores y adherentes. Con suficiente pluralidad, están en posición de ofrecer a los partidos políticos y decisores públicos soluciones programáticas fuera de su alcance actual. La reorganización de la acción colectiva es tal vez el mayor desafío del liderazgo. No es tarea para aspirantes al poder condescendientes con la corrección política. Está reservado a líderes opuestos literalmente al relativismo moral.

Jorge Sánchez es Consultor Asociado en Claves ICSA Master of Business Administration por Broward International University, Diplomado en Políticas Públicas por UNPSJB, Diplomado en Economía Austríaca por ESEADE, en Negocios Internacionales por UNLZ y en Innovación Abierta por UTN. Las imágenes son producciones del artista Mauro Esains.

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