Autor: Oscar Alberto Ortega
Capítulo IX: “Reflexiones acerca del amor humano”; página 67.
Fragmento de “El Profeta”
“Nacisteis juntos y juntos para siempre.
Estaréis juntos cuando las alas blancas de la muerte esparzan vuestros días.
Sí; estaréis juntos en la memoria silenciosa de Dios. Pero dejad que los vientos del cielo dancen entre vosotros.
Amaos el uno al otro, pero no hagáis del amor una atadura.
Que sea, más bien, un mar movible entre las costas de vuestras almas.
Llenaos el uno al otro vuestras copas, pero no bebáis de una sola copa.
Daos el uno al otro de vuestro pan, pero no comáis del mismo trozo.
Cantad y bailad juntos y estad alegres, pero que cada uno de vosotros sea independiente.
Dad vuestro corazón, pero no para que vuestro compañero lo tenga,
porque sólo la mano de la Vida puede contener los corazones.
Y estad juntos, pero no demasiado juntos,
porque los pilares del templo están aparte.
Y, ni el roble crece bajo la sombra del ciprés ni el ciprés bajo la del roble.”
Khalil Gibran (Escritor libanes 1883-1931)
Doy inicio a mi exposición presentando este magnífico texto de “El Profeta” de Khalil Gibran, el cual, a mi entender, mantiene su vigencia y claridad, cuando define al amor de pareja en forma poética. El amor de pareja, retomando el tema ya expuesto, por pensadores antiguos y actuales, es un capítulo importante en mi obra “Pulchrum, la belleza del ser”. En la vivencia del amor de pareja, se conjugan armoniosamente la construcción del vínculo y la construcción de la individualidad. No son construcciones antagónicas u opuestas, como nos fue presentado en la historia del pensamiento. Al contrario, van de la mano y se retroalimentan mutuamente.
El amor vincular solo puede ser verdadero, y puede sostenerse en el tiempo, si convive y respeta la construcción de la individualidad de cada integrante del vínculo. Dicho de otra ma-nera, el amor vincular auténtico es un espacio propicio y adecuado para que la individualidad se desarrolle y expanda, donde cada uno pueda construirse a sí mismo, pueda desarrollar su proyecto personal y manifestar las propias potencialidades, y finalmente pueda identificarse con su propia esencia. El amor en su expresión más alta en sentido filosófico, celebra que, en el ámbito del vínculo, el otro adquiera luminosidad propia y desarrolle la belleza de su propia individualidad.
Gibran usa imágenes magníficas para expresar esta misma idea cuando habla de las dos copas, de los dos trozos de pan, de las columnas del templo y del roble y el ciprés. Me parece importante, a partir de la propia vivencia y la vivencia contemporánea del amor de pareja, aportar luz sobre la vivencia del amor humano verdadero, el cual está basado en la libertad, en el respeto, en la celebración del crecimiento interno, del desarrollo y expansión de los proyectos de cada integrante del vínculo.
Entonces la relación se transforma en un espacio de fiesta, de alegría y de plenitud. Uso la palabra “construcción” intencionalmente, porque, si bien el amor humano es pasión, es un sentimiento que va atravesando distintas estacionalidades en el devenir de la relación, el amor es una construcción, una decisión y una elección siempre nueva, de la inteligencia y la voluntad, facultades propias de la naturaleza espiritual del ser humano. El amor siempre es una decisión constructiva de sí mismo y del otro, dos realidades no antinómicas, sino conviviales.
En este análisis, tenemos que exponer que el amor humano es imperfecto, pero si perfectible, mediante la capacidad de la inteligencia y la voluntad de elegir y construir el bien de sí mismo y del otro, en el tiempo y el espacio, esas dos dimensiones que atraviesan la na-turaleza humana, y que, justamente hacen que el amor humano sea finito, y por lo tanto sometido al aprendizaje, al acierto y al error.
Aquí conviene recordar brevemente que la vivencia del amor de pareja está integrada, siguiendo la tradición del pensamiento griego, por eros y ágape, son dos formas de amor, que fueron presentadas como una antítesis y sin embargo debemos considerarlas como complementarias e integrativas, como estadios evolutivos del vínculo amoroso. La expresión del Eros se manifiesta en el amor apasionado, en la creatividad, la vitalidad, la atracción sexual y la fertilidad. La expresión del Ágape es el amor más evolucionado, que sin descuidar el amor a sí mismo, considera el amor al otro, como búsqueda del bien y su plenitud, logrando esa síntesis perfecta de la coexistencia pacífica y armoniosa de la individualidad y la convivialidad.
Brevemente, y apoyado por lo que bellamente Gibran indica, expuse algunas ideas para reflexionar acerca de la propia vivencia del amor, dejarnos iluminar y producir aquellos cambios necesarios. El amor verdadero siempre es una vivencia constructiva, liberadora y planificadora de sí mismo y el otro. De lo contrario no es amor, y estamos viviendo una ilusión. Siempre los cuatro trascendentales del ser, “unum”, “verum”, “bonum” et “pulchrum”, del mismo modo que constituyen el sustrato ontológico del ser, son los cimientos metafísicos del amor humano genuino, donde se conjugan amablemente el eros y el ágape.
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