
En un mundo donde la política parece estar dominada por figuras cada vez más polarizadoras y extremas, como Javier Milei, es esencial encontrar un espacio para la reflexión y el entendimiento de las dinámicas psicológicas que subyacen a estos fenómenos. Mientras la imagen de Milei junto a Elon Musk evoca un malestar profundo en muchos, resulta crucial explorar no solo el contexto cultural y político, sino también las implicaciones psicológicas de la situación actual.
Carl Rogers, uno de los pilares de la psicología humanista, nos ofrece herramientas valiosas para entender la búsqueda de autenticidad en un entorno tan caótico. Rogers enfatizaba la importancia de la autoexploración y la aceptación incondicional, conceptos que parecen más relevantes que nunca en una sociedad que se siente atrapada entre la desesperanza y la búsqueda de líderes carismáticos que prometen soluciones rápidas.
La idea de que la gente puede estar buscando, de manera inconsciente, un castigo o una forma de redención a través de figuras como Milei es inquietante. Tal como lo plantea Jorge Alemán, este fenómeno puede ser visto como una manifestación de un deseo reprimido, un anhelo de confrontar las sombras de la identidad colectiva. En este sentido, la figura del “fascista” no solo representa un enemigo externo, sino que también refleja las luchas internas de una sociedad que se siente perdida.
Rogers nos invita a mirar hacia adentro y a cuestionar nuestras propias creencias y valores. En un momento en que el odio y la polarización parecen ser la norma, la capacidad de empatizar con el otro, incluso con aquellos que parecen estar en el extremo opuesto del espectro político, se vuelve esencial. La autenticidad, según Rogers, se alcanza cuando somos capaces de ser honestos con nosotros mismos y con los demás, lo que implica reconocer nuestras vulnerabilidades y miedos.
La imagen de Milei en el Luna Park, cantando y celebrando ante una multitud, puede ser vista como una manifestación de una pulsión colectiva hacia la catarsis. Sin embargo, esta catarsis puede ser engañosa, ya que puede llevar a una aceptación acrítica de ideologías que, en última instancia, pueden resultar perjudiciales. La risa y el entretenimiento no deben ser confundidos con el bienestar genuino. La verdadera liberación emocional proviene de un proceso de reflexión profunda y de la búsqueda de conexiones auténticas.
En este contexto, es fundamental recordar que la psicología humanista no solo se centra en el individuo, sino también en su interrelación con la sociedad. La búsqueda de autenticidad debe ir acompañada de una crítica a las estructuras de poder que perpetúan la desigualdad y la injusticia. La obra de Carl Rogers, así como la de otros pensadores humanistas, nos recuerda que el cambio social comienza con el cambio personal.
Así, mientras observamos el ascenso de figuras como Milei, es esencial no solo criticar, sino también buscar entender las necesidades y deseos que llevan a las personas a apoyarlos. La empatía y la comprensión son herramientas poderosas en la lucha contra la polarización y el extremismo. En lugar de dejarse llevar por la desesperanza, quizás sea el momento de recordar que, como decía Rogers, cada uno de nosotros tiene el potencial de crecer y cambiar, tanto a nivel personal como colectivo.
En conclusión, en tiempos de crisis y polarización, la psicología humanista nos ofrece un camino hacia la autenticidad y la conexión. A través de la autoexploración y la empatía, podemos encontrar formas de resistir la tentación del extremismo y trabajar hacia un futuro más inclusivo y justo. La lucha por la autenticidad comienza en nuestro interior, y es allí donde debemos enfocar nuestra atención si queremos realmente transformar nuestra sociedad.
