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Por Natalia Quilis, docente en Lengua y Literatura
Me desperté de la siesta por que los cantos de gruesas y acompasadas voces jóvenes inundaron el espacio. Corrí hacia la ventana y tuve la dicha de ver ese cuadro.
Eran los chicos del barrio, unos quince aproximadamente, entonando, una canción de fútbol. No fue difícil imaginar que eran de Boca o de River o algún barrial y que, algún clásico se había o estaba jugado. Mas tarde y antes de concluir mi nota me enteré que era Olimpia, que más dá, mi ignorancia, no viene mucho al caso.
Lo cierto es que ya casi los conozco, siempre los veo jugar en la canchita de enfrete, ya los quiero a todos y aunque me chiflan cuando paso y juguetean, me generan un instinto de maternidad inevitable, entre una cara de enojo o una sonrisa imperceptible; que a diario les muestro dependiendo de mi ánimo, las noticias o mi horario…
Y entonces la clásica, los muchachos sacaban fuera de sí ese furor propio de los que la naturaleza dicta hombres y la modernidad se esmera en sostener como niños, aunque en mi humilde opinión; los masculinos, siempre son niños, o bien, nunca dejan de “jugar” ese rol, que de hecho es bastante ególatra, inmaduro, adorable? Jajajajaj…
Entonces me deleité como cualquiera que observa las hormonas masculinas, haciendo gala de la perfección humana, morochos fuertes, seguramente viriles, bellos muchachos apasionados con sus potentes cuerdas vocales desbocadas y en una sola voz… Entonando lo que sentían y transmitían; casi la gloria… Casi, que su único himno.
Y con la algarabía recibida me detuve en un instante que me invitó a reflexionar sobre ellos. Seguramente en la esquina estaban compartiendo unos tragos baratos, por cierto, acomodados a la economía que los circunda, obliga y “contiene”.
De a poco me invadió algún dejo de tristeza y relacioné a los changos “nuestros” vigorosos y viriles con el contexto, el futuro y aunque no quise, con el pasado.
Pensé,” deberían estar en un salón descansando de una ardua semana laboral con sus familias e hijos, que de seguro varios tienen y haciendo proyectos para un mañana”- o tal vez, lo desee-, sin embargo están en la esquina gritando y encausando su emoción en la dirección errada. Toda esa virilidad desperdiciada, todo ese amor y esa pasión derramada….

Pasión
Lo que no significa que el deporte, la pasión y el ocio para mí no sean valorables; solo que soy capaz de algo, no muy mágico, que es visionar sus futuros y valorar sus presentes…ya que conozco las historias y sé perfectamente que, un presente de planero y de vino barato, puede; aunque con momentos de euforia futbolística, volverse un suicidio social masivo naturalizado. Porque no nos engañemos, todos sabemos que la pérdida del tiempo en distracciones creadas, puede pagarse caro y nuestros pibes ,“pensé” deben cuotas a largo plazo desde antes de nacer y sin saberlo… y me sentí culpable de ser testigo, me golpeó en el pecho la consciencia rota, con su dedo acusador, sobre el silencio asesina yla sonrisa dibujada en mí se transformó en pena algo taciturna… Aunque fuera de tarde.
Llegaron a mi cabeza imágenes de otros changos que mientras la sociedad gritaba, igualita de eufórica, por un mundial de fútbol; mientras que ellos; iban al matadero ya fuera en carne o en espíritu; pues, que mas dá; ya eran mártires; inevitablemente, jamás próceres, ni mucho menos héroes.
“A quién carajos le importa el mundo, si en casa nos morimos de frio”; pensé, -a veces creo que en vano, pero igual, pensé-.
Otra época, otra historia, otra religión, otra sexualidad, otros líderes, otra geografías?
¡Por favor!…Excusas necesarias que ofician de tapa de la inmundicia que negamos ver…
Y peor aún se nos mueren los chicos, el futuro, la pasión desperdiciada, la juventud descuidada por una sociedad que no sabe cómo, salir del laberinto. Aunque a mi parecer y tan arriesgadamente pienso que, por no hacernos cargo. Aunque mejor no decirlo, mejor no gritarlo, mejor “no te metás”.” Seguí y salvate vos, no te la compliques; si igual, no podes hacer nada”… Y las imágenes se sucedieron entre bandera e himnos vanos, entre símbolos que solo son símbolos y la lingüística y la semiótica me pareció que sangraban y que emanaban lágrimas de sal cristalizadas, tan gruesas y tan secas que parecía que mis lagrimales iban a explotar de un momento a otro.
“Podría jurar que el cielo casi llora al percibir mi alma desgarrada”. “ Mas, la única nube que ví, se disipó en la nada” . “Porque era una nube sola, perdida, desubicada” . “Sin tanta fuerza, en realidad, casi sin ganas”. “Y las tormentas necesitan furia, explosión y mucha garra”. “En fin, la nube, partió, yo me quedé sentada” ….
Escuchando a mis chicos del barrio ser víctimas del entretenimiento sin saber que los están matando. Y mis ganas de dar una clase de discurso y de falacias en las que me especializo latió en mis venas que explotaban y entre una lluvia sin agua con sol y sin granizo… volví a callar con mi alma apesadumbrada.
Impotente, tristemente, continué sentada.
La nubecita se mimetizó en mi faz.
Debilitada, acobardada.
Acobardada.