Caleta Olivia – Por Natalia Quilis
Últimamente, creo que por estar muy en contacto con la literatura; tanto leyendo como haciendo correcciones, autocorrecciones y reescritura me sorprenden, a mí misma, mis reflexiones, propias de tal ejercicio, por supuesto.
En éste caso es la curiosidad que me genera la resistencia que el hombre actual tiene por expresar las emociones ,que es algo así como, una vergüenza, o no? Lo que por supuesto a mí, me significa y representa un absurdo total y absoluto tanto como a los negociantes de las terapias alternativas, en donde también estoy incluida apasionadamente; a quienes, les resulta jugoso y a algunos, quienes se dedican de lleno, afirmaría, lucrativo.
Bien, la cuestión es abordar, en el caso presente o también podría expresarse como difundir, la importancia que, para todo ser viviente del reino animal; el contacto con otros es, sumamente sanador y necesario y esto es a la vez, nada más y nada menos que de las emociones.
De modo tal que, expresar amor, alegría, tristeza, ira, llanto, son eminentemente indispensables para la salud, dígase ésta: mental, como emocional. Lo cual deriva y se traduce en la física, sin otra posibilidad a contemplar.
Por éstos motivos resulta que la tristeza se expresa en llanto- que para algo existen las lágrimas-; el dolor, en queja; la alegría, en carcajada; el amor, en caricias; la ira se descarga en gritos o pedido de atención y de tal modo cada cuestión tiene, de hecho y por naturaleza su razón de ser. Como es de comprender.
Todo tiene que ver con la naturaleza humana y difícilmente cambie por el mero e insignificante hecho de que las costumbres sociales, de una u otra época, consideren apropiadas o no.
Realidad
Pero lo que aquí expreso parece que, en lugar de ser algo razonable y comprensible, en la realidad palpable y sin explicación alguna, parece ser al revés.
Claro, que en caso de que el pez vaya contra la corriente, es de deducir, que se va a agotar hasta, simple y naturalmente desfallecer… o me equivoco?
A lo que quiero llegar es a que hacemos cosas que nos enferman, sin tener un lógico razonamiento y solo por las incoherentes “formas” instaladas, tan absurdas como las enfermedades resultantes que nos auto infringimos o provocamos.
Para darle una reflexión algo más contundente o palpable van aquí algunos casos:
-Los hombres no lloran- ah! Es decir que sus lagrimales están de adornos solo por poseer testículos? Y por lo mismo están inmunizados contra la tristeza y el dolor?!
-No me acaricies ni tomes de la mano que eso es niños-ah! Los adultos acaso, no aman? en qué momento de la vida se pierde la capacidad de conexión o el placer por el contacto físico?
Y la capacidad de placidez por la cercanía y seguridad que otorga sentirse cuidado?
– No me beses en público queda mal- whats?! Desde cuando tu boca y la mía juntas pueden ser algo “malo” para alguien?
-No me llames bichi, mi cielo, mi amor, en presencia de mis amigos que se van a reír- y, desde cuando el afecto expresado en palabras causa gracia a alguien? Yo hubiera asegurado que causa ternura!
-No subas alumnos al auto (aunque caigan piedras del cielo o haya un tifón o tornado), porque te pueden hacer sumario, matar, violar…. Bue…
Lo cierto es que, entre tal caos reflexivo injustificable, llegan a mi mente momentos varios como aquél en que mi madre, me retó, porque me senté en la vereda esperando el ómnibus a los veinte años; aludiendo a modo de excusa que era una señorita ya, a lo que yo reflexione “se supondrá que las señoritas no sienten cansancio?
Y una seguidilla interminable de esos absurdos con los cuales podríamos rodear el planeta en la totalidad circunsferencial absoluta.
Absurdos, que nos va enfermando, que en realidad no provocan otra cosa que una incapacidad de expresar lo que es indispensable para nuestra salud emocional y que al reprimir, lo único de “bueno” que logra, más que “costumbres” son en realidad enfermedades inminentes que se traducen en el cuerpo como son: dolores físicos, jaquecas, falta de sueño, tensión, nerviosismo, inseguridad, miedos, cáncer y un sinfín de derivados propios de un encarcelamiento de expresión emocional restringida por pura ridiculez de creación humana que insiste en alejarse de su naturaleza; que es la de pertenecer a ese reino animal del cual se empeña en diferenciarse pero al que por donde se aborde…, pertenece ineludiblemente.
Ya que señores, si hay algo certero y comprobable es, que no somos ni plantas ni mucho menos piedras. Por mas titánico que sea el ridículo e inútil y sin razón de ser, esfuerzo, que pongamos en negarlo.
Por eso hoy, les deseo, dejen de sentir vergüenzas equivocadas y que la capacidad de expresión los acompañe tratando de usar; las “malas costumbres”.