Karin Silvina Hiebaum – International Press
El desarrollo emocional de los niños queda mucho mejor cubierto cuando tienen padre y madre. La mayoría de los niños pueden afrontar mucho mejor sus emociones si disponen de diferentes adultos con los que relacionarse e identificarse.
Las relaciones que mantengan entre sí de los padres también son importantes para los hijos porque le enseñan al niño que las personas tienen que aprender a compartir. Los niños tienen que aprender que no pueden poseer para él en exclusiva a la persona con la que se quieren relacionar, aunque sólo sea porque esa persona ya está unida a alguien más. Todo aquel que haya tenido hijos sabrá la rivalidad real que puede surgir entre éstos y uno de los miembros de la pareja, sobre todo cuando son bebés. Pero los padres necesitan trabajar juntos para mostrar con una sola voz que forman una pareja y que ese lazo tiene una gran importancia para ellos y para la estabilidad de la familia. Los niños tienen que ver y sentir que el lazo afectivo y de buena relación que une a sus padres es una importante alianza que aparece en la relación familiar. Los padres deben comprender que gracias al mantenimiento de ese lazo el niño podrá sentirse feliz y llevar una vida hogareña estable.
Una relación triangular, además de ofrecer una mayor serie de posibilidades al niño, le ofrecerá una mejor oportunidad de aprender el valor de la diversidad. Si un niño tiene como progenitor a un solo miembro de la pareja, se verá limitado a lo que este pueda ofrecerle. La presencia de un segundo adulto, además de duplicar la oferta, hará que por medio del ejemplo y la negociación, el otro progenitor tenga la oportunidad de cambiar de posición, lo que, a su vez, enseñará mucho al niño.
También habrá momentos en que las capacidades y habilidades emocionales de uno de los miembros de la pareja serán más adecuadas que las del otro para algunos desarrollos del niño, y en otros casos, a la inversa. Así el niño tendrá lo mejor de cada progenitor (y el niño se enriquece con la aportación de los dos).
Pero hay que tener cuidado, ya que esto también puede ser objeto de abuso cuando el pequeño descubre que si hace las cosas de una determinada forma, enfrentará a la madre con el padre y así manipulará la situación según le convenga. Más de una pareja de padres no se dan cuenta de que su hijo está desarrollando este sutil juego delante de ellos mismos y solo se dan cuenta cuando se lo dicen desde fuera. Todo lo que saben es que las cosas van mal entre los dos, como padres o como pareja y entre ellos y el niño.
En lo que hemos comentado, hemos supuesto que la relación entre los padres es dinámica, comprometida y responsable. Pero puede ocurrir lo contrario.
Tener hijos pequeños es, en la actualidad, un período de prueba para la mayoría de la gente, y la situación puede convertirse en algo muy difícil a menos que la pareja mantenga buenas relaciones.
Las fisuras o desencuentros surgidas entre los padres van acompañadas por noches de insomnio, rabietas del niño, desacuerdos a la hora de educarlo, intrusión de parientes cercanos, problemas de relación, dificultades en el hogar, etc. Las grietas que se taparon con éxito antes de la llegada del niño pueden hacerse ahora mayores.
Lo que se quiere poner de manifiesto en este punto es la necesidad de que los dos padres estén de acuerdo, tengan puntos de vista comunes (aunque sea a través de negociaciones y pactos por la sana aceptación de las diferencias) y se comprometan a respetar y mantener los acuerdos educativos tomados respecto al hijo.
Si los padres mantienen una actitud educativa común (aun respetando sus diferencias) es más difícil que el niño aprenda hábitos inadecuados como: la manipulación y el chantaje emocional; así como será más fácil el desarrollo de aspectos de la personalidad como: la responsabilidad, la constancia, la tolerancia a la frustración, el esfuerzo, y los valores, etc.
Un solo miembro de la pareja como progenitor tiene mayores dificultades, pero no por ello han de ser insuperables. Un adulto solo, con un gran espíritu de sacrificio y muy consciente de la realidad, puede aportar todo aquello que normalmente habrían aportado los dos; pero resulta una tarea más compleja, difícil y agotadora. Si este es su caso, trate de conseguir la ayuda de otros adultos, quizá de los abuelos, o incluso de otros parientes cercanos. Los amigos también pueden ser valiosísimos. Mientras el niño disponga de más de un adulto al que tomar como referencia y con el que relacionarse, las cosas pueden salir muy bien y resultar muy gratificante y enriquecedor, emocional y relacionalmente, para el niño/a.