Bariloche

Casi todas las tardes, Rafael Nahuel visitaba a su madre, Graciela Salvo, para compartir unos mates. El joven vivía en una pequeña casilla que había levantado en un terreno del barrio Nahuel Hue y la casa de sus padres estaba a una cuadra. Graciela extraña esas charlas con su hijo. Eran momentos que Rafael aprovechaba para contarle algunos de sus sueños. “Quería poner una tallercito porque había aprendido a soldar y le gustaba”, contó la mujer.

Graciela sufre por la ausencia de su hijo. “Nunca pensé que nos iba a tocar esta situación”, expresó. Pero Rafael está presente en cada rincón de la vivienda de sus padres. “Rafita me ayudó a hacer el techo”, destacó su padre Alejandro Nahuel y señaló las placas de madera prensada, que cubren el techo del comedor.

Una salamandra artesanal que Rafael fabricó y les regaló a sus padres, llama la atención en la humilde vivienda. Alejandro y Graciela mostraron orgullosos el trabajo de su hijo. También, un macetero de madera, que hizo en un taller de carpintería que se dictó en el barrio. Los padres recordaron que Rafael quería salir adelante y superarse.

Pero hace dos meses un proyectil calibre 9 milímetros mató a Rafael. El tiro salió del arma de uno de los ocho Albatros, que la tarde del 25 de noviembre pasado dispararon contra jóvenes mapuches que ocupaban con la comunidad Lafken Winkul, un predio en la zona de Villa Mascardi, a unos 30 kilómetros de Bariloche. La investigación está en la etapa de instrucción.

“Vamos a seguir luchando para que se sepa la verdad”, afirmaron los padres de Rafael. “Sabemos que fue uno (de los albatros) el que disparó y hay que esperar que se investigue”, señaló la madre. Alejandro lamentó que el autor del homicidio de su hijo esté libre. “Eso nos duele a nosotros”, sostuvo. “Tenemos que ser fuertes para seguir adelante”, enfatizó su esposa. Saben que será una lucha difícil y probablemente larga. “Tengo fe y pongo mi fe en Dios que se va a hacer justicia–afirmó Graciela–. Por mi hijo tengo esa fe”.

Los recuerdos afloran espontáneamente. “Rafa era un chico alegre. Desde pequeño le gustaba integrarse a los grupos y era amable”, destacó la madre. Alejandro señaló que su hijo no se quedaba callado si había que decir algo que no le gustaba.

“Era muy cariñoso, venía nos abrazaba, nos daba besos”, contaron los padres. Aunque Alejandro admitió que la debilidad de Rafael era su mamá. A Graciela se le dibujó una sonrisa en el rostro cuando escuchó esas palabras de su esposo. Recordaron que los días previos a la jornada fatal, Rafael estaba contento. “Estábamos tranquilos porque estaba allá (por Villa Mascardi)”, rememoró su padre.

Comentó que Rafael lo había invitado a sumarse al grupo, que estaba en el predio perteneciente a Parques Nacionales. Pero Alejandro no fue. Durante una semana no tuvieron noticias de su hijo hasta que un familiar les avisó de la muerte de Rafael. No lo podían creer. “Desde que nos pasó esto con Rafael no estamos bien”, admitieron. “El vacío que tenemos adentro es muy doloroso”, señalaron.

Fuente: Rio Negro