Buenos Aires

El emblemático rompehielos «Almirante Irízar» tuvo su final feliz tras una década de inactividad por el incendio que devoró su ingeniería en 2007. Hoy, el ministro de Defensa, Oscar Aguad, fue a recibirlo a los astilleros de Tandanor. El buque de la Armada llegó luego de diez días de navegar a prueba la Antártida, adonde volverá para su primera campaña de verano ya reparado. En el medio hubo una historia de reparaciones, demoras y alquileres que le costó al Estado argentino 248 millones de dólares.

«El buque demostró estar en perfectas condiciones, ha roto hielos de hasta cuatro metros de espesor, y ha hecho funcionar sus motores, motores que son nuevos. El barco está digitalizado. Sentimos la satisfacción de tener una alta capacidad tecnológica y humana como para que un barco de esta naturaleza se pueda haber hecho casi a nuevo en un astillero argentino», señaló este jueves el ministro. Si bien no está confirmado, es posible que él y el presidente Mauricio Macri visiten la Antártida durante el verano 2017-2018.

Más allá del abrazo que le ha dado al reparado y modernizado buque, la nueva gestión de Aguad no oculta que la larga reparación del Irízar es también una historia amarga, llena de misterios e irregularidades, en las que no ahondó la Justicia.

Dudas

Según los números proporcionados a Clarín por fuentes castrenses, la reparación del rompehielos costó al final 105 millones de dólares, y las campañas antárticas efectuadas durante el gobierno kirchnerista con barcos y helicópteros extranjeros -entre ellos el ruso Vasily Golovniv – sumaron otros 142,9 millones de dólares. En total, el Estado gastó unos U$S 248 millones de dólares en una década, cuando un buque nuevo podría haberse adquirido por entre U$S 120 y U$S 150 millones, mientras se reparaba el Irízar de otra manera.

En Defensa existe un pormenorizado detalle aún no difundido que podría arrojar precisiones de cómo se gastó cada peso y dólar desde que el buque fue remolcado a la base aeronaval de Puerto Belgrano, en Bahía Blanca en 2007 y años después a Tandanor. Sobre todo, resta dilucidar por qué hubo obras de ingeniería eléctrica que comenzaron y se cancelaron para luego reiniciarse con una u otra empresa.

También se podría saber qué ocurrió con una causa que se abrió en la Justicia contra el ex ministro de Defensa, Arturo Puricelli, y contra su hijo, cuyo destino se desconoce. En su momento, Puricelli cambió de la noche a la mañana la concesión del alquiler de los buques a los rusos, y los reemplazó por un barco polar alquilado a los suecos. Lo cierto es que en la transición, y la marcha atrás, se perdió tiempo y dinero, ya que además se judicializaron también algunas de las obras.

Al llegar el radical Julio Martínez a Defensa (al asumir el gobierno de Mauricio Macri), la campaña antártica se comenzó a realizar con barcos de la Armada Argentina, y lo curioso es que esta fue por demás exitosa. Ello arroja por la borda la teoría de que se necesitaban buques extranjeros.

Flota antártica

Ahora, nuevamente en actividad, el Irízar encabezará la flota antártica como lo hizo desde 1978 hasta su accidente de 2007. El jefe de Pruebas de Tandanor, José Luís Pérez Varela, informó recientemente que en la última etapa se le hicieron dos tipos de pruebas sobre dos espesores de hielo: la de navegación en campo de hielo plano a velocidad y potencia constante para determinar la capacidad continua de rotura del buque hasta un metro de espesor uniforme; y la de penetración por impacto o ramming, cuyo objetivo era determinar la fuerza y capacidad de penetración en campos de espesores superiores a tres metros.

El buque tiene ahora helipuerto, aumentó la capacidad de personal embarcado de 245 a 313 plazas, se incrementó el área dedicada a laboratorios de investigación, y se realizaron cambios en todo el sistema eléctrico de media tensión de corriente continua a corriente alterna. Todo terminó como esperaban, aunque se pagó muy caro.