El dictador Daniel Ortega repite la campaña anticatólica que ya hizo en los 80
Desde la primera dictadura comunista, en la URSS, ese movimiento totalitario se ha caracterizado por su absoluto desprecio a la libertad religiosa.
En varios países de distintos continentes, el comunismo ha exhibido un odio fanático contra los creyentes en general y contra los cristianos en particular. En España podemos dar fe de ello, ya que en la década de 1930, comunistas, socialistas y anarquistas llevaron a cabo una de las más sangrientas persecuciones anticatólicas de la Edad Contemporánea.
La historia se repite en Nicaragua
Actualmente, hay varias dictaduras comunistas que mantienen viva esa persecución contra los cristianos. Una de ellas es Nicaragua, donde Daniel Ortega lleva en el poder desde 2007, ejerciendo de hecho como un dictador en toda regla. Desde hace varios años, su régimen comunista viene desarrollado una persecución contra los católicos que se ha plasmado en agresiones a sacerdotes, obispos, religiosos, seminaristas y laicos, incluyendo expulsiones del país, además de profanaciones a lugares y objetos sagrados, asedios, bloqueo, destrucción y quemas de iglesias, y también la ilegalización de más de un centenar de entidades católicas -incluidas las dedicadas a ayudar a los más pobres, como las Misioneras de la Caridad– y el cierre de emisoras y canales de televisión vinculados a la Iglesia, como denunció hace poco Ayuda a la Iglesia Necesitada.
El episodio más reciente de esta persecución ha sido el hostigamiento y la detención de Monseñor Rolando José Álvarez, obispo de Matagalpa, sometido a arresto domiciliario desde el 4 de agosto, cuando los policías de la dictadura de Ortega le impidieron acudir a la Catedral a oficiar una Misa. Hay que señalar que no es la primera vez que ocurre esto en Nicaragua. La marca local del comunismo, el llamado sandinismo, ya persiguió a los cristianos en la década de 1980, y en 2003 Ortega pidió perdón por ello cuando estaba en la oposición. Una vez regresó al poder, el dirigente comunista ha recuperado su campaña anticatólica.
Un silencio previsible
La gravedad de la persecución anticristiana de la dictadura comunista de Ortega es tal que incluso organismos internacionales como la ONU, la Unión Europea y la OEA han condenado esos ataques a la libertad religiosa.
No obstante, la represión contra los cristianos en Nicaragua cuenta a su favor con dos silencios escandalosos. Uno de ellos, muy previsible, es el de la izquierda política y mediática. Este silencio no es extraño porque a fin de cuentas, la izquierda -desde la llamada socialdemocracia hasta la ultraizquierda- siempre ha demostrado una gran complicidad con la izquierda totalitaria. El partido de Ortega, el Frente Sandinista de Liberación Nacional, es miembro del Foro de São Paulo, que agrupa a los regímenes izquierdistas de Hispanoamérica y que en España recibe el apoyo de Podemos, socio de gobierno del socialista Pedro Sánchez. Tal vez por eso, el presidente del gobierno español no ha dicho ni una palabra contra esa represión anticristiana en Nicaragua.
Un silencio extraño e inexplicable
El segundo de esos silencios es el más inexplicable y extraño de todos, porque este mutismo tiene como protagonista al máximo dirigente de la Iglesia Católica, un pontífice que, además, es mundialmente conocido por su locuacidad. El Papa Francisco no ha emitido ni una palabra de condena contra esa persecución ni de aliento a los perseguidos en dos años, al menos de cara al público, que es como suele hacer todo tipo de mensajes. Este miércoles, 61 organizaciones de la oposición de Nicaragua pedían al Papa que interceda por el obispo de Matagalpa. El silencio de Francisco ante la situación de Nicaragua ha llamado la atención de medios de varios países, incluso de un medio gubernamental de la laicista Francia, que hace unos días comentaba sorprendido el “mutismo del papa Francisco” ante la persecución contra los católicos en Nicaragua.
La última vez que Francisco intervino en la situación en Nicaragua fue en 2019, para ordenar al obispo Silvio Báez, muy crítico con Ortega, que abandonase el país y se fuese a Roma, una decisión que provocó una gran polémica entre los católicos de Nicaragua, que consideraron aquello como una claudicación ante la dictadura. Monseñor Báez vive desde entonces exiliado en Roma. En noviembre Francisco le confirmó en su cargo, pero se mantiene exiliado. La última vez que el Papa habló sobre Nicaragua fue en el Ángelus del 5 de agosto de 2020, después de un atentado terrorista contra la Catedral de Managua que el régimen de Ortega ha querido tapar calificándolo como algo “accidental”. Francisco fue muy breve: “Os estoy cercano y rezo por vosotros”. Una cercanía que muchos católicos nicaragüenses no perciben, desde luego, en el escandaloso silencio del Papa sobre la persecución que están sufriendo.