
Nunca se sintió cómodo siendo un simple «curita de pueblo», y en esas primeras experiencias como Salesiano enviado al sur Patagónico, el lugar precioso que había soñado San Juan Bosco (fundador de la congregación Salesiana), debe haber reafirmado esa idea de que «la parroquia» no era lo suyo.
Cuando llegó a Caleta Olivia, Juan Carlos Molina se debió integrar a una comunidad de «curas viejos» que residían en el Colegio San José Obrero y en donde el querido Juan Luzovek intentaba sostener los servicios religiosos en las capillas de los barrios, pese a la avanzada edad de muchos de los integrantes. Ese fue el contexto de los primeros pasos de Molina en Santa Cruz, pasos que claramente no la agradaron. Él estaba para más que para ser un sacerdote católico que debía dar misa diaria para «cuatro o cinco viejas» en la capilla Medalla Milagrosa y una vez por semana en el Colegio Don Bosco (actual instituto Marcelo Spinola) para las estudiantes que inmediatamente lo apodaron «Padre Coraje» porque le encontraban un parecido con el actor Facundo Arana en la novela homónima.
Comenzaba el siglo, los cambios culturales eran incipientes y todo lo que fuera nuevo o pareciera novedoso se discutía poco. Así es que con la impronta de la juventud Molina comenzó a buscar donde podría encajar mejor y tal vez sentirse más cómodo en su rol de cura salesiano en la Patagonia. Parecía que trabajar en el lugar en el mundo soñado por el fundador de su congregación religiosa satisfacía su vocación.
«Yo no soy Don Bosco, son Don Busco», decía por entonces, parafraseando a los viejos misioneros que se caracterizaban por la incesante búsqueda de donaciones para lleva adelante «sus» obras.
Fue entonces que su necesidad de ser algo más que un curita de pueblo y transformarse en protagonista de una historia más esplendorosa encontraron a la persona que canalizaría esa ambición: Alicia Kirchner. A partir de allí el poder y el dinero lo hicieron respirar impunidad
El «proyecto» de Molina
En Caleta Olivia Molina tenía a su cargo las instalaciones del Galpón Lapeyrade. Cuando llegó a ese lugar dijo inaugurar una nueva etapa del Oratorio que en vedad había sido inaugurado en 1995 por el padre Mario Selvestrel.
En ese edificio de chapa que está en la costanera local, frente a los monobloques del barrio 2 de abril, Mario pretendía construir una capilla y luego establecer una nueva parroquia para ese populoso barrio caletense.
También se planeaba abrir talleres de oficios para los jóvenes de allí. Pero al llegar Molina protagonizó casi una «usurpación» del lugar, cambiando absolutamente el destino de ese proyecto. En su megalomanía de intentar ser un «nuevo Do Bosco» cambió el proyecto inicial para un destino más acorde a su ambición: una fundación. (algo similar al caso de la Fundación Felices los Niños, que otro cura salesiano, el Padre Grassi había hecho con el proyecto La Casita años atrás en Buenos Aires).
Rey de ese pequeño reino de chapa, Molina echó a las viejitas que rezaban el rosario todos los días en Medalla Milagrosa y decidió que ese lugar sería destinado solo a los «chicos marginales de Caleta». Ante la pregunta de por qué no hacía algo para los jóvenes de la ciudad en general, decía que para eso estaba el gobierno.
Por esos días, una tarde cualquiera llegó a la redacción del diario La Prensa de Santa Cruz la madre de un funcionario judicial que era parte de las colaboradoras de la Parroquia San Juan Bosco y que además intentaba apoyar las acciones de la iglesia en la ciudad.
Traía una hoja con una extensa solicitada en contra de la Ministro de Desarrollo Social de la provincia, Alicia Kirchner a la que cuestionaba el abandono al que se sometía a los carenciados de Caleta y sobre todo al proyecto que encabezaba el «presbítero salesiano Juan Carlos Molina».
La publicación debía ser en una página importante, a plana competa, y sobre todo sin costo.
Ocurría que el diario La Prensa de Santa Cruz no se caracterizaba por ser crítico del gobierno provincial de Néstor Kirchner, por lo que esa publicación representaba un «riesgo editorial».
De todos modos, dado que el carácter de «Solicitada» eximía al medio de la responsabilidad de las críticas al gobierno, se aceptó la imposición «gratuita» de Molina y se mandó a publicar el texto que cuestionaba la gestión de Alicia.
Apenas pasada la medianoche, con la publicación ya impresa en la contratapa del diario nuevamente una llamada – por teléfono de línea de esas épocas – y posteriormente presencialmente se pidió (casi se suplicó) que la Solicitada no saliera publicada. Pocas veces se puede escuchar realmente la frase «paren las rotativas», pero eso fue lo que ocurrió. Por una cuestión de solidaridad con el sacerdote y para que, su crítica al gobierno, no le trajeran represalias se accedió a cambiar toda la edición con el enorme costo económico que representaba.
Lo que había ocurrido en realidad es qué mediante emisarios, Alicia se había contactado con Molina y le había prometido visitarlo personalmente.
A partir de ese momento cambió la historia de cura Juan Carlos Molina y se inició su despegue y despliegue como persona muy cercana al Poder.
Rasputín de los Kirchner
Los años posteriores al encuentro entre Alicia y Juan Carlos tuvieron momentos diversos, pero siempre avanzando en la construcción del «sueño» del cura.
La creación de la Fundación Valdocco (nombre que aludía a la primera obra fundada por Don Bosco), la donación de una estancia de YPF para que llevara a cabo el traslado (aislamiento) de decenas de niños y jóvenes judicializados que residía en Caleta y Zona Norte y finalmente su «blanqueo» como militante kirchnerista con acceso a la «cúpula del poder», cual Rasputín de la familia Kirchner lo beneficiaron en todos los sentidos.
Multiplicó las «sucursales» de su Fundación, accedió a fondos millonarios que nadie controló y que hoy es muy difícil rastrear a menos que aparezca algún arrepentido. Aunque esta posibilidad es remota ya que Molina supo rodearse de personas muy allegadas y cercanas; además que con «su encanto» sabe controlar a la estructura imaginada y construida desde su paso por Lapeyrade.
Existe un testimonio que recuerda aquel primar paso inicial de Molina y el daño colateral que le generó a la Congregación Salesiana de Santa Cruz.
Hablando de proyecto inicial del Oratorio del 2 de abril y de la capilla Milagrosa, el recordado padre Juan Francisco Tomás – un cura contemporáneo a Molina en tiempos del Seminario de formación recordaba: «En el 2000 o 2001 comenzó a tener un nuevo destino con el P. Juan Carlos Molina; digamos que un objetivo parecido, pero en discontinuidad con lo anterior… Si estuviera el P. Juan Luzovec podría dar testimonio de lo que costó su recuperación posterior».
Ocurre que una vez que Molina entró al círculo del poder se hizo incontrolable para la institución religiosa a la que debía responder y los votos de «pobreza, castidad y obediencia» carecieron de sentido.
«En el clero católico, al igual que en cualquier otra actividad humana, hay gente de convicciones como oportunistas y también corruptos. ¿En cuál lista ubicaría Ud. al sacerdote Juan Carlos Molina, de Santa Cruz?» se preguntaba el portal de noticias OPI Santa Cruz, mientras revelaba que «el Gobierno de Santa Cruz le paga $ 10.000 por mes al cura Molina».
Eran sus primeras épocas de esplendor: fue o intentó ser mediador en el conflicto que le costó la vida al oficial Jorge Sayago en Las Heras. Siempre le gustaron las cámaras, por eso también se presentó en la Alcaldía de Caleta Olivia diciendo que evitaría el suicidio de un preso uruguayo de apellido De Oliveira acusado de del robo comando al Casino. Además, se lo recuerda como «escudo humano» de Alicia cuando docentes de Río Gallegos increparon a la Ministro y le arrojaron huevos y harina en mayo del 2007. Ese episodio dejaría dos secuelas: el odio visceral de Alicia contra ADOSAC y el despegue definitivo de Molina como persona de confianza de los Kirchner.
Vocación de «poder»
En aquel artículo de gran calidad de periodismo de investigación, OPI dejaba al descubierto el andamiaje administrativo que posibilitaba a Molina figurar como director de Escuela Rural y además el nombramiento de familiares. Igualmente se mencionaba los montos millonarios que recibía de Repsol – además de los del gobierno – y las condiciones en las que funcionaba Valdocco, que en realidad era la Fundación Pibes de la Patagonia.
Todo lo demás es mucho más conocido, pero no menos escandaloso: su paso por la función pública, su extraña «salida» del SEDRONAR y la proliferación de su mega estructura que incluye manejos financieros a los que hasta ahora nadie puede acceder. Molina tiene una trayectoria en la que detrás de su máscara de «cura» nacional y popular esconde miles de secretos y sospechas.
Ahora, con su «máscara» de cura bueno y preocupado encarna el personaje de candidato a Diputado Nacional por Santa Cruz. En realidad, vino a poner orden en un kirchnerismo santacruceño en desbande y sin dirección cumplido ordenes de la familia que supo ser más poderosa del país.
Claramente Juan Carlos Molina encontró en Santa Cruz su identidad; la del impostor y logró satisfacer su principal vocación: la búsqueda del poder.