
La relación entre Donald Trump y Vladimir Putin ha dado lugar a un nuevo pacto que busca dividir Europa y establecer regímenes autoritarios en sus respectivas zonas de influencia. Este acuerdo, que recuerda al pacto entre Hitler y Stalin, tiene como objetivo aplastar al pueblo ucraniano en el Este y apoyar a partidos nacionalistas y soberanistas de extrema derecha en el Oeste, promoviendo la fragmentación social y la desintegración del continente europeo.
A corto plazo, la estrategia de Trump y Putin implica una agresión directa hacia Ucrania, cuya resistencia ha sido heroica, pero que enfrenta una falta de apoyo real por parte de los gobiernos europeos. Mientras que los líderes de la Unión Europea parecen reacios a proporcionar los recursos necesarios para la defensa ucraniana, no dudan en aumentar la producción de armamento para fortalecer una Europa militarizada. Este doble rasero revela la hipocresía de una política que prioriza los intereses empresariales sobre la vida y los derechos de las personas.
El pacto entre Moscú y Washington no solo amenaza al pueblo ucraniano; también pone en crisis el proyecto burgués de posguerra de la Unión Europea, que había buscado consolidarse como un actor clave en la lucha por la hegemonía capitalista global. A medida que este proyecto se desmorona, la clase dominante europea se apresura a alinearse aún más con los intereses de las grandes corporaciones, lo que se traduce en más austeridad, remilitarización y políticas de represión.
La defensa de Ucrania ha servido como un pretexto para justificar el aumento del gasto militar, mientras que los derechos sociales y democráticos se ven socavados. La idea de que la UE se prepara para enfrentar a Rusia con una política militar efectiva es, en gran medida, una manipulación destinada a ocultar la falta de voluntad política para apoyar al pueblo ucraniano de manera significativa.
Para revertir esta tendencia, es crucial que los movimientos sociales y los sindicatos europeos se unan en una lucha por una Europa diferente: una Europa democrática, social y ecosocialista que priorice la justicia social y la defensa del medio ambiente. Esto implica socializar sectores clave como las finanzas y la industria energética, aumentar los salarios, desarrollar la seguridad social y eliminar la pobreza.
El camino hacia esta nueva Europa pasa por la movilización de la ciudadanía y la elección de una asamblea constituyente europea que represente verdaderamente los intereses de los pueblos. La situación es urgente; Europa y el mundo se encuentran en una encrucijada histórica, donde el futuro de los derechos democráticos y sociales está en juego en un contexto global marcado por la lucha de poderes entre Estados Unidos, China y Rusia.
Los pueblos europeos deben rechazar ser marionetas en esta lucha por la hegemonía mundial y asumir el control de su propia historia. Solo así podrán construir un futuro en el que la dignidad, la justicia y la solidaridad sean los pilares fundamentales de una nueva Europa.
