El dato surge de un estudio realizado por el Laboratorio sobre Estudios de Democracia y Autoritarismo (LEDA), donde confluyen el Instituto de Investigaciones Gino Germani, de la Universidad de Buenos Aires, y la Universidad Nacional de San Martín. El rol de las redes sociales.
En el marco del Laboratorio sobre Estudios de Democracia y Autoritarismo (LEDA), donde confluyen el Instituto de Investigaciones Gino Germani, de la Universidad de Buenos Aires, y la Universidad Nacional de San Martín, se desarrolló la investigación “Discursos de odio en la sociedad argentina”, un estudio que indagó acerca de cuán propensos son los argentinos y argentinas a reproducir en la esfera pública enunciados que promueven la discriminación y la deshumanización de personas con distintas identidades sociales.

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En este sentido, la Dra. Lucía Wegelin -doctora en Ciencias Sociales por la UBA, becaria postdoctoral del CONICET e integrante del grupo de Estudios Críticos sobre ideología y democracia del Instituto Gino Germani-, fue entrevistada por Horacio Solá para la Fundación Medifé y dio detalles sobre las conclusiones de la investigación.
“Diez años atrás, cuando el equipo comenzó a estudiar ideologías autoritarias, se observaba que lo que hoy definimos como discursos de odio solamente se producían en los grupos focales o en el contexto de una entrevista -como herramienta metodológica-, donde se utilizan disparadores para ‘dejar salir’ esas discursividades. Pero luego, esto empezó a ser algo que surgía en la esfera pública libremente”, detalla Wegelin. Así, señala que cada vez más empezaron a aparecer discursos públicos muy identificados con lo que la investigación había ubicado como subyacente en la sociedad argentina y en el resto del mundo.
El estudio de LEDA incorporó la problemática de las redes sociales, es decir, cómo las ideologías autoritarias que se estudiaban -en principio- a nivel de las subjetividades primero y en la esfera pública después, empezaron a tener mucha presencia en lo que hoy se denomina esfera pública digital. “De hecho, es en ese entorno en que se acuña el concepto ‘discursos de odio’ para nombrar específicamente las expresiones de discriminación hacia un otro en función de su pertenencia a un grupo social, racial, político diverso, expresiones que pueden incluso legitimar la violencia en redes”, sostiene la especialista.
Y considera que “un sistema democrático debería poder producir el espacio público en el que se canalicen y se resuelvan de algún modo los conflictos internos, conflictos morales, conflictos políticos, conflictos ideológicos”. Sobre ello, advierte que el debilitamiento de los valores y consensos democráticos “erosiona las instituciones en las que deberían alojarse las diferentes posiciones políticas, o ideológicas” y que “lo más grave del problema es la fatiga de las democracias que se produce con el crecimiento de estas ideologías autoritarias”.
Otro dato interesante que surgió de la entrevista a Wegelin son las conclusiones de una encuesta que realizó LEDA a principios de este año y que permitió construir un índice de discursos de odio a partir de tres enunciados. “El dato principal de la encuesta y el más sorprendente es que los enunciados elegidos eran muy extremos: había un enunciado racista, segregacionista, un discurso sobre el colectivo LGTB, y otro deshumanizador, que comparaba a personas de origen boliviano con ratas”, enfatiza.

Índice

Con estos tres enunciados, el equipo de investigación construyó un índice con el cual medir discursos de odio. “Al cruzar este índice con una serie de variables demográficas, ideológicas, y otras cosas que también se midieron en la encuesta detectamos que un 26,2% promovería o apoyaría estos discursos de odio y un 17%, aparece como indiferente ante esos discursos”, explica la Doctora en Ciencias Sociales.
También se incluyó un enunciado para medir antisemitismo vinculado a intereses con el origen de la pandemia. “En este caso la medición también resultó en un índice muy alto, que causó algo de sorpresa porque la sociedad argentina suele pensarse a sí misma como receptiva y cercana a la comunidad judía. Sin embargo, las respuestas a esa afirmación arrojaron un índice de 46,7% ‘de acuerdo’ con tal enunciado y un 30% ‘muy de acuerdo’. La suma de ambos números resulta en una aceptación altísima del mismo. Ese índice mide y permite pensar el verdadero antisemitismo en la Argentina. Pero a la vez, ese enunciado se correlaciona muy bien, muy intensamente con el índice de discursos de odio. Los sujetos tienden a responder ambas cosas, los que son antisemitas tienen también a puntuar alto en el índice de discursos de odio”, enfatiza la entrevistada.
Finalmente, destaca que otro tema interesante es el análisis por rango etario. “Los que puntuaron más alto en este índice de discursos de odio son, por un lado, los millenials, y por otro, los mayores de 75 años”, describe Wegelin; y explica que “los millenials, que son quienes tienen entre 25 y 40 años, puntúan muy alto y eso es interesante como cambio ya que habitualmente suele asociarse a las generaciones mayores con ciertas posiciones más conservadoras”.
En este punto, aclara que para el análisis una hipótesis importante es que actualmente esta generación joven “coincide en que son también quienes tienen mayor exposición a las redes sociales”.