Por Jorge Sanchez

La dirigencia que lideró la entrada de Argentina al siglo XX agregó valor a la construcción colectiva con una visión de largo plazo que organizó políticas con efectos durante todo el siglo. Se trató de un compromiso por el futuro compartido. Fue asumido con sentido de misión. La que lidera el país en su ingreso al siglo XXI generalmente no agrega valor a la construcción colectiva. Carece de una visión generalizable por el futuro compartido. Sin ella desaparece cualquier misión para cumplir hacia los demás. Su foco se centra en la inmediatez del interés particular. La actividad política ha quedado reducida al esfuerzo por apropiar recursos públicos e identificar oportunidades para proyectos privados de poder. Lo hace invocando asuntos públicos que no se propone resolver sino utilizar.

Cuando los militantes de cualquier formación política subrayan la expertiz de un dirigente, tácitamente refieren a su habilidad por desarrollar carreras profesionales arreglando la expectativa por cargos públicos con el acceso al control de recursos estatales y objetivos que son propios e individuales. Generalmente ajenos a los mandatos para el que fueron elegidos. Invariablemente con cargo a los contribuyentes. El criterio de decisión prevalente es la oportunidad. Nunca la visión resultante de la comprensión de alguna arista de la realidad. De ahí el tratamiento improvisado de los asuntos públicos. Se reducen a medios de la oportunidad. Esto explica junto a otras circunstancias, las sistemáticas degradación institucional y pauperización que transitamos.

Llegadas a cotas obscenas como las actuales, las consignas de cambio en procura del favor de los electorados se dan de bruces con los incentivos que ofrece un sistema político orientado a la captura de rentas. Importa menos la precarización generalizada que su empleo para favorecer proyectos privados de poder. Sin reconocer esta lógica de funcionamiento, se alejan las posibilidades concretas de cambio. Este no depende de la sobrevivencia de los dirigentes con que nos identifiquemos, de las ofertas electorales o de su sofisticación para hacerlas preferibles. Depende de su concepción.
Si son concebidas como recursos de dirigencias pugnando por su sobrevivencia en la órbita de los asuntos públicos, conocemos sus resultados. Concebidas como construcciones colectivas de vecinos, consumidores y contribuyentes devenidos en electores podrían ofrecer herramientas concretas al cambio. El punto es hacer de sus intereses legítimos límites de la acción pública. Evidentemente, asocia liderazgos resonantes con intereses y expectativas de esos roles y fundamentalmente orientados a la construcción de una ética que los contenga al formar decisiones colectivas, controlar el uso de los recursos comunes y formar agendas compartidas. Camino que aun cuando auspicioso por sus potenciales aportes a instituciones plurales, participativas y estables, no es rápido ni nos eximirá del dolor que enfrentamos en lo porvenir.

Sin instituciones así no hay posibilidad de desarrollar mercados que generen nuevas actividades, empleo y recursos públicos al ofrecer bienes y servicios. Allí, la confusión que por generalizada invierte los términos. La economía no es más que el proceso social de los intercambios económicos. Su funcionamiento depende de cómo se administre el poder y la representación social. Su expansión generando nuevas actividades y empleo depende de la solidez de las instituciones ocupadas en ello. Mercado y estado son aristas del mismo fenómeno, la coordinación social.
Una ética de los asuntos públicos que los alinee a los genuinos intereses de vecinos, consumidores, contribuyentes y electores ganaría en coordinación social por vía la vía de decisiones públicas efectivamente representativas de sus intereses al tiempo que acotaría la discrecionalidad del poder. La llamaremos ética recíproca. Se trata de criterios de decisión pública soportados en el interés de vecinos, consumidores y contribuyentes antes que en el de perpetradores apropiándose de los recursos públicos y los símbolos de poder del estado.

Jorge Sánchez es Consultor Asociado en Claves ICSA Master of Business Administration por Broward International University, Diplomado en Políticas Públicas por UNPSJB, Diplomado en Economía Austríaca por ESEADE y en Negocios Internacionales por UNLZ. Las imágenes son producciones del artista local Mauro Esains