Por Natalia Quilis, docente en Lengua y Literatura
Caleta Olivia
Las madres ¡ ja! menuda tarea nos encomendó tatita Dios. Durante los días pasados escuché varios comentarios acerca de los jardines de infantes y sus aperturas para inscripciones del ciclo venidero, próximo.
A mí los comentarios generalmente me entran por los oídos y aunque al instante de escucharlos haga caso omiso, me quedan como saltando o dando volteretas en la cabeza, no sé como pintarlo… es como si rebotaran una y otra y otra vez, yendo, viniendo y jugando.
¡Eso! ¡Juegan!, cual nenes en el arenero del jardín de infantes, libres y dueños de sí mismos, sin ninguna ley o protocolo sobrante que pueda distraerlos.
Pues bien, eso creo que le ocurre a lo que escucho y sin que sea adrede, las ideas van tomando forma, ahora son propias, dejaron ya de ser comentarios para transformarse,- luego de socializar conmigo-, en ideas, ideas mías que me entran y me salen y me revolotean y me atormentan ,porque son como unas especies de híbridos o mejor definidos, resúmenes, que resultan de la mezcla de aquellos comentarios y de mis opiniones al respecto, que por supuesto, silencio en el instante, pero que luego, pujan por salir y que entonces, cuando ya no puedo contenerlas, salen regurgitadas, mezcladas.
Cual muchos ingredientes que entraron para luego de un proceso convertirse en alguna masa elaborada, resultado de la mezcla, el amase e integración y de la cocción que hubiese sido necesaria…
Entonces están listas con cuerpo, forma, y hasta carácter propio; a veces me atrevo a decir… Hasta nombre tienen las caprichosas. Insistentes se hacen notar como marcando que están listas.
Productos
Así entonces, es que ofrezco sobre la mesa mis productos… jajajajajaj por éste u otro medio que me lo permita.
Pero regresemos al jardín y a las madres; ya mucho escucho hablar y decir de las colas interminables, desde un balcón- el de las madres-. Pero, desde el otro, – el de las instituciones- que está cruzando la calle, oigo sobre matriculas, tiempos, espacios y otras medidas varias, diría incontables o mínimamente, abundantes….
Y sin embargo, a mí, la frase” jardín de infantes” me dispara la angustia que sentí de pequeña al abandonar mi primer sociedad natural, la familiar; para abordar la segunda que debí integrar -sin que nadie escuche o se interese por mi opinión-, la escuela.
Esa sensación de angustia que hoy entiendo, reviví, cuando, al dejar a mi hijo en el jardín y verlo llorar- por tal brutal desprendimiento, -me dio por espiar desde la ventana del lado exterior del mismo, por si la seño lo maltrataba.
Papelonera, pensaras, lector/a; pero que puedo decir…Cuando fui descubierta por ella, ante el ridículo de mi cara delatante de llanto y mi situación sospechosa. No supe que responder, (mas asustada que niño pillado en la escondida, sorprendida, no quería mostrar mi irracional angustia y desconfianza, que me delataban por mi agazapo); ante la simple pregunta de ella, la seño Mary:
-¡¿Naty, que haces acá escondida y llorando sola?! ¡Juan está bien, quédate tranquila!
Dijo con una voz más dulce y suave que de costumbre…
Pero yo no veía a mi amiga Mary, yo, veía a la seño!!!! La que posiblemente, no tuviera a mi hijo en cuenta si necesitaba cariño, o si se encontraba asustado, o si necesitaba atención, que se yo!!!!! Era mi hijo carajo! Y ella había dejado de ser mi amiga para pasar a ser… “la seño”.
Luego de ese instante en el cual me sentí como extraña en mi propio cuerpo, recordé lentamente que era ya una adulta, que Mary no era un ogro y que estaba para ayudar a mi pequeño a dar el primer paso en su destete, es decir, estaba preparada y solo después de tranquilizarme, volver en mi y racionalizar la situación pude reconocerla.
Dejó entonces de ser la enemiga número uno en la que se había transformado en mi mente aquella mañana, para volver a ser “Mary”, ¡oh, qué alivio, por cierto! Esto de re-conocer a la gente que ya conocemos…
La sencilla y pausada Mary, la amiga, que había estudiado, por vocación y amor puro, para jugar con nuestros hijos a ser la dulce Seño del jardín del barrio, en la cual todos confiábamos; Mary, una amiga, una seño, en fin, una aliada… Quien se quedaría hasta jubilarse con nuestros hijos a la hora que supiésemos llegara el ansiado y tan temido, a la vez que cruel momento, aquel en el cual, irremediablemente tener que asumir…
“Es momento del jardín”. (Primer momento en el que la vida nos refriega que no son nuestros, que solo somos un medio para que ellos puedan,” ser” por sí mismos…)