Karin Silvina Hiebaum – International Press

En estos 12 meses, Petro ha querido cambiar el modelo económico, negociar una paz absoluta y atacar a los sectores productivos a los que llama «señores feudales», así como cambiar la salud, las pensiones y el sistema laboral. El resultado ha sido adverso

Con menos del 30 % de respaldo, el presidente de Colombia, que cumple un año en el poder, mantiene firme su aspiración de refundar Colombia, bajo el eufemismo de las reformas.

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Después de un año en la presidencia de Colombia, Gustavo Petro es tan impopular como lo fue Gabriel Boric en sus primeros 12 meses, pero se niega a seguir el camino del chileno de rebajar las expectativas de cambio y ajustarlas a su realidad política.
Obtuso, continúa por el irrestricto plan de refundar cada una de las partículas de Colombia sin modificar un centímetro. Así como los Radicales –liberales seguidores del laissez faire en el siglo XIX– que tenían la aspiración de crear una Colombia distinta a la de Bolívar. Lo que hace recordar las tesis de Rafael Núñez –quizá el mejor político de la historia del país– de que una cosa es refundar y otra reformar.
Bajo el gobierno del «cambio», en estos 12 meses, Petro ha querido cambiar el modelo económico, negociar una paz absoluta y atacar a los sectores productivos a los que llama «señores feudales», así como cambiar la salud, las pensiones y el sistema laboral.
Su política haya sido perseguir al sector de los hidrocarburos
El resultado, para él, ha sido adverso. Los hechos lo demuestran. La inversión en petróleo y carbón ha aumentado en Colombia, así su política haya sido perseguir al sector de los hidrocarburos. Las negociaciones de paz con el multi-crimen, mientras tanto, parecen inoportunas en medio de la inseguridad en todo el país; es que el crimen hoy es más rentable que nunca. Y los empresarios están, en gremios y foros, más unidos.

De tanto buscar el cambio, Petro se ha vestido de político tradicional. Con presupuesto y a cambio de apoyo parlamentario para aprobar sus reformas (salud, pensiones y laboral), ha negociado puestos burocráticos con congresistas –al final esta es la política de verdad en Colombia–. Las negociones siguen estancadas.
20 de julio, día de la Independencia

En su discurso ante el Congreso el 20 de julio (día de la Independencia), Petro dijo que «es el momento de ceder». Pero no aclaró quién debe bajar la guardia. Supone uno que se refiere a sus contrarios: «las élites», «los empresario» y los «señores feudales». Lo que aleja cualquier posibilidad de conciliar nuevas reformas, menos estatistas.
El presidente de Colombia eventualmente podría reconducir el camino y sentarse a negociar un «acuerdo sobre lo fundamental»; lema que inventó, en los 90, Álvaro Gómez Hurtado para conversar entre distintos, no entre amigos.
Hijo de un acuerdo de paz, a Petro, sin embargo, le cuesta reconocer que el país no ha sido un proyecto fallido y que muchos, conscientes de las imperfecciones, están dispuestos a defender los avances y reformar las instituciones, sin caer en la tentativa caudillista de la refundación de la patria.

Veraneo en Florencia

Con menos capital popular y una impopularidad al alza, Petro llegó a la presidencia de Colombia dizque hacer «historia» y gobernar para los sectores populares, a los que él llama «pueblo».
Pero las masas no le caminan. Basta ver las últimas marchas convocadas por él: plazas a medio llenar con burócratas de la administración que aplauden sus ataques contra la clase media, a la que ellos pertenecen. «Traición de clase», como la de Petro, que duerme entre plumones de ganso como cualquier cortesano de la Florencia de los Medicci, a donde él suele ir de vacaciones.