Milei: ¿libertario o populista autoritario?

El noviazgo entre la sociedad y los presidentes no suele durar demasiado. Como en una pareja, lo primero que se pierde es la confianza en el otro, luego en el futuro compartido, y finalmente llega el momento de la separación…

Esta medición de la confianza, que reflejó las “expectativas puras” de los encuestados en la nueva Administración Nacional -el gobierno tenía menos de 120 horas en el poder-, mostró un salto de 120% sobre la medición del mes anterior, solo superada desde que arranca la serie en noviembre de 2001, por el 158% de Néstor Kirchner en junio de 2003

omo cualquier encuesta, esta no es más que una foto más o menos correctamente enfocada sobre la realidad que, como muchas buenas lecturas, conviene arrancar a analizarlas por el final, si es que queremos entender de que hablamos.

Con Néstor fueron 800 casos tomados de CABA, GBA, Gran Córdoba, G. Mendoza, Rosario y Tucumán, asignando un error de +/- 3.5%. Con Milei, fueron 1009 casos, de 42 localidades de más de 10,000 habitantes, con un error de +/-5.9%. Con la ultima medición, la de abril, 1002 casos, 41 localidades y un error de +/-6.2%. En todos los casos el intervalo de confianza es el habitual 95%, lo que significa que a priori no podemos descartar que una de cada 20 encuestas caiga absolutamente “fuera del tarro”.

La variación de Confianza en el Gobierno no es algo tendencial y cambia mes a mes (en castellano: no es predecible).

La variación de Confianza en el Gobierno no es algo tendencial y cambia mes a mes (en castellano: no es predecible).

¿Significa esto que el trabajo de la Di Tella refleja fielmente el pensar de la sociedad argentina? De manera estricta debería decir que no (los márgenes son demasiado amplios) … pero no hay dudas que es la mejor medición que tenemos sobre la confianza de los argentinos.

A esto debemos agregar que la gente del Centro de Investigación en Finanzas ha optado siempre -algunas veces más y otras aún más- por el camino de la “sana” prudencia en el fraseado de sus informes, por lo que merecen ser leído, bien entre líneas.

Así vemos como en el último comunicado descollan que “Comparando períodos de inicio de mandatos, el ICG actual presenta mayores niveles de estabilidad en el intervalo entre diciembre y abril”, algo cuyas implicancias son difíciles de comprender, pero sin dudas para ellos, importantísimo. Comedida también sería la decisión de excluir de sus gráficos las columnas de diciembre, que agravarían la percepción de la desmejora y quien sabe, sino también, el ánimo del gobierno que se mantuvo inusualmente callado frente a este informe.

Si bien J.Milei asumió con el nivel más elevado desde que se realiza la encuesta, llegado el 5º mes de gestión los gobiernos de A. Fernández -pandemia mediante-, N.Kirchner y M.Macri despertaban mas confianza entre la población.

Si bien J.Milei asumió con el nivel más elevado desde que se realiza la encuesta, llegado el 5º mes de gestión los gobiernos de A. Fernández -pandemia mediante-, N.Kirchner y M.Macri despertaban mas confianza entre la población.

La foto

Mas allá de la calidad puntual de cualquier encuesta, o hasta qué punto realmente refleja el sentir de la gente, bajo ciertas condiciones -periodicidad, coherencia, honradez, etc.- la suma nos permite armar una “película” para analizar como está evolucionando la sociedad.

Según la última medición en la Confianza del Gobierno de la UTDT y Poliarquía (a la que nadie puede acusar de opositora al gobierno) el Índice bajó el mes pasado a 2.45 puntos sobre 5 posibles, 4.4% abajo de los 2.56 de marzo, con mermas en cuatro de sus cinco componentes: Evaluación General del Gobierno, -13.6%; Preocupación por el Interés General, -8.9%; Capacidad para resolver los problemas del país, -4.9%; Eficiencia en la administración del gasto público, -3.5%; y solo la percepción en la “Honestidad de los funcionarios” mostrando un incremento de 8.1%.

https://www.ambito.com/_post/viewerpdfjs.php?file=https://www.ambito.com/adjuntos/239/documentos/041/483/0041483571.pdf

Esto es lo que básicamente resaltaron los medios y los analistas -haciendo hincapié en uno u otro factor, según su cercanía o alejamiento al gobierno-, lo que “per se” no nos dice mucho.

La película

Desde que asumió, Milei acumula 4 mermas consecutivas del ICG con un descenso de 0.41 pts. en la confianza. Esto no es ni mucho ni poco (la media en las seguidillas de 4 mermas es de 0.45 pts.) y con tres seguidillas de cinco meses consecutivos en baja y dos de seis desde 2001, aún más allá del efecto de la nueva baja de la inflación y del avance del paquete de leyes en Congreso, bien podría haber una mejora en mayo… o no.

Uno de los aspectos más interesante del trabajo de los de “la Di Tella”, pasa por la desagregación que hacen, por Género, Edad, Zona Geográfica, Nivel de Instrucción, Victimas de delitos y Perspectivas Económicas.

Así vemos que entre la medición de diciembre y la febrero la mayor caída de la confianza en el gobierno se dio entre los jóvenes de 18 a 29 años (0.94 pts.), aquellos con un nivel de instrucción primario (-0.92 pts.), los que fueron alguna vez victimas del delito (-0.64 pts.), que esperaban que la situación económica empeorase (-0.59 pts.), vivan en CABA (-0.47 pts.) y las mujeres (-0.44 pts).

Estos perfiles corresponden a jóvenes de clase baja, los opositores al gobierno y las mujeres. A grandes rasgos podemos decir que, en los tres primeros meses de la actual administración, los más desilusionados con ella -quienes más redujeron su confianza en el gobierno- integraban el núcleo de los votantes de Javier Milei. Esto bien podría haber sido un proceso natural de “descreme” del “tuétano blando” de La Libertad Avanza, al que se suma la oposición.

En los primeros tres meses de Javier Milei, quienes más le perdieron confianza fueron los votantes de su “núcleo” y los opositores

En los primeros tres meses de Javier Milei, quienes más le perdieron confianza fueron los votantes de su “núcleo” y los opositores

En marzo, algo cambió. Si bien de manera menos virulenta, en los últimos tres meses quienes más se desencantaron fueron aquellos que mantenían un posición neutra respecto a la evolución de la economía (Econo-escépticos; -0.86 pts.), de edad intermedia (30 a 49 años; -0.39 pts.), que viven en el interior del país (-0.32%), con estudios universitarios (-0.29 pts.), mujeres (-0.24 pts.) y que no fueron víctimas de la violencia (-0.11 pts.).

Un perfil diametralmente opuesto a lo que vemos para los tres primeros meses. Si en un principio se trató de la clase baja, ahora hablamos de personas algo más grandes, con estudios terciarios, políticamente independientes, muchos de ellos “provincianos”, esto es la clase media y alta.

En los últimos tres meses la clase media y la alta es quine más viene perdiendo la confianza en el gobierno. Esto explica el giro parcial del gobierno en una serie de medidas que había tomado

En los últimos tres meses la clase media y la alta es quine más viene perdiendo la confianza en el gobierno. Esto explica el giro parcial del gobierno en una serie de medidas que había tomado

La explicación es casi obvia. A pesar de las promesas que el “ajuste lo pagaría la casta”, al menos por ahora mucho a caído sobre la espalda de aquellos que venden dólares para subsistir, están afiliados a una prepaga, envían sus hijos a colegios particulares, sufren el mayor incremento de las tarifas, etc.: la clase media y alta que no integra el núcleo de los libertarios .

Consciente de esto y sus consecuencias -los medios tienden a seguir a las clases medias y altas, lo que muchas veces derrama sobre el resto de la sociedad-, en los últimos días el gobierno habría dado un giro ideológico y mediático, para no alienarlos más.

A pesar de la caída en la Confianza que despierta el Gobierno, la Confianza de los Consumidores viene creciendo ligeramente y la imagen de Javier Milei se mantiene en niveles más que satisfactorios. Esto puede tener que ver con el “horror al kirchnerismo”, que fue la clave en el triunfo del oficialismo, y la ilusión –¿wishful thinking?– que el futuro puede ser mejor aún son los elementos dominantes en la sociedad.

El problema (o lo bueno) es que esto no durará para siempre pero, al decir de Lady Gaga: “La confianza es como un espejo, una vez que se rompe, podés arreglarlo, pero siempre verás las rajaduras” (Telephone Video, 2010).

Milei: ¿libertario o populista autoritario?

Vivimos una época de resurgimientos autoritarios donde dirigentes de perfil mesiánico han logrado victorias electorales capitalizando con un discurso confrontativo la representación de sectores sociales descontentos. Independientemente de la tendencia ideológica de estos liderazgos, su consolidación se ha logrado de la mano de procesos donde se construye la imagen de personajes “providenciales”.

Las características inherentes de los gobernantes personalistas (ambiciosos, feroces, autoritarios y egocéntricos) los impulsan irremediablemente al autoritarismo por creer ser ellos la encarnación de un mandato de la historia. Javier Milei tiene muchas de las características de estos líderes autoritarios, a pesar de autonombrarse “libertario” y “anarcocapitalista”, postular un credo hiperindividualista y terminar sus discursos con la proclama: “Viva la libertad, ¡carajo!”.

Con Milei la denuncia contra la “casta política” resurgió con fuerza en Argentina ante el derroche de prebendas y la corrupción galopante de los funcionarios en medio de una pavorosa crisis económica. Otra vez el peronismo quedó evidenciado como sinónimo de fracaso y decadencia nacional.

Los dieciséis años de hegemonía de los Kirchner dejan una Argentina devastada por la pobreza, la violencia, la crisis, el empobrecimiento, la inseguridad y la corrupción. Los peronistas mintieron, pero nadie se sorprenda, poque lo hicieron usando el mismo relato de siempre y exhibiendo sus eternos rasgos distintivos: corrupción, ineficacia, cinismo y una feroz vulgaridad intelectual.

Se dieron las condiciones para propiciar el crecimiento de una opción antipolítica disruptiva: una crisis recesiva e inflacionaria, la pauperización de importantes fracciones que se autoperciben como clases medias, el divorcio de los dirigentes políticos con la realidad. El estrambótico y provocador Javier Milei encarna una respuesta radical contra las elites dirigentes con un discurso ultraliberal.

Se trata de una alternativa centrada en su excéntrica personalidad y en el voto de protesta, a la cual le falta desarrollar propuestas e incorporar expertise en otras áreas del Estado más allá del ultraliberalismo. Ahora, tras su triunfo, el locuaz candidato deberá dejar de lado la provocación permanente para asumir una posición de responsabilidad, y Milei carece claramente del temperamento adecuado.

Explotar las pulsiones ciudadanas adversas a la “casta de los políticos” es un recurso esencial de los populismos de izquierda y derecha, pero casi siempre quienes se suelen montar en la denuncia de las élites políticas terminan por legitimar el ejercicio descarnado de una dominación autocrática. Javier Milei posee una personalidad autoritaria, confrontacionista e intolerante y estos son defectos ausentes en quienes de verdad aman la libertad. ¿Logrará el nuevo presidente llegar a consensos en un Congreso donde no tiene mayoría? ¿Cómo reaccionará si sus medidas radicales provocan protestas callejeras?

Malos augurios se tienen cuando la seguridad nacional estará a cargo de la nueva vicepresidenta, la abogada Victoria Villarruel, quien ha dedicado buena parte de su carrera legal a defender a militares condenados por crímenes de lesa humanidad. Si Milei confirma su aparente incapacidad de construir consensos con quienes no piensan como él la tarea de gobierno mucho se le complicará. Estará al frente de un país plural y muy complejo. Si llega a sentirse frustrado probablemente apele a acicatear una mayor polarización y a aplicar medidas autoritarias, y entonces su nombre agrandará la larga lista de gobernantes argentinos fracasados.

Su ideología, calificada de “anarco-capitalista”, promete grandes cambios en un país con una larga tradición de control estatal y sumido en una profunda crisis económica. La radicalidad de sus propuestas consiguió atraer a muchos argentinos, pero alienar a otros tantos, con varios llamamientos a la huelga general.

Los analistas han intentado comprender los vínculos ideológicos entre Javier Milei y los diversos movimientos de extrema derecha surgidos en los últimos veinte años, sobre todo en Europa y Estados Unidos.

Cuidado con las comparaciones rápidas

Javier Milei puede ser calificado de populista. Esta asociación es apta, incluso natural, si nos fijamos en sus numerosas referencias a figuras de extrema derecha como Donald Trump, el brasileño Jair Bolsonaro y el español Santiago Abascal, presidente de Vox, a quien invitó a su toma de posesión.

Sus llamamientos a combatir el “izquierdismo”, sus críticas al “marxismo cultural” y su carácter abiertamente antisistema refuerzan esta identificación.

Sin embargo, esta comparación bastante simplista pasa por alto diferencias significativas con el programa de Milei, sobre todo en materia de política económica y migratoria. Así pues, a pesar de las similitudes, existen diferencias significativas, sobre todo en la forma en que cada movimiento entiende el papel del Estado y su relación con el conjunto de la sociedad.

Manifestación con los puños en alto frente a una fila de policías
Manifestantes antigubernamentales desafían a la policía tras una concentración contra las reformas económicas del presidente Javier Milei en Buenos Aires, 27 de diciembre de 2023. AP Photo / Gustavo Garello

En particular, me gustaría llamar la atención sobre una diferencia central, el papel del nacionalismo, y sobre las innovaciones introducidas por Milei en el contexto del ascenso global de la derecha.

El nacionalismo nativista en el corazón de la extrema derecha

En un artículo, Matt Golder, profesor de Ciencias Políticas en la Universidad Estatal de Pensilvania, analiza la literatura científica sobre los partidos políticos de extrema derecha en Europa. En ella encuentra tres elementos cada vez más característicos de este movimiento: nacionalismo, populismo y radicalismo.

El nacionalismo expuesto por los partidos de extrema derecha puede describirse como “nativismo”. Según Cas Mudde, profesor del Departamento de Ciencias Políticas de la Universidad de Georgia, el “nativismo” se entiende como “nacionalismo más xenofobia”. Se basa en la idea de la existencia de una población “nativa” imaginaria construida sobre aspectos generalmente culturales o étnicos, cuya homogeneidad debe ser protegida de cualquier elemento que le sea ajeno y externo.

Mujeres manifestándose, dos de ellas portando un contenedor metálico
Manifestantes marchan hacia el hotel donde se aloja el presidente argentino Javier Milei para protestar contra la escasez de alimentos en los comedores sociales de Buenos Aires, 5 de enero de 2024. AP Photo / Natacha Pisarenko

Al concebir esta comunidad homogénea, el nativismo se suma al nacionalismo, concebido como la congruencia entre Estado y nación, el elemento de xenofobia mencionado por Cas Mudde. Con ello, los movimientos de extrema derecha plantean una preferencia radicalizada por todo lo que pueda definirse como perteneciente a la “comunidad nacional”.

Esta versión del nacionalismo es bien conocida. Es fácil encontrar ejemplos europeos y americanos de ella: los llamamientos contra el “gran reemplazamiento” expresados por Éric Zemmour, las advertencias contra los inmigrantes de Donald Trump o la islamofobia de Alternativa para Alemania, entre otros.

Este nativismo de los partidos de extrema derecha se ha convertido en la base de sus proyectos políticos, incluidas sus políticas económicas.

Por este motivo, la extrema derecha contemporánea también presenta proyectos claramente proteccionistas. El euroescepticismo, la nacionalización y la retórica antiglobalización son elementos compartidos por una gran parte de los movimientos de extrema derecha. La raíz de estos proyectos es la creencia en una comunidad nacional, definida en términos étnicos o culturales, que debe ser protegida de la influencia de elementos procedentes del exterior.

Liberalizar la economía, prioridad de Milei

El elemento del nativismo no se encuentra en el partido de Javier Milei, aunque su lista de promesas pueda sorprender por su radicalidad y amplitud.

Más bien, los planes y la plataforma de su partido, La Libertad Avanza (LLA), representan una clara oposición al nativismo imperante en Argentina y representado por el movimiento peronista. Las acusaciones sobre su supuesta ideología antiinmigración tampoco tienen fundamento, al menos hasta ahora.

El programa electoral de Javier Milei menciona la inmigración sólo marginalmente. Basta con leer el texto, donde los temas sobre “nación” o inmigración están relativamente ausentes.

Es cierto que Argentina ha recibido proporcionalmente menos inmigrantes que la mayoría de los países europeos o norteamericanos en los últimos años. El debate gira más bien en torno a la universalidad del servicio sanitario y educativo, gracias al cual todo el mundo, independientemente de su estatus migratorio, puede beneficiarse del sistema sanitario público (incluso los turistas) y de la educación gratuita. Por tanto, Javier Milei no se opone tanto a la inmigración (ha expresado incluso su apoyo), como a cierto tipo de gastos del Estado asociados a ella.

Por otro lado, la liberalización ha sido y sigue siendo el pilar de su programa, perfectamente plasmado en la propuesta de eliminar el banco central e introducir la libre competencia monetaria. Su programa incluye también la dolarización, la optimización y reducción del tamaño del Estado, la apertura al comercio internacional, la reforma del código laboral, de la ley de salud mental y de la reglamentación de los servicios médicos.

Esperar antes de juzgar el proyecto político de Milei

En otras palabras, a pesar del estilo populista y la radicalidad de sus propuestas, el planteamiento de Milei hace difícil identificarlo inmediatamente, sin más matizaciones, con la extrema derecha europea y estadounidense.

Esto no significa necesariamente que el fenómeno Milei deba ser excluido de la extensa familia de la extrema derecha. Como afirma Cristóbal Rovira, profesor de la Pontificia Universidad Católica de Chile, esta “familia” no tiene elementos necesariamente compartidos por todos sus miembros. Sin embargo, nos obliga a reconsiderar asociaciones inmediatas y fáciles. El hecho de que Javier Milei haya declarado su preferencia por Trump no le convierte en trumpista.

Sin duda, dentro de su partido político hay personas más cercanas a los proyectos políticos de Donald Trump o Santiago Abascal. Sin embargo, las posiciones personales de Javier Milei definen en gran medida lo que podemos esperar de su gobierno y el carácter de su proyecto político.

Aunque el propio Milei afirma su parentesco ideológico con líderes a menudo incluidos en la gran familia de la extrema derecha contemporánea, los elementos de su programa y el núcleo de su ideología imponen el mantenimiento de una cierta distancia. En términos más generales, es necesario contextualizar todos los fenómenos políticos para comprender su novedad y sus implicaciones.