Hoy día, con las tecnologías que tenemos a nuestro alcance, asistimos diariamente a una gran cantidad de información, opiniones y afirmaciones que damos por válidas muchas veces sin someterla a nuestro filtro. Dada la inmediatez y rapidez con la que la información aparece en las redes y en los medios de comunicación, se nos hace cada vez más difícil contrastar esa información para construir nuestro propio criterio.
Karin Silvina Hiebaum – International Press
El pensamiento crítico es un proceso cognitivo que hay que educar si queremos tomar nuestras propias decisiones con coherencia, lo que nos dará confianza y seguridad y afianzará una buena autoestima. Este pensamiento crítico es lo que hace a las sociedades que se cuestionen las afirmaciones heredadas y que evolucionen adaptándose a la realidad social.
Pero si no tenemos nuestro propio criterio podemos dejarnos llevar o influenciar por la presión social o de grupo que no siempre responde a lo que decidiríamos si hubiéramos dedicado tiempo a analizarla.
Para poder entenderlo mejor, os mostramos los pasos en el proceso de generar nuestro propio criterio.
Definir el tema que nos cuestionamos o sobre el que tenemos interés
Obtener información desde todos los ámbitos y opiniones encontradas
Contrastar las informaciones y datos que facilitan las distintas fuentes
Analizar lo recabado con visión objetiva y crítica, viendo los pros y contras, la consistencia o no de las mismas para poder filtrarla
Asociaremos ideas y conocimiento para enriquecerla
Daremos forma a los distintos argumentos para poder debatirlos y darle consistencia
En esta fase ya podemos tomar la decisión sobre cuál va a ser nuestro propio criterio y el compromiso que con él queremos adquirir.
Al mismo tiempo, es importante conocer las habilidades que nos pueden ayudar a defender nuestro punto de vista:
La tolerancia nos permite entender que hay opiniones distintas a la nuestra y que no tenemos porque estar en posesión de la verdad absoluta.
La asertividad nos ayuda a defender nuestras ideas, sabiendo que tenemos derecho a ello y entendiendo que los demás también tienen derecho a tener las suyas.
Escucha activa: capacidad para prestar atención a lo que opinan los demás y al mismo tiempo que se sientan escuchados
Capacidad comunicativa: hablar con claridad, precisión y concreción, respetando los tiempos del uso de la palabra de cada uno y manejando el lenguaje verbal y no verbal.
Con la empatía podemos entender las motivaciones que llevan a otras personas a pensar de esa manera por su historia o sus aprendizajes. Empatizar no significa mimetizarnos, es entender pero manteniendo nuestro criterio.
Flexibilidad: Ser capaz de cuestionarnos nuestros propios aprendizajes o creencias nos facilitará tener criterios adaptados a las nuevas realidades.
No siempre es fácil tener un criterio propio y cuando no lo tenemos nos puede generar:
Inseguridad por no tener clara nuestra decisión
Sensación de pasividad hacia fuera por no tener argumentos para reafirmar nuestro criterio y enfado hacia adentro cuando no somos coherentes con nosotros mismos.
Baja autoestima por no sentirnos hábiles o capaces de afrontar la situación
Incapacidad a la hora de tomar decisiones por miedo a equivocarnos
Conductas evitativas que pueden llegar a aislarnos
Cuadros de ansiedad por no tener control sobre la situación.
Identificar las debilidades y trabajarlas para fortalecerlas es paso previo para tener bienestar.