El primer ministro israelí ha priorizado en todo momento la ejecución de sus dos objetivos: la liberación de los rehenes y «erradicar» a la organización islamista, pero ahora busca una salida a la guerra
l futuro de la Franja de Gaza o el día después de Hamás, como gusta referirse en el Ejecutivo de Benjamin Netanyahu, es todavía un gran misterio. Desde el inicio, el pasado mes de octubre, de la guerra entre Israel y Hamás se han esbozado multitud de planes. Los países más influyentes en la zona han querido formar parte de este futuro y han presentado sus propias hojas de ruta. Estados Unidos, Egipto, Qatar, Reino Unido e incluso la Unión Europea no han querido quedarse sin su trozo del pastel en Oriente Medio.
Pero la última palabra la ha tenido siempre el primer ministro israelí. Sin el visto bueno de Netanyahu no hay propuesta que valga y, hasta hora, se ha mostrado reacio a plantear ningún futuro para el enclave mediterráneo. El mandatario ha defendido siempre le ejecución de los objetivos que se impusieron en el inicio de la ofensiva, hace ya casi cuatro meses. Estos serían la liberación de todos los rehenes en manos de Hamás y «erradicar» a la organización islamista en el enclave.
El Ejército israelí no ha conseguido completar ninguno. Se calcula que aún quedan cautivos unos 136 israelíes, de los que unos 20 estarían muertos, mientras que, en el plano militar, Israel no ha conseguido «eliminar» a los líderes islamistas del enclave, Mohamed Deif y Yahya Sinwar, los cerebros del ataque del pasado 7 de octubre contra el Estado judío. Ante este evidente bloqueo y un aumento de la presión entre la opinión pública y la sociedad, Netanyahu ha esbozado la fórmula para salir de la trampa en la que se ha convertido Gaza.
La hoja de ruta, desvelada por el medio israelí The Jerusalem Post, plantea la creación de un «Gobierno militar israelí integral» en la Franja. Este sería el encargado de suministrar la ayuda humanitaria a la población civil durante «un periodo de transición». En una segunda fase, se formaría una coalición árabe internacional, que incluirá a Arabia Saudí, Egipto, Marruecos, Emiratos Árabes Unidos y Bahréin. Todos estos países mantienen relaciones diplomáticas con Israel. De hecho, muchos de ellos formaron parte de los Acuerdos de Abraham, auspiciados durante la Administración de Donald Trump, menos Riad que estaba a punto de anunciar la normalización de relaciones con el Estado judío, cuando estalló el conflicto.
Israel pretende que esta coalición de países árabes acabe moldeando un Gobierno en la Franja de Gaza formado por una «nueva Autoridad Palestina». Sin embargo, el país hebreo se guarda el derecho de poder realizar «operaciones de seguridad en Gaza», en otras palabras, incursiones militares como las que ya lleva a cabo en Cisjordania, «siempre que surjan necesidades operativas para contrarrestar el terror o las infraestructuras terroristas», aclara el medio israelí. Sin ir más lejos, ayer, un comando de operaciones especiales del Ejército israelí se infiltró en el hospital Ibn Sina de Yenín donde mataron a tres milicianos de Hamás.
Los soldados iban vestidos de médicos, enfermeros y mujeres palestinas cuando entraron, de madrugada, en las instalaciones sanitarias, en una operación que no duró más de diez minutos, y provocó una situación de auténtico terror en el interior del sanatorio. Israel aseguró, a través de un comunicado, que la incursión tenía como objetivo «una célula terrorista que se escondía en el hospital Ibn Sina y planeaba llevar a cabo un ataque terrorista». Los milicianos fueron identificados como Mohamed Jalamneh, un importante miembro de Hamás, y loshermanos Ghazawi, vinculados a la Yihad Islámica.
Volviendo al plan de Netanyahu para Gaza. Israel también incluye reformas para Cisjordania en lo correspondiente a la educación, la administración y «la gestión del terror». Una vez se hayan cumplido todas estas fases, Netanyahu se abre, por primera vez, a reconocer un Estado palestino, en un período de tiempo de entre dos a cuatro años. Pero con cortapisas, la nueva nación palestina estaría delimitada dentro de los territorios de la Autoridad Nacional Palestina y está por ver qué pasará con los asentamientos de los colonos judíos.
El tiempo corre en contra del primer ministro israelí, que también está agotando la paciencia de sus aliados más férreos como Estados Unidos o Alemania. El goteo de muertos en Gaza, que se elevan ya a más de 26.000, según el Ministerio de Sanidad de Hamás, y el alto nivel de destrucción en la Franja ponen al Ejecutivo israelí contra las cuerdas. Los contactos para llegar a un alto el fuego con la organización islamista se han redoblado y, según publican los medios hebreos, el acuerdo estaría cada vez más cerca. Hamás e Israel se atascan en los detalles, mientras tanto Occidente y los países árabes esperan que esta nueva tregua acabe convirtiéndose en un alto el fuego permanente.