Santa Cruz

Unas gotas caen sonoramente dentro de una cueva de color turquesa, el sonido rebota en las paredes de hielo: es el agua que se escurre después de cientos de años de estar atrapada en este glaciar, el Perito Moreno, que ya empieza a palpitar su ruptura.

A diferencia del Upsala o el Viedma, que están en retroceso, es uno en equilibrio. Por eso, en ocasiones, forma un dique natural de hielo, para interrumpir el paso del agua del Brazo Rico sur hacia el lago Argentino a través del Canal de los Témpanos.

Cada vez que la lengua de hielo del glaciar toca tierra, forma un dique de hielo, una serie de reglas métricas van midiendo el asnso del agua; de acuerdo con ese cálculo, el nivel en el Brazo Rico ayer ya había superado los 11,20 metros.

“Esto nos pone frente a la ruptura más importante del siglo XXI. En 2004, este proceso ocurrió cuando esta regla marcó los 10,40, y en 2016, a los 10,46 metros. En ese momento, el dique acumuló un kilómetro cúbico de agua. Hoy esa medida ya fue superada”, detalla el glaciólogo y director científico del centro Glaciarium, Pedro Skvarca, a La Nación.

A pesar del registro de este fenómeno, para los científicos y los baqueanos, la ruptura no es inminente. El dique de hielo aún está firme y todavía no se observa, a simple vista, ninguna formación del túnel en la margen sur, como suele ocurrir los días previos al fenómeno.

Los entre 2500 y 2700 turistas que cada día ingresan al Parque Nacional Los Glaciares, por estas horas, se mantienen atentos a las novedades. De las cinco rupturas ocurridas desde 2004, cuatro fueron en los primeros días de marzo.

Registros

Sin embargo, hay registros del siglo pasado que duplican el nivel del agua “atrapada” en el dique antes del proceso de ruptura. Hace 30 años, en 1988, según mediciones del propio Skvarca, el crecimiento del Brazo Rico llegó a los 18 metros.

Y la ruptura más importante que se recuerda es la correspondiente al cierre del dique entre 1956 y 1957. “El dique duró 26 meses y el agua, con los cálculos que yo hice con equipos topográficos, marcó la línea de erosión que se ve en toda la costa del brazo sur y superó los 23 metros”, detalla el científico.

“El Brazo Rico queda endicado y su nivel va subiendo hasta que, por el principio de flotabilidad de Arquímedes, la fuerza de empuje que ejerce el agua sobre el dique iguala su peso. Cuando el hielo se despega en algún punto del apoyo rocoso, comienza a filtrar el agua y se inicia el proceso de ruptura, que es irreversible. Esta no se debe a la fractura mecánica del hielo, sino al desarrollo de un canal subglacial”, detallaron desde el Glaciarium, la fuente científica más consultada.

Según consignan, “al principio el agua se filtra a través de un pequeño canal subglacial, que se agranda por la fusión de las paredes del túnel y el hielo basal en flotación. La presión del agua sigue erosionando el túnel, que se agranda rápidamente por las caídas espectaculares de enormes escamas de hielo desprendidas desde su bóveda y el agua comienza a pasar como un torrente del Brazo Rico al Canal de los Témpanos”.

El colapso final se produce cuando se derrumba el arco y desaparece el dique. Se igualan las aguas y un canal comunica nuevamente el Brazo Rico con el Canal de los Témpanos.

Entre 40 y 50 horas lleva descargar el agua atrapada del dique en el canal que la llevará al cuerpo principal del lago Argentino. Este llega a subir entre 80 y 83 centímetros.

En riesgo

En la margen sur del lago Argentino, sobre un promontorio rocoso, la Estación Meteorológica Perito Moreno desafía al clima y al tiempo desde hace 22 años.

Sin embargo, el aceleramiento en estos días de los desprendimientos en la pared sur, proceso que se explica por la ley empírica “a mayor profundidad del agua, mayor tasa de desprendimiento”, amenazaba a la delicada estación, tal como lo pudo comprobar LA NACION en un recorrido por la zona.

Skvarca respiró aliviado. Con la ayuda de varios guías de montaña, logró trasladar metros arriba la estación instalada en 1994 por el glaciólogo a través de un acuerdo de cooperación científica entre el Instituto Antártico Argentino (IAA) y el Instituto de Meteorología y Geofísica de la Universidad de Innsbruck (IMGI).

La estación mide temperatura, humedad relativa, intensidad y dirección del viento, radiación total incidente y presión atmosférica. Y le sumaron otra que mide precipitaciones.

La delicada torre con el instrumental está sostenida por tensores que la sujetan a la roca. “Corría riesgo de que algún escombro de hielo o tempanito pudiera destruirla. Tiene un valor muy importante porque es la única estación que opera desde hace 22 años ininterrumpidos al lado de los glaciares del Hielo Patagónico Sur”, detalla Skvarca.

El científico tiene en su haber 41 expediciones a la Antártida y una extensa trayectoria que se cuenta por décadas de trabajo. Se niega, dice, a jubilarse de la ciencia.