Karin Silvina Hiebaum – International Press
Una sociedad liberal debería respetar todos aquellos sistemas que se desarrollen bajo unas mínimas condiciones que sean conducentes al aprendizaje del menor
Un 8 de julio de 1884, bajo la presidencia de Julio A. Roca, se promulgó la Ley Nº 1.420 de Educación común, gratuita y obligatoria. Esta normativa fue la piedra basal del sistema educativo nacional.
La discusión acerca de la Ley de la Educación fue uno de los debates más intensos en la historia argentina. Las divergencias fundamentales se centraron en la identificación común de la necesidad de una Ley de Educación, la gratuidad y obligatoriedad de la Escuela.
La Ley aprobada estableció la instrucción primaria obligatoria, gratuita y gradual. La obligatoriedad suponía la existencia de la Escuela Pública al alcance de todos los niños y niñas, medio para el acceso a un conjunto mínimo de conocimientos, también estipulados por Ley.
Si vamos a las bases del Liberalismo:
Austria tiene un sistema de escuelas públicas gratuitas con nueve años de educación obligatorios. Posteriormente, el sistema ofrece una serie de estudios técnico-vocacionales y pre-universitarios, que van de uno a cuatro años adicionales al mínimo obligatorio.
El sistema se basa en la ley escolar de 1962, y el Ministerio Federal de Educación es el responsable de financiar y supervisar la educación primaria, secundaria y terciaria. La educación primaria y secundaria es administrada a nivel de estados.
La educación gratuita y pública según Estados Unidos e Inglaterra vista por el Liberalismo
Una visión promovida por los partidarios de la educación pública o «gratuita» es que un sistema de pago causaría que muchos niños quedaran fuera del sistema educativo. En consecuencia, los ratios de alfabetismo bajarían, y Estados Unidos decaería a bajos niveles de crecimiento económico y estancamiento. Si la educación es una parte o una parcela del crecimiento económico no es el objetivo de este artículo. Lo es, en cambio, que la acusación de que el analfabetismo en un sistema de pago o privatizado es débil, en el mejor de los casos, considerando la historia de la educación en Estados Unidos e Inglaterra.
El sistema educativo de Inglaterra no ha sido completamente «gratuito» hasta 1870. No obstante, la alfabetización y la asistencia han estado creciendo ininterrumpidamente por cientos de años. En 1640 la alfabetización en Londres entre los varones era de más del 50%, y más del 33% en el campo. Estos índices se consiguieron con un sistema educativo de administración privada basado en el pago[1]. A medida que la demanda de educación subió durante la Revolución Industrial, no obstante, las escuelas privadas crecieron para ofrecer las necesidades de los consumidores. En 1818, una persona de cada catorce del total de la población asistía al colegio por algún tiempo. Sólo diez años más tarde asistían a la escuela el doble de niños. Un informe gubernamental de 1833 (criticado por infravalorar los niveles de asistencia) halló un 73% de incremento en el número de niños escolarizados entre 1818 y 1833[2]. A lo largo de 1833, el 58% satisfacía la totalidad del pago, mientras que sólo el 27% recibía dotaciones para la educación[3].
El sistema privado continuó creciendo en Inglaterra. La asistencia en las escuelas de día habían alcanzado a una persona de cada 8,36 del total de la población en 1851, y una de cada 7,7 en 1861. La Ley de la Educación de 1870 proveía de escuelas «gratuitas» para el conjunto de la población. En 1975, sin embargo, tras más de 100 años de educación «gratuita» el dato bajó solamente a uno de cada 6,4 ciudadanos[4]. La inversión privada en educación anterior a la Ley de Educación es impresionante, considerando las circunstancias. Los salarios de los niños eran todavía una parte importante del presupuesto medio familiar. Eddie West estima que un uno por ciento del Ingreso Nacional Neto se gastaba solamente en escuelas de día en 1933. Este dato excede el de los Estados Unidos en 1860. Es más, excede los datos de Alemania en 1860 y Francia en 1880, donde la educación era «gratuita» y obligatoria[5]. West arguye que el objetivo de escolarizar al 100% de la población es insostenible. Pero si la educación universal significa al menos el 90% de la asistencia, entonces se había conseguido un sistema privado de educación universal en 1860, una década completa antes de que la educación se hiciera «gratuita»[6].
La situación en los Estados Unidos se asemeja grosso modo a la de Inglaterra. En 1650 la alfabetización masculina era del 60%. Entre 1800 y 1840 la alfabetización en los Estados del norte se incrementó del 75% al 90%, y en los del sur del 60% al 81%. Estos incrementos se produjeron antes de que el famoso Movimiento de la Escuela Común liderado por Horace Mann adquiriera fuerza. Massachussets había alcanzado un nivel de alfabetización del 98% en 1852. La oficina del Senador Edward Kennedy emitió un informe en los 1980’ afirmando que la alfabetización en Massachussets era de solo el 91%[7].
Mientras que algunos se pueden preguntar qué era exactamente lo que significaba alfabetización durante los comienzos del siglo diecinueve, alguna evidencias anecdóticas revelan una población muy educada y refinada. En su libro Separating School and State, Sheldon Richman ofrece una variedad de ejemplos de la naturaleza sofisticada de los lectores estadounidenses. Common Sense de Thomas Paine vendió 120.000 copias en una población de tres millones, lo equivalente a diez millones de ejemplares en los 1990’. Spellin Bee de Noah Webster vendió cinco millones de copias en 1818. Las novelas de Walter Scott vendieron el mismo número entre 1813 y 1823, el equivalente a sesenta millones de copias en los 1990’. El Último Mohicano de James Fennimore Cooper también vendió millones de copias. Scott y Cooper ciertamente no escribían para los actuales escolares elementales. Viajeros a Estados Unidos tales como Alexis de Tocqueville y Pierre du Pont estaban impresionados por el nivel de educación de los estadounidenses[8]. El público lector de la Inglaterra victoriana es tan famoso que numerosos libros y cursos universitarios de literatura se dedican a esta materia. De hecho, Inglaterra llegó a aprobar un impuesto sobre el papel para reprimir a un público del que los líderes pensaban que era demasiado listo.
La razón detrás de los éxitos de los sistemas privados y de pago debería ser elemental para cualquier estudiante de economía: los negocios privados están orientados hacia el consumo. El feedback de beneficios y pérdidas le dice a los empresarios cuándo satisfacen o dejan de satisfacer las necesidades de los consumidores. Los empresarios que se mantienen con pérdidas finalmente dejan de ser empresarios. Por el contrario, el beneficio es una recompensa para los empresarios que anticipan correctamente los deseos de los consumidores. Una mirada sucinta a los colegios privados dan fe de estos hechos. Los colegios privados ofrecían unos curricula variados a los estudiantes. Mientras que los colegios públicos se circunscribían a «las tres erres» (lectura, escritura y aritmética), los colegios privados ofrecían cursos de geografía, biblioteconomía, geometría, trigonometría, planimetría, francés, alemán, historia y en ocasiones danza[9]. También surgieron escuelas nocturnas y especializadas para satisfacer una creciente demanda de los consumidores. Muchos estados cortaron los fondos locales para las escuelas tras la Revolución Americana, pero la educación privada eclosionó.
¿Por qué, entonces, lideraron Mann y otros denominados reformadores una llamada a las armas para conseguir escuelas públicas y «gratuitas» para todos los niños? Una respuesta es que los consumidores prefieren la calidad de las escuelas privadas. Si bien la asistencia per se no decayó de 1830 a 1840, la asistencia a los colegios públicos empezó a caer más y más deprisa. Mann y sus seguidores crearon muchos argumentos para atacar a los colegios privados. Éstos van desde padres malvados que se niegan a educar a sus hijos a proclamas de que la educación privada era «antidemocrática». Los argumentos que se refieren al crecimiento económico, el crimen y los votantes educados también se utilizaron en un intento de reforzar la posición de las escuelas públicas. Una vez que educadores y administradores se organizaron en poderosos grupos de presión, la decisión por los modernos sistemas públicos estaba tomada. Poca gente se puede permitir dos veces por la educación: una por educación de pago y otra por medio de la compulsión de los impuestos.
La mayoría de la gente se da cuenta ahora del fracaso de la educación pública, incluso aquellos que sólo buscan reorganizar el sistema. Desde luego los padres se dan cuenta de este hecho, dado que la educación privada y en casa está de nuevo en alza. Aparentemente, mucha gente entiende que es mucho mejor pagar dos veces por la educación que recibir muy poca. La teoría económica muestra que las empresas privadas sirven las necesidades de los distintos consumidores mucho mejor que las burocracias. La historia muestra que los sistemas privados son viables, que aquellos que están en el último escalón obtendrán la educación que necesitan y que la alfabetización no sufrirá si el sistema de educación pública masiva desaparece. Ojalá la hiciéramos caso.
La educación pública, gratuita y OBLIGATORIA ha sido y sigue siendo uno de los pilares del crecimiento argentino. Cualquier expresión en contra no es más que populismo o una declaración rimbombante que busca votos sin una propuesta educativa.