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Caleta Olivia – Por Natalia Quilis, docente en Lengua y Literatura
Mucho se dice de esos astros que embellecen en las noches nuestro cielo. Lo cierto es que son tan curiosamente atractivas además de fieles, siempre están allí para recordarnos que no sabemos todo, que somos infinitamente pequeños y que siempre estaremos alumbrados…
La nueva literatura habla de seres que llegaron desde ellas y poblaron la tierra, dejando su descendencia, antes de marcharse, pero sin memoria de su procedencia real; se dice que venimos de varias diferentes galaxias; unas razas mejores que otras en lo que a bondad respecta.
Se murmura que dejaron en la tierra la conciencia a algunos iluminados y que envían generaciones de seres, como las camadas de niños llamados cristal, índigos o arco íris para iluminar los corazones perdidos y llenar de los conocimientos o acercarnos cada vez que nos vamos alejando o descarriando; ellos vendrían a ser los iluminaditos generacionales que transmiten mensajes que desde lejos nos guiarán a ser mejores.
Como esos chiquillos que se niegan hoy a comer animales muertos o aquellos de los 70 que traían consigo una conciencia de paz, los vulgarmente llamados hippies.

Realidad
La realidad es que ya sea realidad o bien imaginación, en torno de las estrellas se desarrollan mitos tan atrapantes que nos invitan a soñar y a trasladarnos a ese mundo que últimamente tenemos tan abandonado, porque siempre desprenden un halo de misterio para la humanidad, astrólogos, escritores de diferentes ciencias, amantes, literatos; todos ponen su atención en éstas criaturas de bondadosa existencia…
Las estrellas y los amantes, las estrellas y los marineros, las estrellas y los sueños, las estrellas que guiaron a los reyes para adorar al gran guía, las estrellas y el amor universal, el big-bang, eso de que todos tenemos una estrella que nos guía y tantas historias preciosas a lo largo del desarrollo de la humanidad que no podemos evitar observarlas con admiración, aunque más no sea, una vez en la vida.
A mí particularmente me tocó enamorarme de ellas en la niñez, cuando me recostaba en la parecita del frente de mi casa y las veía resplandeciente durante las calurosas noches de mi pueblo en la oscuridad de una ciudad muy rural y encantadora donde la luz en las noches era bastante tenue.
Entonces me enamoraba de la vía láctea y no salí jamás del asombro ante la magnificencia de su encanto y proporción, Las Tres Marías y el Lucero eran mis favoritas, aun no comprendo porqué dejé de enamorarme de ellas cada noche, poniendo excusas vanas como son, la escasez del tiempo o el cansancio de los años transcurridos, la madurez quizá es otra de las impertinentes excusas que se refuerzan cuando lo pienso…

Poesía
Entonces ya, en aquella época la poesía y las artes vivían en mí o al menos pululaban en mi interior y eran testigo de mis viajes de ensueño, donde mi mente divagaba a gusto y gana, como en los mejores momentos de creación literaria que vinieron a posteriori.
Cada vez que leí sobre algún centauro en Literatura Griega, una sonrisa emanada desde mi niña interior mostró el placer de la evocación sin dudas, así es que tal vez, no las abandoné en realidad, sino que las integré a mí misma…
Pero bien, el punto es que nos trasladan a la magia, nos transportan a momentos donde el mundo cotidiano se empequeñece si es que no desaparece de a ratos.
Imagino que la mayoría de las personas tienen una relación emocional, evocada desde el disparante -“estrella-”, que cada quien tiene su recuerdo, ya fuere éste de amores, de soledades, de evocaciones de personas amadas que imaginamos están habitando entre o en, los astros o bien que se convierten en uno de ellos ya que son infinitos en números.
En torno a esa idea de infinitud que se relaciona tan estrechamente con lo mágico o lo misterioso en lo cual nos agrada creer.
Finalmente aquí, en éste momentito, solo quería expresar mi admiración por las estrellas, esas a las que El Principito pertenece, esas de donde llegaron a engendrarnos, donde vagan o nos alumbran nuestros muertos, o bien, las que nos guían en la noche hacia el Rey entre los reyes. Qué más da, son tan hermosas que es imposible ignorarlas…
Las llevamos tan dentro nuestro, que en una de esas, en realidad sí, somos parte, jajajajja, o bien es, lo que me agrada pensar, o por lo menos poner en dudas. Dejar que el mito nos continúe envolviendo, porque sin magia, que sería de nuestras pobres y errantes almas…