El último informe del Instituto Internacional de Estudios Estratégicos advierte de que el mundo se encamina hacia una «década más peligrosa». El Debate ha recurrido a sus expertos para analizar la actual coyuntura
El mundo afronta un escenario bélicosin precedentes con dos guerras abiertas y múltiples focos propensos a explotar en cualquier momento. El equilibrismo es prácticamente imposible. La guerra entre Israel y Hamás, la invasión rusa de Ucrania –que ya va camino de cumplir los dos años– y las crecientes tensiones entorno a China e Irán presagian «una década más peligrosa» para el mundo, alertó el pasado martes el Instituto Internacional de Estudios Estratégicos (IISS, por sus siglas en inglés).
Cabe mencionar la amenaza cada vez más real que representa para Occidente Corea del Norte, bajo el régimen de Kim Jong-un. El pasado mes de enero, el dictador norcoreano rompió con décadas de diplomacia política y declaró a su vecino del sur como «principal enemigo». Una declaración que hace añicos el sueño de una reunificación de la península de Corea. En su balance militar, publicado este 2024, el IISS señala que el mundo entero entró el pasado año en «un entorno de seguridad altamente volátil».
El IISS asegura que China se ha vuelto «más asertiva» y que incluso se ha atrevido a sobrevolar Estados Unidos –su principal rival– con un globo de vigilancia a gran altitud y desplegar buques cerca de las costas estadounidenses, mientras que ha seguido modernizando su defensa e intensificaba su compromiso diplomático. China consiguió mediar entre Irán y Arabia Saudí, que entablaron relaciones, rotas desde 2016. No hay que olvidar que la inestabilidad regional afecta a otras partes del mundo, generalmente, olvidadas.
Cabe mencionar la amenaza cada vez más real que representa para Occidente Corea del Norte, bajo el régimen de Kim Jong-un. El pasado mes de enero, el dictador norcoreano rompió con décadas de diplomacia política y declaró a su vecino del sur como «principal enemigo». Una declaración que hace añicos el sueño de una reunificación de la península de Corea. En su balance militar, publicado este 2024, el IISS señala que el mundo entero entró el pasado año en «un entorno de seguridad altamente volátil».
El IISS asegura que China se ha vuelto «más asertiva» y que incluso se ha atrevido a sobrevolar Estados Unidos –su principal rival– con un globo de vigilancia a gran altitud y desplegar buques cerca de las costas estadounidenses, mientras que ha seguido modernizando su defensa e intensificaba su compromiso diplomático. China consiguió mediar entre Irán y Arabia Saudí, que entablaron relaciones, rotas desde 2016. No hay que olvidar que la inestabilidad regional afecta a otras partes del mundo, generalmente, olvidadas.
Desde el IISS recuerdan que África sufrió golpes de Estado en Níger y Gabón, y los regímenes militares controlan ahora un cinturón que atraviesa el Sahel. La inestabilidad y la violencia ha provocado que Naciones Unidas pusiera fin a sus operaciones en Mali, a la que hay que añadir la presión política del nuevo régimen. Con este escenario, El Debate ha recurrido a sus expertos a quienes les ha trasladado una simple pregunta (quizás no tanto): ¿estamos cerca de un tercer conflicto global?
Aquilino Cayuela
Sí. Los pronósticos de que China ocupe Taiwán se sitúan en 2027, aproximadamente la misma fecha en la que se contempla un inevitable choque entre Rusia y la OTAN. El año 2024 se abre con la guerra de Ucrania, de Israel en Gaza, un creciente conflicto en el mar Rojo y fuertes tensiones entre Irán y Pakistán, que amenazan con extender un grave conflicto en Oriente Medio.
Hay tensión fronteriza entre India y China, Serbia con Kósovo y entre las dos Coreas. Existen conflictos abiertos entre Armenia y Azerbaiyán, en los territorios kurdos de Turquía, en Siria, Yemen, Sudán del Sur, República Centroafricana, Birmania y alta inestabilidad en el Sahel. Hemos entrado en una era de conflicto con el riesgo de extenderse a una gran guerra.
Carmen de Carlos
La amenaza siempre existe, pero que esta se concrete, al menos antes de las elecciones de Estados Unidos, lo veo poco probable. Tampoco aprecio esa posibilidad una vez que se conozca si Joe Biden permanece en la Casa Blanca o Donald Trump vuelve a su antiguo hogar o, quién sabe, se produce la sorpresa de que no sea ninguno de los dos octogenarios la persona que tome las riendas de la todavía primera potencia mundial.
Es cierto que vivimos tiempos de sangre y tensión que dan motivos sobrados para preocuparse. Pero también lo es que, aunqueVladimir Putin sea perverso no es un loco y que a Xi Jing Ping no le conviene que estalle un polvorín de dimensiones y efecto dominó equiparable a una Tercera Guerra Mundial. Lo mismo podría decirse del régimen de los ayatolás y su odio a Israel. Irán, por mucho que ponga el grito en el cielo del fundamentalismo islámico y arroje leña al fuego del terrorismo afín, tiene sus propios problemas internos como para tratar ahora de buscar o querer provocar un conflicto global de consecuencias imprevisibles.
Juan Rodríguez Garat Almirante (R)
¿Una Tercera Guerra Mundial? Hay quien dice que ya ha comenzado. Pero ni la invasión de Ucrania, ni la guerra de Gaza y todos los conflictos que lleva asociados, ni las crisis políticas alrededor de Taiwán se acercan a ese enfrentamiento que podría destruir la humanidad. Como mucho, estamos en una nueva Guerra Fría entre dos bloques poco cohesionados: las democracias en un lado, con todos los problemas que tienen para ponerse de acuerdo; y, en el otro, los regímenes totalitarios que, obedeciendo a aquello de «Dios los cría y ellos se juntan», forman extrañas alianzas entre los líderes teocráticos de Irán, el imperialismo ruso y el inclasificable comunismo coreano.
¿Puede producirse en los puntos calientes que hoy existen una chispa que incendie el globo? No. A pesar de las palabras de unos y otros, nos tranquiliza la prudencia con que controlan toda posible escalada. Las guerras son luchas por el poder, y nadie ignora que una Tercera Guerra Mundial la perderíamos todos.
Ramón Pérez Maura
Yo creo que la Tercera Guerra Mundial ya no es una posibilidad sino una probabilidad. Que un dirigente como Putin haya podido realizar todas las ofensivas que lleva perpetrando desde hace tres lustros sin apenas contestación occidental le hace creer que tiene una superioridad incontestable sobre las democracias a las que considera corruptas. Añadamos a ello que es más que probable que el próximo presidente de los Estados Unidossea de nuevo Donald Trump y veremos en la Casa Blanca a un hombre que no quiere invertir un céntimo en frenar a Putin. Durante cuatro años Putin no tendrá contrapeso, pero cuando se jubile Trump habrá que reaccionar y ya solo quedará el uso de la fuerza.
Gustavo Morales
La eventualidad de un conflicto mundial es reducida, hay mucho que perder, excepto para los desahuciados. Aunque recordemos que el juego automático de alianzas y un incremento del militarismo llevó a Europa en los primeros años del siglo XX a la Gran Guerra y como consecuencia a la destrucción de tres imperios estabilizadores y a la extensión del comunismo y del fascismo que marcaron el resto del siglo.
La democratización de Naciones Unidas eliminando el derecho de veto de los vencedores de la Segunda Guerra Mundial, más Francia y China, y la reasignación de objetivos de la Alianza Atlántica pueden retrasar el reloj del fin del mundo. Las recientes lecciones de la guerra en Siria, Irak, Afganistán, Ucrania e Israel prueban la dificultad de una victoria al viejo estilo. Ninguna potencia mejoraría su actual situación.
¿De verdad viene el lobo ruso?
Lo primero que tenemos que recordar para intentar dar respuesta a estas preguntas es el optimismo natural de las dictaduras. ¿Hay en la historia de la humanidad algún tirano que haya prometido el fracaso de su régimen?
El fracaso del contraataque ucraniano del pasado otoño –que a nadie debería haber sorprendido dado el equilibrio de las fuerzas en el frente– y el relativo optimismo del que hace gala el Kremlin de cara a la reelección de Putin, han provocado una cascada de voces en diversos países europeos que nos alertan de que viene el lobo ruso. Son voces, desde luego, muy minoritarias, pero notables por la categoría de quienes han hecho pública su preocupación, algunos de ellos militares en activo de alta graduación.
Ya se habían dicho cosas parecidas, con mayor fundamento, en los primeros días de la invasión. Pero, ¿y si, como ocurrió en el conocido cuento infantil, esta vez es verdad? Sabemos que Ucrania, la barrera que hoy nos separa del lobo ruso, tiene problemas de recursos, de armamento y de movilización. ¿Quién no los tiene en una guerra larga? Pero ¿son suficientes las dificultades de Kiev para justificar la aparente confianza del presidente Putin? ¿Hay algo más detrás de su postura?
‘Juan de los muertos’
Lo primero que tenemos que recordar para intentar dar respuesta a estas preguntas es el optimismo natural de las dictaduras. ¿Hay en la historia de la humanidad algún tirano que haya prometido el fracaso de su régimen? ¿Qué fue de la «madre de todas las batallas»? ¿Cuánto duró el Reich de los mil años?
Quizá alguno de los lectores haya visto la película Juan de los muertos, del director cubano Alejandro Brugués. En clave de humor, nos cuenta la historia de Juan, un ingenioso emprendedor que se hace cargo de los cuerpos de los seres queridos de sus clientes en medio de una epidemia de zombis que sufre La Habana. Una epidemia de la que el gobierno, como no, informa como si se tratara del ataque de un grupo de contrarrevolucionarios dirigidos por los EE.UU.
¿Hay en la historia de la humanidad algún tirano que haya prometido el fracaso de su régimen?
La escena que guardo en la memoria, hacia el final de la película, tiene lugar en la azotea de un edificio. La radio oficial anuncia que los contrarrevolucionarios han sido derrotados y que los ciudadanos pueden volver a sus trabajos. Incrédulo –el escepticismo es un producto inevitable de las continuadas mentiras de los regímenes dictatoriales– el protagonista echa una mirada al exterior y ve las calles de La Habana atestadas de zombis. ¿Qué vería Juan de los muertos desde la azotea del Kremlin después de oír a Putin prometer, por enésima vez, que Rusia derrotará a todos sus enemigos, ya se trate de Ucrania o de Occidente?
Impotencia militar
Lo primero que advertiría el hombre es que, en la operación especial de Putin –término que, con la resignación de los pueblos sometidos, fingiría creer porque, en caso contrario, estaría en la cárcel– pasa el tiempo y se acumulan los cadáveres en ambos bandos, pero no termina de desnivelarse la balanza. No hay resultados suficientemente relevantes para justificar tal carnicería. Ni desnazificación ni desmilitarización ni liberación.
En el frente terrestre, como ocurrió durante elcontrataque ucraniano, apenas se avanza. Putin dice que sí, pero tampoco es que eche las campanas al vuelo. En una reciente visita a San Petersburgo ha asegurado que las fuerzas rusas avanzan «casi cada día, poco a poco». Como lo hicieron las ucranianas hasta que, agotadas las reservas, dejaron de hacerlo. Dice además que sus soldados luchan «de manera armoniosa y con confianza». ¿Tenemos que creerle o tomar sus palabras como las del gobierno cubano de la película?
Como referencia, y por no remontarnos al pasado, nos sirve otra declaración hecha estos días en la misma ciudad. En la tardía, pero oportuna inauguración de un monumento a las víctimas de los nazis en el sitio de Leningrado, Putin nos ha asegurado que Rusia persigue alcanzar «las aspiraciones de millones de personas, en todo el planeta, de verdadera libertad, justicia, paz y seguridad». Dicen que la realidad supera a la ficción y, a menudo, es verdad. ¿No es esto mejor que lo de los zombis contrarrevolucionarios?
En la mar, la Flota del Mar Negro no solo no avanza, sino que retrocede. En los últimos meses, Putin parece haber renunciado al bloqueo de los puertos ucranianos, a los que ya ni siquiera contempla en su errática campaña de bombardeos. Como prueba de su fracaso, se ha publicado estos días que Ucrania ha obtenido en el pasado mes de diciembre los mejores resultados del corredor marítimo entre Odesa y los estrechos turcos –hoy unilateral, después de la retirada de Rusia del acuerdo negociado con la ONU– en toda la guerra.
Es, sin embargo, en el aire donde se hace más evidente el fracaso ruso. ¿Cómo hay que entender que, dos años después de comenzada la guerra –no estamos en Rusia y podemos llamar a las cosas por su nombre– lo mejor que pueda hacer Putin para proteger a los ciudadanos vulnerables en Belgorod es facilitar su evacuación? Pues eso es, exactamente, lo que ha hecho en las últimas semanas.
Es en el aire donde se hace más evidente el fracaso ruso
Se debate estos días lo ocurrido con el derribo de un avión militar de transporte ruso, bien dentro de su territorio –70 Km al nordeste de Belgorod– que seguramente llevaba a bordo 65 prisioneros de guerra ucranianos. Su muerte es, desde luego, responsabilidad rusa, que tiene la obligación de protegerlos de acuerdo con el Derecho Internacional Humanitario. El Kremlin asegura que había un acuerdo para garantizar la seguridad del avión que, insisto, estaba bien dentro del territorio ruso. ¿Tan mal están las cosas para la aviación de Putin que necesitan permiso de Kiev para volar dentro de sus fronteras? Parece que sí.
En cualquier caso, si existe tal acuerdo, tendrán pruebas, porque no basta dejar un mensaje en un contestador automático. Mientras no lo hagan, creeremos a Zelenski cuando dice que «es obvio que los rusos están jugando con las vidas de los prisioneros ucranianos». ¿Lo ha hecho a propósito Putin? Seguramente no. Eso ya ocurrió en Olenivka y ha sido condenado por la ONU. ¿Por qué repetirlo? En este caso, parece que se trata de una combinación, en absoluto inusual, de impotencia e incompetencia. Una combinación que le pasaría factura al dictador sino fuera porque la misma impotencia se vive en Ucrania. La historia nos enseña que las guerras nunca las gana el mejor, sino el menos malo.
Cuando, en las primeras fases de la invasión rusa, publiqué un artículo que llevaba por título Tablas sin gloria, no fue solo la habitual cohorte de alborotadores prorrusos la que protestó ruidosamente. También algunos partidarios del régimen de Kiev aseguraron, con la vehemencia propia de las redes sociales, que ni siquiera se molestarían en leer un artículo con semejante título. Aquellos tiempos han pasado y, en este momento, incluso en Ucrania, son muchas las voces que reconocen que no es posible expulsar a las atrincheradas tropas de Putin por medios exclusivamente militares. Hay que resistir, como en su día hicieron norvietnamitas y afganos, hasta que sea la sociedad rusa la que, harta de la guerra, decida cambiar de régimen y reemprender el buen camino.
Descomposición política
Y ¿cómo le va al régimen ruso? La pregunta es importante, porque es cierto que, después de dos años de guerra, los «buenos» –entendiendo por tales a quienes actúan en legítima defensa, que los adultos no deberíamos creer en un mundo de buenos y malos– están cansados. Afortunadamente, para quien quiera prestar atención, el Kremlin también da síntomas esperanzadores.
El más importante de estos síntomas es el incremento de la represión. A las duras penas de cárcel a quien se atreva no ya a criticar, sino a citar la guerra por su nombre, se acaba de unir una propuesta de la Duma que, sin duda, será aprobada en breve: la de requisar los bienes de los desafectos.
El desapego de la sociedad rusa, buena parte de la cual seguramente no se cree que su futuro como nación esté más en juego en Ucrania que en Moscú, se pone de manifiesto por su resistencia a la movilización. Como hemos dicho a menudo, si el Ejército ruso tiene que recurrir a convictos, inmigrantes o mercenarios para completar sus filas no es porque le guste, sino porque la ciudadanía no apoya la guerra. Al menos no hasta el extremo de coger el fusil.
Sin embargo, el arresto y condena de todos los posibles «palomas» da un peso político abrumador a los «halcones» dentro de la sociedad rusa. Por eso, el único debate público que, hasta cierto punto, venía tolerándose era el de los «halcones» más agresivos frente a los moderados, entre los que se encuentra un Putin al que muchos extremistas consideran demasiado contemporizador.
Una opinión sobre “Tambores de Guerra Mundial: ¿estamos cerca de un tercer conflicto global?”
Los comentarios están cerrados.
He leido atentamente como se concibe la posibilidad de una tercera guerra mundial. Las preguntas que vienen a mi mente son: Y donde estan los organismos a los que se les paga para mantener la paz? Este es el momento de actuar! No despues que se ha desatado el conflicto! Entonces es cierto que hemos dejado que el mundo lo manejen los burocratas, y aquellos que responden a intereses particulares.
Debemos eliminar los organismos publicos que no pueden evitar lo peor de la humanidad: la muerte del hombre por el hombre. Se han convertido en organismos que prefieren tener prestigio, status, buen pasar y que realmente solo sirven a los poderes centrales y no a la humanidad.
Agradezco la oportunidad que se me da para presentar mi opinion.
Cordiales saludos
Claudia A. del Valle
Bahia Blanca
Argentina
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