Después de ver algunos políticos vociferar diciendo insensateces y realizar actos llenos de torpeza y cinismo, los expertos nos dicen que no entendemos a profundidad lo que sucede porque en realidad la política es un enorme juego de ajedrez, y que detrás de esas caras de sonrisa para anunciar pasta de dientes existen grandes estrategas, que llenarían de envidia a Boby Fisher.

Karin Silvina Hiebaum Corresponsal

El ajedrez es un antiguo juego de estrategia que ha interesado al hombre por más de 15 centurias. Venido del Oriente ha establecido puentes de comunicación cultural con civilizaciones del Occidente. Miles de notables pensadores y hombres de acción: papas, reyes, emperadores, zares, generales y grandes capitanes de la historia; políticos y filósofos; poetas, compositores, músicos y actores, con frecuencia jugaban al ajedrez en su tiempo libre. Inclusive, especularon, filosofaron y escribieron sobre él.

Esta comparación entre la política y el ajedrez no es más que una metáfora para significar que, en política se utilizan tácticas y estrategias para lograr los diversos objetivos de quienes participan en el juego que no todo se reduce a tener la razón, y que la ingenuidad suele pagarse caro. Sin embargo, reflexionando un poco más allá, podemos ver que dicha afirmación es bastante vaga y que, en realidad, el ajedrez y la política difieren en muchos aspectos. De hecho, para afirmar que la política es un juego de estrategia, podemos compararla con cualquier actividad que utilice la estrategia de alguna manera, o sea, casi cualquier actividad humana, como podrían ser un juego de póquer, una guerra o un torneo de gimnasia. Al escoger precisamente al ajedrez, se está generando una imagen más refinada, de estrategia pura y sofisticada, y de gran capacidad y esfuerzo mental. Pero, como veremos a lo largo de este artículo, no es una comparación adecuada.

La relación entre el estudio de ciertas áreas de las ciencias sociales, principalmente la economía, y del funcionamiento de algunos juegos, es el objeto de estudio de un área de las matemáticas conocida como teoría de juegos. Más precisamente, en esta área se busca modelar los fenómenos sociales comparándolos con las estructuras propias de los juegos, concebidos de forma abstracta. En estos términos, la pregunta básica en este artículo es ¿el ajedrez es un buen modelo para los mecanismos utilizados en política? Digamos, por ejemplo, ¿se parecen a un juego de ajedrez las estrategias utilizadas en las pre campañas para las elecciones presidenciales que ya hoy están moviendo sus fichas? (¡Vaya! acabamos de realizar otra alusión ajedrecística).

A continuación mencionaremos algunas diferencias elementales entre la política y el ajedrez, ejemplificando cómo la realidad es mucho más compleja y dejando claro que la comparación con este juego es una metáfora bastante superficial.

1.

Número de jugadores: El ajedrez es un juego de dos jugadores (bipersonal), cada uno enfocado a ganar y de manera obligada a hacer perder al otro; al finalizar este juego sólo existen tres resultados posibles: la victoria de alguno de los participantes o un empate. En política y en otras áreas de las ciencias sociales como la economía, la situación es muy diferente, y de un alto grado de complejidad, de tal forma que sólo pueden estudiarse casos muy simplificados.

Claramente, en política existen muchos jugadores, lo que al realizar el ejercicio de abstraerla como juego, lo convierte en algo de mucho mayor grado de complejidad que un juego de dos contrincantes. Por ejemplo, los objetivos y opciones de cada jugador forman una gama de mucho mayor amplitud, y las

posibilidades finales no se restringen a victoria o empate de alguno de los jugadores. Así, la derrota de algún jugador no necesariamente significa la victoria de otro o de los demás; más aún, ni siquiera el objetivo de un jugador es forzosamente vencer a los demás.

Podría argumentarse que, en muchos casos, existe una tendencia natural a que los individuos se agrupen en dos grandes fuerzas, y a que en esas ocasiones tengamos una situación semejante al juego de dos jugadores, siendo el ejemplo más típico de las elecciones bipartidistas. Pero aún en este tipo de situaciones, existen diferencias esenciales: por un lado, siempre existen grupos minoritarios que juegan su propio juego y que no pueden obviarse, y por el otro, es falso que en estas situaciones el objetivo de cada jugador sea aniquilar al rival; incluso en algunos casos puede haber victoria de varios jugadores, y lo que es más frecuente, derrota simultánea.

Por ejemplo, en las campañas electorales, siempre existen participantes interesados en lograr algunos objetivos particulares que están dispuestos a trabajar por la victoria del candidato que contribuya en mayor medida a esto, sin importarles quien resulte ganador.

Cooperación entre jugadores: Este punto ya lo hemos desarrollado en el inciso anterior pero conviene hacerlo patente. En el ajedrez no existe ninguna posibilidad de cooperación entre los jugadores: necesariamente, cada jugador juega a vencer al rival. En política y en economía existen muchas situaciones donde los jugadores pueden cooperar o aliarse para obtener resultados de beneficio común, abriéndose el espectro entre victoria y derrota.

Aleatoriedad: En el ajedrez, pensado como juego en abstracto, no interviene el azar. Las reglas están fijas y, en términos generales, no hay momentos en que intervenga la suerte. No se tiran dados, ni se reparten las fichas después de revolver, ni hay ases bajo la manga, se juega siempre con las mismas piezas y con las mismas reglas.

En el accionar político, en cambio, hay un fuerte componente de azar. En situaciones aparentemente semejantes, o incluso prácticamente idénticas, pueden existir desarrollos totalmente diferentes debido a factores aleatorios, como pueden ser la participación de individuos excepcionales, la presencia de hechos simbólicos que cambian la percepción de las cosas o hasta el clima. Por ejemplo, ¿cuánto aguanta una sociedad un mal gobierno antes de protestar? La historia está llena de ejemplos en donde lo simbólico fue más relevante para un levantamiento que lo verdaderamente grave. Por otro lado, las reglas no están definidas, y construirlas es parte del juego; más aún, es parte activa del mismo decidir si las ya existentes se respetan o no y esto también introduce, de manera natural, azar en el juego.

Equilibrio: El ajedrez es un juego bastante equilibrado con una leve ventaja para quien utilice las piezas blancas. En un lenguaje cotidiano, podemos afirmar que, en general, siempre gana el mejor y cuando están equilibradas las fuerzas, gana quien juega con blancas o se dan tablas. En cambio, el juego político es totalmente desequilibrado: quien ostenta el poder tiene una enorme ventaja sobre los demás.

Pensar que los grandes actores políticos son necesariamente grandes estrategas es un error de apreciación bastante común. En este sentido, es más atinado comparar a la política con una guerra: la mejor estrategia no es suficiente para enfrentar a una superioridad militar manifiesta.

Decir que los políticos más exitosos, son los mejores estrategas es promover un mito semejante al de que los ricos son los hombres más trabajadores, o el de que quienes ostentan los puestos más altos académico-administrativos son los hombres más dotados intelectualmente.

Información: Cada ajedrecista tiene toda la información que se necesita para jugar: además de conocer las reglas, se conocen todas las tiradas que se van realizando. En cambio, en política, el manejo de la información es parte central de la estrategia, gran parte de la información está oculta y el conocimiento parcial de ella supone una ventaja. La información llega a ser tan nebulosa, que ni siquiera se sabe con certeza quiénes son los jugadores, qué tiradas han realizado, ni cuáles son sus objetivos.

En este sentido, sin que la comparación sea tampoco muy buena, la política es más parecida al póquer, donde cada jugador conoce sus cartas, pero no las de los demás. Así, por ejemplo el farol, fingir que se tiene buen juego cuando se tiene malo y recíprocamente, fingir que se tiene malo cuando es bueno, es parte fundamental del juego político inexistente en juegos como el ajedrez.

Si la comparación con el ajedrez no es adecuada ¿cuál sí lo es? Por supuesto, esta pregunta rebasa con mucho los alcances del presente artículo y, de hecho, una respuesta definitiva revolucionaría el estudio de las ciencias sociales. Sin embargo, podemos mencionar que, a partir de algunos trabajos del siglo xix como los de Cournot (1801-1877), y definitivamente de los trabajos de Von Neumann y Morgesten en su ya clásico libro The theory of games and economic behavior, se ha ido desarrollando la teoría de juegos, que ha sido muy fructífera para desarrollar modelos en las ciencias sociales, inspirados precisamente en la comprensión de los juegos. Aunque estos modelos distan mucho de dar respuestas generales que expliquen el comportamiento de las ciencias sociales, es importante mencionar que la teoría de juegos ha dado un número amplio de modelos matemáticos para explicar la economía, y que su estudio es cada vez más relevante para la comprensión de esta disciplina. Mencionemos, por ejemplo, el premio nobel de economía ha sido otorgado a especialistas en teoría de juegos en varias ocasiones mencionemos por ejemplo: a Nash (1928-2015) premiado en 1994, Arrow (1921) y Hicks (1904-1989) premiados en 1972, ó Roth ( 1951) y Shapley (1923-2016) galardonados en 2012.