Argentina, paso a paso, empieza a reconstruir su futuro, a pesar de las mafias internas y de aquellos enemigos del trabajo y del esfuerzo individual
El presidente Javier Milei avanza paso a paso, en su propósito por erradicar las mafias y los parásitos que han tenido capturada a la Argentina por décadas.
Con un discurso más sosegado que en sus primeros días de campaña, Javier Milei ha llegado a la presidencia de Argentina con la voluntad de poner en marcha reformas radicales que requieren un cambio del modelo de Estado instaurado durante cuatro décadas desde el retorno de la democracia. A partir del 10 de diciembre sus teorías libertarias tuvieron y tienen como terreno de juego un país asolado por la inflación y los niveles de pobreza, poniendo a prueba la capacidad de responder a la grave situación económica que ha llevado a los votantes a abrazar una esperanza puesta en lo inexplorado.
Los argentinos entregaron la presidencia de Argentina a Javier Milei con un contundente 55,7% de los votos. Su contrincante, el ministro de Economía Sergio Massa, que llevaba año y medio pilotando una economía con una inflación de tres dígitos (alrededor del 140%) y unos niveles de pobreza por encima del 40%, no consiguió arrastrar el voto del miedo a lo desconocido que atribuían al candidato libertario. Con el apoyo decidido del partido Propuesta Republicana (PRO) capitaneado por el expresidente Mauricio Macri y la candidata apeada de la carrera presidencial en la primera vuelta, Patricia Bullrich, Milei ganó en prácticamente todo el país con la excepción de la Provincia de Buenos Aires, bastión peronista, además de Santiago del Estero y Formosa, que retuvo Massa aunque por un margen limitado. El resto, desde Patagonia a Misiones, se entregó a Milei como encarnación del cambio frente a la asfixiante situación que vive Argentina con un gobierno endeudado y deficitario. La derrota de Massa es un fracaso del peronismo como formación hegemónica, aunque aún conserva la primera fuerza política en el Congreso y en el Senado, pero ha ido perdiendo poder territorial. La apuesta por Milei es también un voto de castigo al modelo kirchnerista de Estado interventor y con una extensa base de red clientelar, liderado por la aún vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner.
Milei ha prometido cambios radicales en el modelo de Estado que suponen una reducción de todo el aparato institucional para limitar el papel del gobierno a lo mínimo necesario. Es lo que denominó el “paquete motosierra”. Además de reducir los ministerios de los actuales 18 a 8, también ha prometido privatizar las empresas estatales, incluida la petrolera YPF, y rebajar los impuestos. Esta deconstrucción del Estado tiene su corolario con el cierre del Banco Central y la dolarización de la economía, y para ello ha fichado al economista Emilio Ocampo, que contará con un plazo más amplio al inicialmente previsto para llevarlo a cabo. Estabilizar la economía y evitar el riesgo de una hiperinflación es la primera tarea a la que se enfrentará el nuevo gobierno. Para ello prepara una terapia de shock que implica un ajuste del gasto público de hasta un 15% del PIB. El gobierno de Alberto Fernández, hoy en funciones, propuso un proceso de transición rápido, aunque Milei les conminó a que asuman sus responsabilidades hasta el día en que él ocupe la presidencia el 10 de diciembre.
Milei ya ha empezado a desvelar los nombres de los que le acompañarán en el gobierno, pero quedan por aclarar los pactos con el PRO y otros sectores de provincias que le dieron su apoyo en la elección y a los que necesitará para gobernar. La Libertad Avanza (LLA) es una formación política novel y su presencia en las cámaras legislativas se limita a 38 diputados (sobre un total de 257) y 8 senadores sobre 72. La coalición de Juntos por el Cambio se rompió durante la segunda vuelta presidencial por el apoyo incondicional del PRO a Milei, mientras que sus socios de la Unión Cívica Radical (UCR) y la Coalición Cívica se manifestaron neutrales y han decidido ejercer una oposición responsable. En este sentido, se está produciendo una revisión del mapa político tanto en el nuevo oficialismo que se escora a la derecha, como en la futura oposición, con una necesaria reconfiguración del espacio de centro y del propio peronismo tras la derrota.
A la ideología liberal en lo económico Milei ha incorporado posicionamientos de la extrema derecha. Así, ha planteado volver a penalizar el aborto; niega que el cambio climático esté relacionado con la actividad humana; es contrario a las políticas de género y de apoyo a las personas LGBTIQ+; y defendió la libre tenencia de armas (aunque eso lo retiró posteriormente). Pero las mayores críticas le vienen por sus declaraciones afirmando que las desapariciones de la dictadura fueron excesos policiales y no una política del gobierno. Por ello, junto a los argumentos de su compañera de campaña como vicepresidenta, Victoria Villarruel, que abiertamente rechaza el discurso sobre derechos humanos de las victimas de la dictadura, han sido acusados de ser un peligro para la democracia. Se añaden, además, los apoyos recibidos por líderes de la extrema derecha mundiales como Donal Trump, Jair Bolsonaro, Santiago Abascal, el Chileno José Antoni Kast, o la italiana Giorgia Meloni. Eso le sitúa en la órbita del auge internacional de la extrema derecha y puede tener consecuencias en sus relaciones internacionales, especialmente con China, uno de los principales socios del país durante el gobierno peronista. Milei ha afirmado que no se unirá al bloque de los BRICS al que pretendía incorporarse el actual gobierno. También ha habido desencuentros con el presidente de Brasil, Lula da Silva al que ha acusado de comunista y corrupto. Milei, en cambio, se declara amigo de Estados Unidos e Israel a los que ha anunciado que hará sus primeros viajes.
Sin embargo, la principal preocupación del gobierno de Milei será la economía. El caudal de votos que recibió en la segunda vuelta, que supone un trasvase importante de apoyos respecto a la primera, quiere soluciones a sus problemas y los quiere a corto plazo. Ha llegado el momento en que el profesor universitario, que ha repetido hasta la saciedad sus teorías citando a los clásicos del liberalismo y de la escuela de Austria fundada por Carl Menger, los lleve a la práctica. Para ello tendrá que negociar y acomodar a diferentes sectores, pero ha afirmado que no habrá concesiones “gradualistas” como las que se hicieron durante el gobierno de Macri. Milei llega a la presidencia con un bagaje de legitimidad que le proporciona su contundente victoria. Sin embargo, el tiempo corre rápido y la paciencia de los argentinos está agotada después de tantas crisis reiteradas. Los ajustes que propone Milei tienen un coste social, él lo sabe y dice que está dispuesto a explicarlo y a tratar de convencer de que es la única solución para salvar al país y volver a convertirlo en una potencia mundial. Pero también es consciente que habrá resistencias de sectores contrarios a los ajustes, y que el peronismo lo aprovechará para desgastarle. Mientras conserve la esperanza de una parte de la población podrá impulsar su agenda liberal, pero si no hay resultados pronto los apoyos se volverán volátiles. Como la actual política argentina.
Esta semana, se llevó a cabo el primer «paro general» convocado por sindicatos y organismos que salieron derrotados en las últimas elecciones presidenciales. Los convocantes a la marcha, querían parar el país, pero sólo lograron una mediocre asistencia –entre 40 mil y 80 mil en Buenos Aires–.
Por su parte el Congreso de la Nación, con amplia mayoría opositora, hace lo posible por dificultar los planes del nuevo presidente y su equipo de gobierno.
Argentina llegó a niveles de pobreza nunca antes vistos en su historia, con millones de empleados públicos con beneficios discriminatorios y niveles de ineficacia tremendos. Las centrales obreras han sido el epicentro del apoyo que tuvo el kirchnerismo, en que los gobiernos de turno concedían beneficios a cambio de colaborar con un Estado dominante, principal enemigo del desarrollo.
El nuevo presidente fue de menos a más. Cuando inició su campaña presidencial, se habló de un loco desatado. Más tarde y dada la gravedad de la crisis interna, se le escuchó con atención y posteriormente, se le eligió con votación arrolladora presidente de la República. Milei nombró un gabinete de muy buen nivel y empezó a hacer lo único sensato en la Argentina: ponerse a trabajar.
El paso de Milei por Davos, dejó impresionados a líderes europeos y a todos aquellos defensores a ultranza de la agenda 2030
Argentina, paso a paso empieza a reconstruir su futuro, a pesar de las mafias internas y de aquellos enemigos del trabajo y del esfuerzo individual. Para Sudamérica es muy importante que a Argentina le vaya bien, pues de alguna forma el equilibrio y el futuro del continente, están afectados por lo que sucede en Venezuela, Cuba y Nicaragua, cuyas dictaduras inciden directa e indirectamente, en la política de otros países.
Milei y su equipo sabían que la tarea sería difícil, pues tener enemigos dentro de casa es complejo y sobre todo cuando a esos enemigos no les interesa el futuro de Argentina, sino más bien, conservar sus beneficios y prebendas.
La monumental deuda externa, los subsidios masivos que distorsionan la economía y altos niveles de corrupción a todo nivel, son escollos que tendrá que ir resolviendo el nuevo presidente. Ojalá que los líderes europeos y los defensores de la libertad, comprendan que Argentina se juega su última carta. O sale airoso, o en Hispanoamérica un país importante dejará de serlo, sumándose a la lista de países fracasados por la opresión de un Estado ineficaz.
Desde Chile, país que comparte más de 4.000 kilómetros de frontera con Argentina, y que enfrenta también una crisis interna, le deseamos a los argentinos un mejor futuro. Unos pocos han disfrutado de un país rico, mientras la gran mayoría ha sufrido hasta el infinito. Suerte Milei, el mundo te observa.