Cuando la opinión de los demás es demasiado importante

La opinión de los demás es importante, eso es natural. Considerar lo que los demás piensan acerca de lo que vivimos, o incluso acerca de nosotros mismos, nos permite comprender mejor nuestro entorno y adaptarnos mejor a él. 

La aportación de los demás, puede ser también una valiosa información, que nos ayude a tomar una decisión en un momento determinado.

Pero existe una situación en la que consultar al otro deja de resultar una ayuda. Nos referimos a la situación en la que la persona, se acostumbra a funcionar a través de las opiniones de las personas que forman su entorno, paralizando a menudo la toma de las propias decisiones. A partir de aquí nace un sentimiento de poca competencia personal para resolver las cuestiones de su vida, que será el precursor de malestar emocional en muchos momentos.

¿Cuándo una persona empieza a funcionar a través de las opiniones de los demás?

Durante la infancia, naturalmente, la actuación del niño está guiada por sus tutores (padres y profesores) y también, de una forma natural, se interesa por lo que piensan sus compañeros, amigos u otros familiares de edad similar. Progresivamente los tutores van abandonando la directriz en las cuestiones más básicas (aseo, vestido, juego), para que el niño empiece a adquirir autonomía, hasta las más cuestiones elaboradas cuando el adolescente se acerca a la edad adulta (estudios, trabajo, relaciones personales).

Es importante que se de este proceso, en el que se delega progresivamente la toma de decisiones para que la persona construya su propio criterio. Si esto no sucede y los tutores siguen tomando todo tipo de decisiones por el niño, intentando protegerlo de los errores, este no podrá construir su criterio y necesitará constantemente de sus guías. Si además, los tutores se muestran poco perceptivos a los logros del niño y no les dan el valor que les corresponde, éste tendrá muchas más dificultades para confiar en su opinión y, consecuentemente, en sí mismo. Esto limitará su libertad de actuación en la vida diaria y generará sentimientos de incapacidad.

¿Qué puede hacer una persona que se ha acostumbrado a decidir a través de la opinión de los demás para confiar más en su propio criterio?

Poner a prueba su propio criterio. Esto quiere decir que habrá que arriesgarse, habrá que escuchar lo que uno siente y piensa con respecto a la cuestión y lanzarse a actuar a partir de la propia opinión. Una vez puesto a prueba el criterio, habrá que valorar hasta qué punto éste se ajustaba a la situación o requiere algún cambio, a tener en cuenta en futuras ocasiones. Es importante saber valorar en qué nos hemos equivocado y también en qué hemos acertado.

Muchas veces, lo que hace difícil “lanzarse” con el propio criterio, es el miedo a equivocarnos. De alguna manera podemos haber creado la idea de que equivocarse no es propio de personas competentes y esa idea, que no se adapta en absoluto a la realidad, limita la propia actuación.

Como todos los miedos, la manera más eficaz de erradicar el temor a equivocarse, es exponiéndose a ello: valorar, actuar y ver qué pasa, si esa idea acerca de cometer errores y ser incapaz de resolver cuestiones es cierta. Por el momento lo que sí limita la resolución de los problemas es evitar enfrentarse a ellos por temor a equivocarse.

Cuando se actúa, uno se expone a equivocarse, pero también se expone a acertar y a aprender.

Así, podemos empezar a tomar la batuta de nuestras propias decisiones partiendo de las más sencillas, como por ejemplo, evitar pedir asesoramiento en compras de ropa u otros objetos e ir avanzando hacia las más complejas, como son las decisiones personales de tipo sentimental o laboral… Para ello puede ser necesaria la búsqueda de información útil en la toma de esa decisión y valorar las diferentes posibilidades y sus consecuencias, construyendo, con su puesta a prueba el propio criterio.

El respeto por la palabra es saber escuchar mientras que las otras personas están comunicando una información. También se incluye el Silencio por que saber escuchar es saber hablar, expresarse.