Dos liderazgos, una nación: el carisma de Perón y Alfonsín

Introducción
Juan Domingo Perón y Raúl Alfonsín representan dos referencias centrales y antagónicas de la política argentina del siglo XX: uno forjó un movimiento masivo y duradero, el justicialismo; el otro encabezó la recuperación democrática y proyectó un liderazgo basado en las instituciones y los derechos humanos. Sin embargo, en ambos casos la dimensión personal —su carisma— fue decisiva para conquistar y sostener adhesiones. Este artículo reflexiona sobre las semejanzas y diferencias en ese magnetismo personal y lo que cada tipo de carisma dejó como enseñanza para la vida política argentina.

Contextos distintos que moldearon el carisma
El carisma no surge en el vacío. Perón emergió en la década de 1940 en un país en proceso de industrialización y con crecientes sectores populares urbanos que demandaban representación y mejora material. Su discurso de justicia social, su relación con los sindicatos y el protagonismo simbólico de Eva Perón crearon una experiencia colectiva emotiva. Alfonsín, por su parte, irrumpió como líder en un momento en que la sociedad reclamaba la restitución de la democracia tras una dictadura. Su liderazgo estuvo marcado por la necesidad de restaurar legalidad, memoria y confianza pública en las instituciones.

Similitudes en su carisma

•   Capacidad comunicativa: Ambos eran excelentes oradores que sabían conectar con audiencias. Perón apelaba a la emoción y a la identificación de clase; Alfonsín a la razón, la ética y la esperanza democrática.
•   Presencia simbólica: Los dos construyeron imágenes poderosas. Perón fue el caudillo del trabajador, Evita multiplicó ese símbolo; Alfonsín encarnó la transición hacia la democracia y la restitución de la dignidad pública.
•   Generación de lealtades: Tanto Perón como Alfonsín generaron fidelidades profundas entre sus seguidores. Sus partidos —el peronismo y sectores de la Unión Cívica Radical— los identificaron como referentes irremplazables en momentos críticos.
•   Capacidad de movilización cultural: Más allá de actos políticos, ambos modelaron prácticas y expectativas políticas: el peronismo a través de rituales de masas, símbolos y redes clientelares; Alfonsín a través del resurgimiento de la política plural, los debates públicos y el activismo por los derechos humanos.

Diferencias centrales en su carisma

•   Emoción vs. legitimidad institucional: Perón capitalizó una relación directa, emocional y a menudo vertical con las masas: liderazgo centralizado, culto a la figura y uso intensivo de símbolos y espectáculos políticos. Alfonsín cultivó una autoridad basada en la legitimidad institucional, la moral pública y la racionalidad republicana.
•   Estilo comunicacional: Perón utilizó un discurso nacionalista, sencillo y enfocado en demandas materiales (“justicia social”, “trabajo, patria y familia”), que generaba pasión. Alfonsín apeló a argumentos jurídicos y éticos, a la deliberación pública y a la prudencia política, aunque también tuvo momentos de alta intensidad emotiva.
•   Relación con los aparatos de poder: Perón construyó y se apoyó en estructuras orgánicas —sindicatos, lealtades territoriales, clientelismo— que consolidaron su poder durable. Alfonsín enfrentó una UCR más institucional y frágil, y dependió más del consenso político y del respaldo de la sociedad civil y la prensa.
•   Papel frente a la democracia: El liderazgo de Perón, con rasgos personalistas, tensionó frecuentemente instituciones (poder ejecutivo fuerte, conflictos con oposiciones y parcialidad en el aparato estatal). Alfonsín, aunque también tuvo decisiones controvertidas, se preocupó por no institucionalizar el personalismo y por fortalecer procedimientos democráticos (juicios a las juntas, restauración de libertades).

Carisma y límites: el impacto de los contextos económicos y sociales
La vigencia del carisma también depende de resultados. Perón logró transformaciones sociales concretas que afianzaron su base en sus primeras presidencias; sus políticas y la creación de una narrativa nacional hicieron que su figura trascendiera su propia vida política. Alfonsín, pese a su enorme capital moral en los primeros años, vio erosionada su autoridad por la crisis económica e inflación, lo que mostró la fragilidad del carisma que no puede compensar problemas materiales persistentes.

Legado y lecciones

•   Dos formas de liderazgo pueden movilizar y transformar: la que apela a la emoción colectiva, la identidad y la presencia personal masiva; y la que apela a la legitimidad institucional, la ética pública y la deliberación.
•   El carisma no sustituye a las instituciones: Perón demostró cómo el liderazgo carismático puede construir movimientos duraderos, pero también cómo puede generar tensiones institucionales. Alfonsín mostró que la legitimidad moral y el respeto a las reglas son esenciales para la consolidación democrática, aunque insuficientes si no se abordan problemas económicos y sociales.
•   Síntesis posible: Para la salud democrática, lo más productivo es un liderazgo que combine capacidad de convocatoria (dimensión carismática) con compromiso institucional y responsabilidad política. El desafío argentino ha sido y sigue siendo equilibrar la fuerza movilizadora de sus líderes con la robustez de sus instituciones.

Conclusión
Perón y Alfonsín representan dos caras del carisma político argentino: uno arraigado en la emoción, la representación social y el liderazgo masivo; el otro asentado en la palabra, la legitimidad y el respeto institucional. Ambos dejaron enseñanzas valiosas: la necesidad de liderazgo que inspire y la necesidad de límites que preserven la democracia. Comprender sus similitudes y diferencias no es solo un ejercicio histórico: es una guía para pensar cómo debe ser el liderazgo político cuando la pasión cívica convive con la responsabilidad institucional.

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