Puerto Deseado
A principios de 2017, en una ceremonia compartida con amigos y militantes de organizaciones defensoras de los derechos humanos, se arrojaron al Río de la Plata las cenizas de Angela Muruzábal y su esposo, el científico José Federico Westerkamp.
El acto fue convocado por su hijo Gustavo y se llevó a cabo en el Parque de la Memoria, en la Costanera Sur.
Oscar Armando Bidabehere, amigo de la familia y escritor, destacó que la doctora Muruzábal es una personalidad que trascendió las fronteras de Argentina y nació en Puerto Deseado.
“Ella es como mujer, como científica, como luchadora de los derechos humanos, una personalidad que honra a Puerto Deseado, honra a las mujeres, honra a las madres”, recordó, acotando que era hija del comerciante Indalecio Muruzábal y de Saturnina Armendáriz.
Mujer de avanzada
En su juventud viajó a Buenos Aires a estudiar. “En la década del treinta era todo un desafío para una mujer animarse a una carrera universitaria, a tal punto que de cuarenta y cinco matriculados, cuarenta eran varones; se recibió en 1940 con medalla de oro y luego comienza su carrera docente en la UBA. En 1955 fue una de las fundadoras de la Universidad Tecnológica Nacional”, relató Bidabehere.
Dentro de su actividad profesional trabajó con dos argentinos ganadores del Premio Nobel: Bernardo Houssay y Luis Federico Leloir. “Con Houssay, ganador del premio Nobel de Medicina, trabajó en el estudio de la diabetes, así que su perfil científico excedía los límites de la Argentina”.
Con Einstein
Siguió contando que “con su compañero, Pipo, viajaron a Estados Unidos y fueron profesores en la Universidad de Columbia y la Universidad de Nueva York” para agregar que “eran gente muy involucrada con la paz, y tomaron contacto con Albert Einstein, en New Jersey, y el filósofo Bertrand Rusell, fundador del tribunal que juzgó los crímenes de guerra en Vietnam”.
Luego llegaría la historia que entenebreció a nuestro país y también castigó a la familia de estos profesionales. “Gustavo Westerkamp era un militante universitario, que fue detenido en 1975, cuando concurrió a hacer la revisación del servicio militar, y ahí se dio un cambio en la familia porque Gustavo permaneció detenido durante ocho años en
distintas cárceles de la Argentina y tanto Pipo como Angelita, como tantas madres, como mi madre también, salieron de su ámbito doméstico y se involucraron en la lucha por los derechos humanos”, planteó.
Mirada intensa
En este contexto puso de relieve que “Angela Muruzábal merece ser conocida y merece estar en Puerto Deseado en un sitial de las grandes personalidades surgidas del lugar”. Enfatizó que “ella había nacido en septiembre de 1914 y ya tenía sesenta y un años cuando comenzó la lucha por su hijo, pero no se amilanó. Era una mujer de mirada intensa, de ojos azules, y muy expeditiva, como todos los científicos, y esas virtudes las desplegó en la lucha por los derechos humanos”.
Indicó además que “después de jubilarse en 1978 y de seguir luchando por la libertad de su hijo, que se concretó en 1982, se dedicó a dar conferencias sobre el problema del cambio climático y la cuestión ambiental”. “Son personas que se revelan por su militancia por el bien de los seres humanos”, resumió.
Mencionó luego que José Federico Westerkamp también fue un científico notable. “Trabajó mucho con los láser y la microonda”, acotó.
Familiares
Para completar la reseña, Oscar Bidabehere señaló que “Angela Muruzábal era tía de Andrés Armendáriz (joven secuestrado y desaparecido durante la dictadura y cuyo nombre lleva una calle deseadense), porque Angela y el padre de Andrés eran primos hermanos”.
“No se conocieron, paradójicamente… Andrés no conoció a su tía ni a su primo pero tienen lazos de sangre muy fuertes”.