
Calificar a un país como “liberal” o “autoritario” exige precisión: son categorías densas que abarcan instituciones, prácticas políticas, libertades civiles y la cultura cívica. No obstante, en la última década ha aumentado la preocupación de observadores y expertos respecto a tendencias en varios países occidentales que combinan agendas de derecha con prácticas que erosionan normas democráticas. Estados Unidos e Italia son dos casos en los que, pese a contar con instituciones democráticas establecidas, pueden identificarse rasgos preocupantes que algunos describen como una deriva autoritaria de corte conservador o nacionalista.
Estados Unidos: polarización, populismo y debilitamiento de normas
Estados Unidos ha sido históricamente el paradigma de la democracia liberal. Sin embargo, varias dinámicas recientes han alimentado la percepción de una erosión:
• Ataques a las normas democráticas: episodios como el intento de revertir los resultados electorales en 2020, culminado en la asaltación del Capitolio el 6 de enero de 2021, manifestaron voluntad política de desconocer resultados y presionar instituciones democráticas. Acciones de ese tipo socavan la confianza en procesos electorales y ponen en cuestión el respeto por reglas y límites institucionales.
• Polarización y delegitimación de la oposición: el discurso político ha tendido al desprestigio del adversario como enemigo no legítimo. Ese lenguaje corrosivo erosiona la tolerancia política necesaria en democracias liberales.
• Restricciones en derechos y controles selectivos: decisiones judiciales y legislativas recientes (por ejemplo cambios en la regulación del aborto tras el fallo Dobbs y las consiguientes prohibiciones estatales) muestran cómo derechos previamente garantizados pueden quedar supeditados a mayorías políticas. Además, en algunos estados se han aprobado restricciones al derecho al voto que críticos consideran diseñadas para limitar la participación de ciertos grupos.
• Uso de poder ejecutivo y presiones sobre instituciones: el incremento de acciones ejecutivas, la politización de fuerzas de seguridad y la presión sobre organismos independientes alimentan la percepción de una mayor concentración del poder y debilitamiento del contrapeso institucional.Estos hechos no implican que el sistema estadounidense sea ya una dictadura: elecciones competitivas, medios críticos y una judicatura que aún actúa independientemente en muchos casos siguen funcionando. Pero la acumulación de prácticas —retórica populista, ataques a normas, restricciones legales que afectan derechos civiles— sugiere tendencias contrarias al ideal liberal clásico.
Italia: ascenso de la derecha nacionalista y límites a pluralismo
Italia presenta otra dinámica: después de años de inestabilidad política, la última etapa exhibe un fortalecimiento de fuerzas de derecha con rasgos nacionalistas:
• Gobierno y fuerza política dominante: desde 2022 gobierna una coalición liderada por un partido de clara orientación conservadora y nacionalista, cuyo liderazgo proviene de formaciones históricamente cercanas a sensibilidades posfascistas. Aunque el gobierno opera dentro del marco constitucional y con elecciones libres, su discurso y agenda han puesto énfasis en inmigración, identidad nacional y reformas que centralizan decisiones.
• Reto al pluralismo cultural y mediático: la retórica política ha tendido a cuestionar a la prensa crítica y a resaltar una narrativa de “defensa” contra supuestas élites desconectadas. Esa tensión entre Ejecutivo y medios puede incrementar la presión sobre espacios de crítica y vigilancia.
• Políticas migratorias restrictivas y políticas de seguridad: medidas más duras en materia migratoria, de orden público y contra ONG que ayudan a migrantes han sido justificadas en nombre de seguridad y orden. Ese tipo de políticas, habituales en gobiernos de derecha, prueban la tensión entre control estatal y derechos humanos.
• Síntomas de concentración política: iniciativas legislativas que simplifican procesos de gobierno o que buscan reducir limitaciones administrativas son interpretadas por críticos como intentos de fortalecer la capacidad de actuación del Ejecutivo a expensas de controles y minorías.Al igual que en EEUU, Italia conserva instituciones democráticas funcionales: parlamento plural, sistema judicial independiente en gran medida y espacio para la oposición. Pero el predominio de una agenda nacionalista-conservadora y la lógica de “mano firme” suscitan alertas sobre posibles tendencias autoritarias si se combinan con debilitamiento de contrapesos.
Sostener que Estados Unidos e Italia “no son políticas liberales” exige matices: formalmente siguen siendo democracias con libertades formales, pero ambos muestran en la práctica elementos que muchos expertos consideran incompatibles con la comprensión clásica del liberalismo político: protección robusta de derechos individuales, separación clara de poderes y cultura de tolerancia hacia la pluralidad. La observación prudente es que ambos países atraviesan un momento en el que fuerzas de derecha, a través de retóricas y políticas concretas, impulsan cambios que pueden erosionar las garantías liberales si no son contrarrestados por contrapesos institucionales y una sociedad civil fuerte. Vigilancia cívica, prensa libre, independencia judicial y movilización democrática son hoy factores decisivos para frenar cualquier deriva autoritaria.
Puntos comunes y matices
Ambos casos comparten patrones que alimentan el diagnóstico: proliferación de discursos populistas, prioridad a políticas de seguridad e identidad, presión retórica contra la prensa y segmentos de la sociedad, y episodios que muestran disposición a saltar o reinterpretar normas tradicionales. Importante subrayar que “autoritarismo” es una acusación grave; en ambos países hoy no se ha producido una clausura del pluralismo político ni la eliminación de elecciones libres. Más bien hablamos de “tendencias autoritarias” o de “erosión de la democracia liberal” cuando se aprecia debilitamiento gradual de normas, prácticas y cultura cívica.


