El Día Mundial del Cáncer de Tiroides se conmemora el 24 de septiembre de cada año. El principal motivo de la fecha es difundir información sobre esta enfermedad, que representa uno de los trastornos más recurrentes en las mujeres y que requiere un diagnóstico oportuno para evitar complicaciones. Cómo detectarla a tiempo y cómo llevar adelante el tratamiento.

La tiroides es una glándula endocrina que se encuentra en la base del cuello por delante de la laringe (por debajo de la nuez de Adán) y está formada por dos lóbulos unidos en la línea media. La tiroides mediante la secreción de hormonas a la sangre, es la encargada de regular el metabolismo corporal siendo fundamental para el correcto funcionamiento de todo el organismo.
En tanto, el cáncer de tiroides es un crecimiento anormal y no controlado de un grupo de células tiroideas, las cuales forman nódulos dentro de la glándula. En la mayoría de los casos, no se conoce la razón específica por la que se desarrolla el cáncer de tiroides. El único factor de riesgo que fehacientemente se conoce es la exposición a radiación ionizante, bien por irradiación terapéutica o por contaminación ambiental generalmente asociada a accidentes nucleares.

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«Cada día hay más evidencia de que las anormalidades epigenéticas adquiridas por efecto medioambiental participan junto a las alteraciones genéticas como causas de alteraciones de la función o expresión de genes en el cáncer en general y también en el cáncer de tiroides», desarrolla la Dra. Valeria El Haj.

¿Qué es la epigenética?

La epigenética es el estudio de los mecanismos que regulan la expresión de los genes sin una modificación en la secuencia del ADN. Los cambios epigenéticos pueden deberse a factores heredados, fármacos o influencias del medio ambiente como, por ejemplo, la alimentación, la exposición a contaminantes o el estrés. Por lo tanto, un gen puede ser activado o inactivado en el interior de nuestro cuerpo a partir de estados emocionales, biológicos, mentales, neurológicos, y de forma externa por factores como, la temperatura, altitud, traumas, tóxicos, radiaciones, bacterias y estilo de vida.
Existen errores en el proceso epigenético, que puede provocar la activación o el silenciamiento de genes causando alteraciones a nivel celular con el desarrollo de cáncer, trastornos metabólicos o degenerativos. En la actualidad, los hallazgos de la epigenética en cáncer de tiroides son utilizados para el diagnóstico, el pronóstico o para decisión terapéutica, ya que se están desarrollando fármacos que intervienen en estos mecanismos para el tratamiento de la enfermedad.
En nuestro país, y en relación con un trabajo realizado por el Servicio de Endocrinología del Hospital Churruca, se estima una incidencia de cáncer de tiroides de 6.7 casos (equivalente a 100.000 habitantes). Sin embargo, a pesar de este aumento, en las últimas décadas la mortalidad descendió más del 50%. Asimismo, en la Argentina, y según la última estadística realizada por la Agencia Internacional de Investigación sobre Cáncer (IARC), en 2018 se registraron casi 3.500 nuevos casos de cáncer de tiroides, de los cuales el 86% se diagnosticaron en mujeres.

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«Se calcula que esta enfermedad afecta tres veces más a las mujeres que a los hombres, y en mayor medida a aquellas entre 40 y 60 años. Esta predisposición en el sexo femenino estaría relacionada con variaciones hormonales y alteraciones en la autoinmunidad», comenta la profesional. Y agrega que: «Los signos y síntomas que se deben tener en cuenta son: la presencia de un bulto o nódulo palpable en la cara anterior del cuello (base de la garganta), dolor en la parte frontal del cuello, que algunas veces alcanza a los oídos, ronquera u otros cambios en la voz que persisten y trastornos en la deglución».
Aunque la gran mayoría de los nódulos tiroideos son benignos (no cancerosos), algunos sí pueden ser malignos y por ello, es imprescindible dirigirse a un endocrinólogo cuando existen los siguientes síntomas para que se pueda determinar la causa, descartar un cáncer de tiroides, y recibir tratamiento de ser necesario:

– Un bulto sobre la tráquea o en alguna otra zona del cuello.

– Dolor en el cuello, mandíbula u oído.

– Dificultad para respirar con la cabeza en una posición específica.

– Dificultad para tragar o dolor tras deglutir.

– Ronquera.

– Tos crónica que no se debe a un resfriado.

– Sensación de opresión desagradable al usar corbata, prendas de cuello cerrado, sensación de presión en la garganta.

– Síntomas que indiquen una disfunción de la glándula tiroides.

Diagnóstico

El diagnóstico se hace en base a una punción con aguja fina de un nódulo tiroideo o después que el nódulo es removido durante la cirugía. Una vez obtenido el diagnóstico, se determinará el tipo de tratamiento según el paciente. Aunque los nódulos tiroideos son muy comunes, menos de 1 en cada 10 contienen un cáncer de tiroides. En caso de tener antecedentes familiares, es necesario realizarse chequeos periódicos y tomar medidas de prevención como practicar auto chequeos para identificar posibles cambios en la forma y el tamaño de la tiroides. El único factor de riesgo científicamente comprobado es la exposición a radiación.

Tratamiento

Existen distintos tratamientos para los diferentes tipos de cáncer de tiroides, lo cual, le da una muy buena perspectiva de curación, alcanzando el 97% de efectividad. Una vez diagnosticado un carcinoma de tiroides o incluso en los casos en los que las pruebas diagnósticas no son concluyentes, pero se decida descartar un posible tumor, el siguiente paso será siempre la intervención quirúrgica.

Hoy en día existe el convencimiento de que la primera cirugía condicionará de forma significativa la evolución posterior del paciente y, por tanto, la curación o la posible aparición de mayores complicaciones. Además, es importante saber que, aunque estos tumores suelen avanzar muy lentamente, no realizar la operación o retrasarla en exceso supone un riesgo de progreso de la enfermedad y puede llevar a requerir una intervención en una fase más avanzada, o incluso de urgencia, en peores condiciones del paciente y, por lo tanto, con mayor riesgo quirúrgico.
«El principal tratamiento es la Tiroidectomía Total (extirpación de toda la glándula) y en casos seleccionados, la Hemitiroidectomia (mitad de la glándula)», indica la médica.

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Tratamiento quirúrgico

– Terapia de supresión hormonal: una vez extirpada la glándula tiroides, ésta no puede sintetizar hormonas de forma natural. Por lo tanto, se debe tomar una pastilla de por vida. Sin embargo, poca gente conoce que esa pastilla también cumple una función importante para prevenir recaídas. Efectivamente cuando hablamos del tratamiento con hormona externa hacemos referencia a dos factores:

– La necesidad de aportar de forma exógena hormonas tiroideas al organismo, tras la tiroidectomía total o parcial, a lo que nos referimos como terapia de sustitución.

– Y también la necesidad de prevenir el crecimiento de tejido tiroideo. Esto se consigue minimizando la TSH para impedir que se estimulen y crezcan las células tiroideas que haya en el organismo, independientemente de que sean sanas o no, por lo que se la conoce como terapia de supresión.

– Tratamiento con yodo radioactivo: el cáncer de tiroides tratado de manera adecuada tiene una sobrevida del 97% a los cinco años.

«Los exámenes de seguimiento periódicos son esenciales para todos los pacientes con cáncer de tiroides porque este cáncer puede recurrir, a veces muchos años después del tratamiento inicial aparentemente exitoso», finaliza la Dra. El Haj.