El diputado ultraliberal que apela a los infieles de la política remonta en las encuestas para la presidencia de Argentina, armado con una motosierra y la promesa de destruirlo todo

Javier Milei entusiasma a sus seguidores durante un acto de campaña en Buenos Aires el 6 de noviembre de 2021.

Karin Silvina Hiebaum – Prensa internacional

Hasta hace poco menos de dos años, Javier Milei era un economista provocador, de pelo negro enmarañado e insulto leve. Los programas políticos de TV lo adoraban: con su verba incendiaria y sin filtro, se aseguraba el show. Pero en 2021 decidió abandonar el análisis económico, se presentó a diputado y ganó. Nadie lo tomó muy en serio hasta que anunció su intención de ser presidente y empezó a subir en las encuestas. Cuanto peor está Argentina, mejor está Milei, que ha conseguido atraer el voto bronco de los no creyentes de la política. Esta semana, el candidato libertario grabó un vídeo para presentar su “plan motosierra”, una mezcla de ideas ultraliberales en la que no hay ministerios de Educación, Salud, Obras Públicas ni Desarrollo Social, se permite la compraventa de órganos y el delito se resuelve armando a los civiles sin restricciones.

La crisis que vive Argentina está pasando la factura a los políticos. El estancamiento económico y la frustración social por la falta de futuro están dando alas a aspirantes a personalidades que prometen dinamitarlo todo para empezar de cero. La fórmula le sirvió a Jair Bolsonaro en Brasil en 2018, cuando se temía un contagio en Argentina. Pero el peronismo, en su versión kirchnerista, encontró la fórmula para neutralizar cualquier aventura individual antisistema y se impuso en las elecciones de 2019. El fracaso de ese experimento, con Alberto Fernández como presidente y Cristina Kirchner como vice, le abrió la puerta del Congreso a Milei en las elecciones de medio término. Y desde entonces, su figura no ha dejado de crecer.

La Libertad Avanza de Milei es ahora la tercera fuerza política de Argentina, y ya nadie se ríe de sus posibilidades electorales. Un promedio de seis encuestas nacionales recopiladas por el diario Clarín otorga al economista el 17% de los votos. Estamos a cinco meses de las primarias obligatorias y a siete de las elecciones generales, justo detrás de las dos grandes coaliciones que dominan hoy el escenario argentino: el oficialista Frente de Todos (25%) y Juntos por el Cambio (27%).

Milei ha conseguido romper la polarización erigiéndose en árbitro electoral desde la barrera. En los últimos días, concentró todas sus energías en un armado nacional que le da fuerza en el interior. Pesca en río revuelto. Cuando el peronismo no manda, abunda la estampida de dirigentes locales.

Javier Milei en un mitin electoral en Buenos Aires.

Milei se ha aliado con todo tipo de personajes. En Tucumán (norte), por ejemplo, lleva como candidato a gobernador a Ricardo Bussi, hijo de un ex militar condenado por delitos de lesa humanidad. Bussi presentó su candidatura con un vídeo en el que aparece disparando a un blanco fijo en medio de imágenes de ataques a civiles. Que la próxima vida no sea la tuya, dice a la cámara. Milei recogió el guante desde Buenos Aires. “¿Por qué está a favor de que los argentinos sufran bien como ratas frente a los delincuentes?”, le preguntó un periodista del canal de noticias TN, a lo que ella respondió con el estilo que ya es su marca de campaña.

Los votantes de Milei no necesariamente defienden ideas del diputado ultraliberal como la libre portación de armas, la venta de órganos, el fin de la educación gratuita o la quema del Banco Central para terminar contra la inflación. Les une la protesta contra todo lo establecido y coinciden en que los políticos son “una manga de delincuentes y ladrones”. “Terremoto político. Seguid mintiendo al pueblo. No les gusta nuestro plan porque de ahí no se puede morder, se van a quedar sin robar y van a tener que trabajar como la gente honesta”, dijo Milei mientras presentaba su plan. Su frase de cabecera es “odio a los putos de izquierdas”. Y para desmarcarse de “la casta”, sortea cada mes su sueldo de diputado nacional.
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El crecimiento electoral de Milei es ya un problema para los partidos tradicionales. Sus votantes son en su mayoría jóvenes y de clase media, pero también crecen en las barriadas pobres de la periferia de Buenos Aires, tradicionalmente peronistas. Poco puede hacer el gobierno. Los datos de inflación de febrero, difundidos el martes, alcanzaron el 6,6% y la inflación interanual superó el 100% por primera vez desde 1991. A medida que se agudiza la crisis y crece el malhumor social, el ministro de Economía, Sergio Massa, pierde fuerza como posible candidato de consenso en un peronismo que ahora se desangra en peleas intestinas.

No le van mejor las cosas a Juntos por el Cambio, la coalición opositora fundada por el ex presidente Mauricio Macri. El discurso de Milei obliga a los precandidatos del centro, especialmente al jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, Horacio Rodríguez Larreta, a virar hacia la derecha. Y simultáneamente da alas a las figuras más extremas de la alianza, como la ex ministra de Seguridad Patricia Bullrich y el propio Mauricio Macri.

La fagocitación de Milei por Juntos por el Cambio parecía cantada hace meses. Pero el diputado crece en las encuestas y logra que su apoyo pague cada vez más alto. Su ambición es pasar a segunda vuelta en las elecciones de octubre y captar el mayor malestar posible en las encuestas. Milei ya no provoca risas.