La ropa de los ciudadanos chinos ha entrado en la escena de la protesta política y las autoridades se han planteado ponerle coto. ¿Qué implicaciones podría tener un control de este tipo?
A finales de septiembre saltaba la noticia de que China podría prohibir a la ciudadanía llevar ropa que «hiera los sentimientos» de la nación. Con un proyecto de ley bastante impreciso, que aún debía debatirse, se establecía la posibilidad de castigar hasta con penas de cárcel las vestimentas y los discursos considerados «perjudiciales para el espíritu del pueblo chino» o que «afectan a los sentimientos de la nación».
La propuesta legislativa llegaba en un momento en que la elección de la vestimenta se había vuelto cada vez más política en China, especialmente en lo que se refiere a la ropa japonesa. El ejemplo más claro es que no paraba de crecer el movimiento Hanfu, por el que la gente viste el tipo de ropa tradicional que se usaba en China antes de la dinastía Qing, algo que se considera un reflejo del creciente nacionalismo entre los jóvenes del país. En esta línea, la ropa tradicional japonesa, como los kimonos, ha sido objeto de críticas a medida que aumenta el sentimiento nacionalista contra Japón.
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Uno de los hechos más representativos de la oposición gubernamental a una posible expresión política a través de la vestimenta tuvo lugar el pasado agosto, cuando una aficionada china al anime dijo haber sido detenida por la policía tras posar para unas fotos con un kimono en la ciudad oriental de Suzhou. La mujer, cuyo look cosplay estaba inspirado en la serie manga japonesa Summer Time Rendering, fue posteriormente objeto de un amplio debate en las redes sociales chinas, con algunos usuarios argumentando que su atuendo era antipatriótico.
Censura y control social
Si esta disposición definitivamente se desarrollase, podría traer implicaciones significativas en términos de censura y control social. La más clara es la limitación de la libertad de expresión, ya que la vestimenta es una forma de expresión personal y cultural. Si se impusieran restricciones sobre cómo las personas pueden vestirse, se limitaría su capacidad para expresar libremente sus identidades, opiniones y creencias. Esta limitación puede interpretarse como un intento de controlar la diversidad de expresiones individuales y de imponer un estándar uniforme de conformidad.
Controlar la vestimenta tiene implicaciones sobre la libertad de expresión
Asimismo, habría que tener en cuenta la arbitrariedad y subjetividad. La falta de una definición clara de lo que constituye una vestimenta «ofensiva» introduce un elemento de arbitrariedad en la aplicación de la ley. Esta ambigüedad deja espacio para interpretaciones subjetivas por parte de las autoridades, lo que podría resultar en una aplicación selectiva y potencialmente discriminatoria de la normativa.
La existencia de restricciones sobre la vestimenta puede llevar a la autocensura, donde las personas, por temor a represalias, eligen no expresar ciertas ideas o identidades a través de su elección de ropa. Este fenómeno puede contribuir a la homogeneización de la sociedad, ya que las personas podrían evitar expresiones individuales por el miedo a sanciones.
No podemos olvidar el impacto en la creatividad y la industria de la moda. Las restricciones a la vestimenta pueden tener un impacto negativo en la creatividad y la innovación en la industria de la moda. Los diseñadores y artistas podrían sentirse limitados en su capacidad para explorar nuevos estilos y expresiones que podrían considerarse «ofensivos». Esto puede afectar la diversidad y la vitalidad de la escena cultural y creativa en China.
Y, por supuesto, podría producir un control simbólico y preservación de la ideología oficial. La regulación de la vestimenta también puede ser vista como un medio para controlar simbólicamente la expresión cultural y política. Al imponer normas sobre la vestimenta, el gobierno puede intentar preservar la ideología oficial y limitar la influencia de expresiones que considera contrarias a sus valores y principios.