El judaísmo de Milei

Giro de Milei al judaísmo sella apoyo a Israel de Argentina

Mientras gran parte de América Latina permanece neutral o incluso crítica, el presidente electo profundiza vínculos culturales y políticos con Israel

El intento de Milei de afiliarse al judaísmo es mucho más que un intento de atraer a votantes judíos desilusionados con los principales partidos de izquierda y derecha: es una teología política con una carga escatológica que se basa en los elementos simbólicos del sionismo religioso. En ninguna parte esto es más evidente que en la promesa de campaña de Milei de trasladar la embajada argentina de Tel Aviv a Jerusalén, para honrar los deseos del Rey David. Al hacer todo esto, Milei se alinea con una tradición interpretativa externa. En la Argentina (católica), el judío es el Otro y, para Milei, los judíos son ante todo outsiders y minorías; al convertirse en tal, intenta destacarse como diferente y posicionarse fuera del establishment político del país. De la misma manera que los judíos fueron casi exterminados en la historia, Milei se presenta como miembro de una minoría que otros tratan de borrar del mapa político.

El ataque terrorista de Hamas contra Israel provocó conmociones en todo el mundo, y éstas también se hicieron sentir en la Argentina, donde vive la mayor población judía de América Latina. El país se encuentra en medio de una transición un poco agitada. Javier Milei, el presidente electo y pronto a asumir el poder, condenó de forma inmediata la violencia terrorista en términos enérgicos. Además, manifestó su apoyo al Estado de Israel más que nadie. No obstante, Milei no sólo es un economista libertario, ex músico de rock, arquero de fútbol, outsider político, sino que también es… un aspirante a convertirse al judaísmo.

La agenda política de Milei –que incluye la dolarización de la economía nacional, cortar los vínculos económicos con Brasil y China (los principales socios comerciales de Argentina) y legalizar la venta de órganos– conmociona a los principales expertos, despertó el interés de Tucker Carlson y Elon Musk, y le valió el respaldo del 55% de los votantes hartos de una inflación severa. Pero un aspecto de la candidatura de Milei que a menudo se pasa por alto es su abierto amor por el judaísmo y, sobre todo, por el Estado de Israel. En un país que hasta 1994 exigía que los presidentes fueran católicos, ¿por qué lo convirtió en una parte central de su campaña?

Milei dice que se sintió atraído por el judaísmo por primera vez por un estudiante. En una entrevista concedida a Kfar Jabad, un semanario judío, sostuvo que “un estudiante, que parecía más un rabino que un economista, hacía las preguntas más estimulantes durante mis clases. Sus preguntas perspicaces me impresionaron y le pregunté de dónde había sacado tanta sabiduría. Me compartió que había estudiado la Torá y el Talmud de Babilonia durante su infancia y adolescencia”. A partir de ese momento, el próximo mandatario de la Argentina se empezó a interesar por el judaísmo, por la historia judía e Israel. Habla de Dios como “el Uno”, invoca ideas vagamente cabalísticas y publica memes en hebreo en sus redes sociales. En una entrevista con Tucker Carlson, atacó a su compatriota el Papa Francisco (llamándolo comunista, es decir, el peor insulto en el vocabulario de Milei), y dijo que duerme bien “sabiendo que hay gente en el Kotel” –el Muro de las Lamentaciones en Jerusalén– “que rezan por mí”.

Como en muchos países, en Argentina existe una larga tradición que vincula al judaísmo con la izquierda. Durante la Semana Trágica en 1919, la violenta represión policial hacia los anarquistas, los comunistas y los diferentes líderes sindicales, coincidió con un pogromo contra judíos llevado a cabo por un grupo paramilitar nacionalista. En la inmediatez, sin embargo, la mayoría de las instituciones judías se han inclinado hacia la derecha tradicional representada por Juntos por el Cambio, la coalición con la que Milei se alió para ganar las elecciones presidenciales. El acontecimiento que contribuyó a desencadenar este realineamiento de la comunidad hacia la derecha fue el atentado con bomba en 1994 contra la AMIA, la asociación mutual israelita argentina, que se cobró 85 víctimas. El ataque fue atribuido al grupo terrorista libanés Hezbollah y su patrocinador político Irán, junto a que políticos del Partido Justicialista, fundado por Juan Domingo Perón, fueron acusados de connivencia con Irán para bloquear la investigación del ataque. La misteriosa muerte del fiscal Alberto Nisman en 2015, justo antes de que acusara a la expresidenta y actual vicepresidenta saliente Cristina Fernández de Kirchner, ha profundizado la brecha entre los judíos argentinos y la autodenominada izquierda peronista.

Hoy en día, los votantes judíos se encuentran dispersos en todo el espectro ideológico. La izquierda trotskista está presidida por Myriam Bregman, una abogada judía de derechos humanos, que en las recientes primarias presidenciales recibió alrededor del 2,69% de todos los votos en el país, y el 14% en el barrio judío de Villa Crespo. El peronismo todavía cuenta con destacados políticos judíos como Axel Kicillof y Leandro Santoro. Juntos por el Cambio, el partido derechista del establishment, es el partido elegido por los judíos adinerados; el rabino del Templo Libertad, la sinagoga más antigua de Buenos Aires, sirvió en la administración de Mauricio Macri de Juntos por el Cambio, expresidente de la República Argentina y aliado estratégico de Javier Milei. En septiembre, una carta abierta firmada por más de 5.000 judíos argentinos de diversos orígenes políticos denunciaba la agenda política de Milei y sus afirmaciones revisionistas sobre la dictadura que gobernó Argentina en los años 1970 y 1980.

Pero el intento de Milei de afiliarse al judaísmo es mucho más que un intento de atraer a votantes judíos desilusionados con los principales partidos de izquierda y derecha: es una teología política con una carga escatológica que se basa en los elementos simbólicos del sionismo religioso. En ninguna parte esto es más evidente que en la promesa de campaña de Milei de trasladar la embajada argentina de Tel Aviv a Jerusalén, para honrar los deseos del Rey David. Milei dijo “cuando el Uno”—o sea, Dios— “ordenó a Moisés quebrantar las primeras Tablas de la Ley, la primera palabra que pronunció fue ‘Jerusalén’, y ahí fue donde David estableció la capital. Por eso necesitamos trasladar la embajada de Tel Aviv a Jerusalén”. También afirmó que, si ganaba la presidencia, su primer viaje al extranjero iba a ser a Israel. Milei utiliza el hebreo en discursos y publica memes que citan pasajes bíblicos como su referencia a “Moshé” en lugar del español “Moisés”. Asimismo, se refiere al “Kotel” en lugar de “El Muro de las Lamentaciones”, el término más común utilizado en Argentina. Finalmente, su viaje inaugural tras ser electo fue a Estados Unidos y, para ser más preciso, al Ohel, la tumba donde descansa el último Rebe de Jabad Lubavitch.

Al hacer todo esto, Milei se alinea con una tradición interpretativa externa. En la Argentina (católica), el judío es el Otro y, para Milei, los judíos son ante todo outsiders y minorías; al convertirse en tal, intenta destacarse como diferente y posicionarse fuera del establishment político del país. De la misma manera que los judíos fueron casi exterminados en la historia, Milei se presenta como miembro de una minoría política que otros tratan de borrar del mapa político. En un discurso pronunciado en el Museo del Holocausto de Buenos Aires, Milei citó una declaración hecha por sobrevivientes del Holocausto después de la liberación de los campos: “nuestra victoria es que estamos vivos”. La improbable supervivencia del pueblo judío contra todo pronóstico, al parecer, ofrece un modelo para el proyecto teológico-político de Javier Milei.

En los últimos años Argentina, como muchos otros países del mundo, atravesó una crisis de fe. Los diferentes candidatos intentaron –la mayoría de las veces en vano– llenar este vacío. Mientras que el abogado y dirigente social Juan Grabois habla a menudo de Dios y sobre el Papa Francisco en sus discursos, la excandidata a presidente Patricia Bullrich intentó articular un vago sistema new age para comprender el espíritu del pueblo argentino a través de una “filosofía interesante”. Mediante la apropiación del lenguaje, el simbolismo y la historia judía, Milei busca llenar la misma laguna espiritual con una promesa de redención mesiánica.

El judaísmo rabínico a menudo ha concebido al Mesías como objeto de una espera interminable. Franz Kafka resumió bien esta actitud en su aforismo: “El mesías vendrá sólo cuando ya no sea necesario; vendrá sólo al día siguiente de su llegada; él vendrá, no el último día, sino el ultimísimo día”. Gershom Scholem, el historiador de la Cábala, sintetizó: “La verdad es que el Mesías no puede ser preparado. Viene de pronto, sin anunciarse, justo cuando menos se lo espera o cuando se ha perdido mucho la esperanza”. Por lo tanto, los pretendientes judíos al papel de Mesías, desde Jesús y Bar Kojba hasta Shbatai Tzvi y Jacob Frank, son rechazados. Cuando Milei se presenta como el Mesías que ha llegado para salvar al pueblo argentino, niega este principio mesiánico. El judaísmo se presenta a sí mismo y a otros como la negación sistemática de los Mesías que exponen su historia.

En el cierre de campaña, Milei apareció junto a un shofar, el cuerno ritual que se toca en Rosh Hashaná y Yom Kipur, seguido de imágenes de edificios destruyéndose. Estos elementos reforzaron los matices mesiánicos del programa de Milei. En Escatología occidental (2010), el filósofo judío Jacob Taubes propuso que “el mesianismo judío es sólo una parte del entusiasmo apocalíptico [el Eschaton]”. El Mesías trae consigo el fin de los tiempos, lo que hace que el costo del mesianismo sea demasiado alto. ¿Cuánto se puede pagar por este futuro Mesías?

En su carrera para la presidencia, Milei prometía su conversión al judaísmo. Pero empezaron a aparecer ciertas dificultades en ese trayecto y la más importante es el cumplimiento de los preceptos judíos. ¿Qué pasaría si el presidente de la República Argentina cumple shabat? ¿Podría, en dicho caso, ignorar al país y seguir con su día de descanso? De hecho, en una entrevista para el diario El País de España, dijo “Si vos sos judío porque tu mamá es judía, no estás obligado a cumplir con los preceptos del judaísmo. Si vos te convertís, estás obligado a hacerlo”. Es decir, el presidente electo tenía en su horizonte la posibilidad de no convertirse y esta factor se termina por transformar en realidad. En otra entrevista, pero esta con The Times of Israel, afirmó que no se va a convertir al judaísmo… por ahora. Milei desplazó su promesa electoral para el futuro –“posiblemente planee convertirme después de que termine mi carrera política”.

Quizás deberíamos pensar en sus aspiraciones espirituales y políticas en los términos de un viejo dicho yiddish: “El hombre piensa y Dios ríe”. El judaísmo de Milei, en este sentido, podría entenderse mejor como una de las más elaboradas bromas de Dios, pero Dios nos puso a prueba y no paramos de fallar.