La violencia en Rosario deja en estado de shock al kirchnerismo y enciende alarmas en Buenos Aires

Karin Silvina Hiebaum – International Press

El desorden del Gobierno alcanza tal magnitud que ni el mensaje mafioso de la semana pasada en contra de la familia política de Lionel Messi fue suficiente para que las máximas autoridades comprendieran que debían adoptar alguna medida urgente. Sobre todo, con impacto.

Después de los catorce tiros contra el supermercado de los padres de Antonela Roccuzzo, esposa del futbolista, Alberto Fernández apenas había balbuceado desde Salta un par de cosas sorprendentes. “Algo más debemos hacer”, dijo primero. Tuvo un remate antológico: “Porque Rosario es la Argentina”, anotició.

Entre ese episodio y ayer Rosario continuó su escalada criminal hasta establecer el promedio de más de un muerto por día en lo que transcurre de 2023. El lunes, sin embargo, se produjo un punto de inflexión. Una pueblada de vecinos en el barrio Los Pumas hizo añicos un búnker de venta de droga. Su principal ocupante había sido detenido en enero luego de un allanamiento a la vivienda. Pero el negocio nunca se detuvo. La furia se desencadenó después del asesinato del menor Máximo Gerez.

Las imágenes donde la gente resolvió hacer justicia por mano propia, en las cuales se filtraron saqueos evidentes, colocaron por primera vez a Alberto y al mismo kirchnerismo cerca de un estado de shock.

Rosario no fue, tal vez, ni siquiera la máxima expresión del espanto oficial. En ese mundo se comenzaron a interpelar acerca de qué podría suceder si una situación similar se replicara en Buenos Aires. ¿O no hay, acaso, búnkeres del narcomenudeo distribuidos en todo el conurbano?

Axel Kicillof tomó conciencia sobre esa situación después de tres horas de discurso para dejar inauguradas las sesiones en la legislatura de Buenos Aires. Acto postergado el primer día de marzo por aquel gigantesco apagón. El gobernador se regodeó con la teoría kirchnerista del Estado omnipresente mientras Rosario exhibía salvajemente la contracara: los vecinos hicieron replegar a la policía y la Justicia deberá multiplicar su pericia para recoger pruebas en el lugar e impulsar la causa contra los acusados. El gentío desatado no reparó en detalles. Pulverizó casi todo.

El miedo hizo salir al ruedo a algunos de los actores principales. Capaces de decir cosas que al kirchnerismo le aterra. Antes que por principio, por ignorancia. Calificativo que acuñó el ex ministro de Economía, Martín Guzmán, sobre la negociación con el Fondo Monetario Internacional (FMI). Sergio Berni, el ministro de Seguridad, se encargó primero de polemizar con Aníbal Fernández. Desacreditó al ministro de Seguridad por haber afirmado que “el narco ha ganado” en Rosario. No titubeó en decir que con los narcotraficantes habría que hacer lo mismo que Nayib Bukele en El Salvador.

¿Qué sucede en el pequeño país de Centroamérica? Su presidente desató una lucha salvaje contra “las maras”. Pandillas criminales, también ligadas al narcomenudeo, que impusieron el terror durante tres décadas. Bukele acaba de construir la cárcel más grande de América Latina. Con capacidad para 40 mil personas. Se encargó de distribuir fotos de miles presos apiñados preparados para el trabajo forzado. El salvadoreño tiene 87.7% de aprobación por esa tarea. Enfila hacia su reelección en 2024. Está lleno de impugnaciones por las organizaciones de derechos humanos.

Berni, en una exageración sin medida, sostuvo que ese constituye hace mucho tiempo su verdadero proyecto. Bukele lo habría plagiado. Defendió, por otra parte, la idea del trabajo forzado para los narcos que sean apresados y encarcelados aquí. “Deberían paliar el costo que la construcción y el mantenimiento de las prisiones tienen para el país”, completó.

El secretario de Seguridad no estuvo sólo en la exposición. Por otro andarivel reapareció el ex jefe del Ejército, César Milani. Más parco que Berni -tampoco es tan difícil- se limitó a respaldar la idea de construir grandes prisiones en lugares recónditos de la nación. Todo apuntando a los narcotraficantes.

¿Serían las expresiones de Berni y Milani representativas del pensamiento kirchnerista? Muy difícil creerlo. Sus irrupciones, en todo caso, estarían denunciando dos cosas. La ausencia de un mínimo libreto en el kirchnerismo, incluida la vicepresidenta Cristina Fernández y el diputado Máximo Kirchner, para hacer frente al flagelo que se ha hecho trágico en Rosario.

Recorre desde hace años el territorio nacional, de punta a punta. El temor, además, a que algo de ese tenor pueda conmover a Buenos Aires en pleno desarrollo del año electoral. Cuando el oficialismo aspira a defender, de mínima, dicha geografía ante la posibilidad de una derrota en el plano nacional.

Entre lo que sucede en Rosario y el riesgo de que pudiera suceder en Buenos Aires existe todavía una diferencia. La policía bonaerense no está desaparecida. Aún con su enorme porosidad, no ha resignado el control del territorio. Como sucede con la santafesina en Rosario. Se pudo descubrir en la pueblada en el barrio Los Pumas un hecho revelador. Un vecino obligó a retroceder a un agente que pretendía ingresar en el búnker destrozado. El uniformado agachó la cabeza. Así está subvertida la noción del orden.

Después del miedo, el jefe de Gabinete, Agustín Rossi, conversó con Omar Perotti, el gobernador de Santa Fe, y con Pablo Javkin, intendente de Rosario. Los funcionarios provinciales plantearon un plan de emergencia de cinco puntos. El primero fue visibilizar una mayor presencia e interés del gobierno nacional. De allí la decisión de enviar más fuerzas federales e ingenieros militares. Para intentar urbanizar barrios marginales que han sido cooptados por los narcos.

El Presidente le imprimió al anuncio el carácter de algo trascendente. Grabó un mensaje en la residencia de Olivos. La última vez había utilizado ese recurso para comunicar que impulsaría el juicio político a los miembros de la Corte Suprema. Alberto intentó retomar el centro de gravedad de la escena nacional de la cual había quedado corrido por desatender el problema. O hacerlo de forma infortunada, como ocurrió en Salta.

Superado el impacto público y político habrá que ver qué sucede. El refuerzo de la vigilancia no estaría mal. Resultaría insuficiente, como otras veces, si no se repara en la cantidad de defensas vulneradas. Una de ellas son las cárceles que dependen del Servicio Penitenciario Federal (SPF).

Hace dos años que Perotti y Javkin denuncian que constituyen el “home office” de los narcos. Recién la semana pasada se realizaron allanamientos con la recolección de pruebas abrumadoras. Alguien debiera responder por semejante descuido.

Santilli: “Lo que sucede en Rosario está empezando a pasar en muchos municipios bonaerenses”
El diputado nacional y precandidato a la gobernación se reunió con Pablo Javkin, el intendente rosarino, luego del ataque a tiros contra el supermercado de la familia de la mujer de Lionel Messi.
El intendente de Rosario, Pablo Javkin, y el diputado nacional de Juntos, Diego Santilli, mantuvieron una reunión en Rosario después del ataque a balazos que sufrió uno de los supermercados que posee la familia de Antonela Roccuzzo, la esposa de Lionel Messi, en la ciudad santafesina.

Santilli viajó a Rosario el jueves por la tarde después de conocerse el ataque mafioso y en el marco de la crisis que vive Rosario, donde se han cometido 58 asesinatos desde que comenzó el año.

El diputado nacional fue a brindar su respaldo institucional a Javkin en calidad de integrante de la Comisión de Seguridad de la Cámara de Diputados y como candidato a gobernador de una provincia vecina de Santa Fe, como lo es Buenos Aires, que también está sufriendo el avance del narcotráfico.

“Vine a Rosario a acompañar a Pablo Javkin. Lo que sucede en Rosario es un espejo de lo que está empezando a pasar en muchos municipios de la provincia, con un Gobierno nacional y provincial ausente, que no enfrenta a las mafias y a las redes del narcotráfico”, expresó Santilli tras el encuentro.

“La Argentina dejó de ser un país de paso. El narcotráfico se instaló y la droga volvió al barrio, pero yo no quiero que pase esto en mi provincia”, aseveró el diputado, que fuera ministro de Seguridad de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

Punto por punto
Santilli señaló que “los pasos a seguir en Rosario deberían consistir en la convocatoria al ministro de Seguridad de la Nación, Aníbal Fernández, a la Comisión de Seguridad de la Cámara de Diputados, y la sanción de la ley contra el lavado de dinero vinculado al narcotráfico que presentó en el Congreso a principios del año pasado”.

En ese sentido, insistió: “Presenté un proyecto para cortarle el negocio a los narcos: propongo congelarles los bienes y prohibir que cualquier persona o entidad los asista. Cortarles el financiamiento es atacar el problema de raíz. Vamos a pelear para que estos tipos estén presos y no tengan herramientas para subsistir”.

“Contra los narcos hay que ir a fondo: tirarles abajo los búnkers, meterlos presos y cortarles el financiamiento. Mi compromiso es con la seguridad y con la libertad de los bonaerenses y de todos los argentinos”, concluyó el precandidato a gobernador bonaerense. (DIB)

Rosario narco: Javier Milei explotó por la “anomia absoluta”

El liberal Javier Milei estalló contra “el estado fallido” en medio de la escalofriante situación narco en Rosario reflejada en la batalla campal con vecinos.

Rosario es el epicentro principal de los narcotraficantes que hunde a sus ciudadanos en la absoluta violencia e inseguridad. Por estas horas se considera la capital del crimen, producto de una sombría trama que relaciona políticos, jueces de alta jerarquía, legisladores y policías con el poder narco. En ese contexto múltiples políticos, entre ellos Javier Milei salieron a repudiar la situación y a criticar el gobierno de Alberto Fernández.

Ante esto, el gobierno nacional y provincial no reaccionan, se lavan las manos y practican una desidia total en aquel ardiente distrito. Ante el estado ausente en materia de seguridad, los vecinos empezaron a reaccionar y hacer justicia por mano propia.
TN hoy (06/03) registró el ataque a la casa de un presunto vendedor de drogas, responsable de la muerte de Máximo Jerez, un chico de once años que murió por un impacto de bala en su pecho al quedar en medio de una balacera el pasado domingo 5 de marzo

El diputado libertario al tanto de la funesta situación, abrió un hilo de Twitter y explotó contra el “estado fallido” reflejado en aquella guerra civil. Es que el conflicto en Rosario expone la fragilidad y falencias de las instituciones del país.
Comenzó: “Las imágenes que estamos viendo en TN de lo que sucede en Rosario no es otra cosa que la demostración de que Argentina es un Estado fallido producto de 100 años de fracaso de un modelo político y económico que sólo sirve a los intereses de los políticos”.

El Estado (en todas sus definiciones contempla la seguridad), que sólo debería proveer funciones básicas se encuentra totalmente deformado para que los políticos hagan sus negocios y satisfagan a los intereses especiales que los pusieron ahí”. Entonces fue cuando describió la actual situación como “anomia absoluta”. “La única salida a este estado de anomia absoluta es un cambio profundo de 180 grados que vuelva a poner al Estado al servicio de los argentinos; y no a los argentinos al servicio del Estado (políticos). Mientras continuemos con este modelo el único destino es la anomia absoluta”. Y cerró: “Más allá de la solución que uno elija, el Estado (bajo distintas definiciones) viene a cubrir la necesidad de un seguro, donde la prima es el pago de impuestos. Sin embargo en Argentina, cada vez que ocurre el siniestro el Estado no cumple, por lo tanto está fallido”. Después compartió una reflexión del legislador porteño Ramiro Marra que acusó a la gestión de Alberto Fernández de ser un “gobierno que defiende a las mafias”.
¿Qué pasa en Rosario?

Rosario es el feudo narco del país. La primera conclusión es que el poder narco existe por la connivencia entre el crimen organizado y funcionarios de los 3 poderes del Estado: legisladores, fiscales y jueces claves que respaldan toda su estructura criminal presionados por sobornos, extorsiones y asesinatos. Incluso las fuerzas de seguridad que deberían perseguirlos responden a arreglos delictivos. En esta línea, el entramado llega a las esferas más altas del poder político.