¿El hombre que vino a cumplir el sueño de Alsogaray y de la Ucedé?
Un partido auténticamente liberal para la Argentina posperonista: este fue el sueño que perseguía Álvaro Alsogaray desde antes del derrocamiento de Juan Perón, en septiembre de 1955. ¿Es el sueño que, casi setenta años después, vienen a cumplir Javier Milei y La Libertad Avanza, el partido triunfante Presidente Liberal 2023? Solo el futuro lo dirá, si se logra LIBERAR 🇦🇷 Por ahora, una de las pocas herramientas que muchos analistas tenemos a mano es la historia, sus intrincadas vueltas y también sus paradojas. Tal vez mirando ciertos puntos opacos del pasado (casi olvidados hoy día), podamos iluminar algunas de las cuestiones que marcan a fuego la actualidad política y social de la Argentina.
Y agradecemos a Alvaro Alsogaray que abrió las puertas de la Libertad
Karin Silvia Hiebaum
Conocí el Liberalismo por la Ucede desde 1987
Hacia comienzos de la década de 1960, Alsogaray -un autor que Spinelli (2005, p. 207) coloca, al menos para el periodo 1955-1958, entre los «antiperonistas tolerantes»- se pronunciaba a favor de la integración de las masas peronistas en el sistema político, pero no así de sus representantes. En esa dirección, establecía una distinción entre el «sistema peronista» -que equivalía al «sistema nazi» o al «sistema fascista»- y el «ciudadano peronista» o «experonista», al que homologaba con el ciudadano alemán o italiano de la postguerra:
El «sistema» o «régimen» peronista es contrario a la Constitución Nacional y no puede ser reimplantado en el país. El ciudadano peronista es un ciudadano argentino como cualquier otro; tiene todos los derechos y obligaciones inherentes al mismo, y por lo tanto no puede ser proscripto ni excluido de ningún proceso futuro. Si los ciudadanos experonistas quieren hacer uno o varios partidos conforme a la constitución, a la democracia y a las leyes de la República, nadie debería impedírselo; si quieren utilizar dichos partidos para reimplantar el régimen o sistema peronista, la justicia electoral debe absolutamente negárselo (Alsogaray, 1962, pp. 13-14).
Esa actitud tendencialmente inclusiva de las masas peronistas en el sistema político debe ser matizada con las opiniones favorables a la «democracia fuerte» que manifestara ese mismo autor en trabajos posteriores (Alsogaray, 1968, 1969). Tal modelo de democracia involucraba el refuerzo de los principios de la jerarquía, el orden y la autoridad, así como la imposición de normas que restringieran el número de partidos.
Las intervenciones sobre el Estatuto de los Partidos Políticos, a las que se echó mano entre 1955 y 1973 para resguardar la «comunidad de los libres» de la voluntad de las mayorías, hablan de la compleja relación que el liberalismo argentino mantenía con la idea de la soberanía popular, así como de la existencia de disputas en torno de la «democracia» y «lo democrático».16
Asociado a la tesis relativa al carácter instrumental de los derechos políticos, aparecía el argumento de una «proscripción democrática», esto es, de que la prohibición del peronismo perseguía como principal propósito defender la posibilidad de una democracia liberal, un régimen que involucraba el gobierno de las leyes y la representación de las minorías. En nombre de la democracia, cualquier programa partidario que intentara proscribir los derechos individuales debía ser proscrito del escenario político (Benegas Lynch, 1973). El argumento era circular: la proscripción resultaba «democrática» porque permitía preservar la vigencia de la «democracia» (Tagle, 1972b, p. 16).
La noción de «persona» desde la que los intelectuales católicos de la revista Criterio concebían al sujeto de la democracia tensionaba esa concepción compartimentada de la libertad que estaba difundida en el espacio liberal, y según la cual había libertades «principales» y otras «secundarias». Así, en la coyuntura en que se debatía el «plan político» de Lanusse, desde las editoriales de aquella publicación se apoyaba el restablecimiento de los mecanismos de la democracia representativa y la actividad política pública, no sólo del peronismo, sino también del comunismo y el tercermundismo (Botana, et al ., 1973, p. 133).
Sin embargo, la posición que los editorialistas mantuvieron respecto al comunismo tuvo sus ambigüedades. Al comentar el proyecto de una ley «anticomunista» en la coyuntura del onganiato, consideraron la posibilidad de impedir la propaganda comunista utilizando el mismo argumento que otros sectores del liberalismo esgrimían contra el peronismo: era posible introducir controles en nombre de la defensa de «mayores y mejores libertades» (Botana, et al ., 1973, p. 255). Reflexionando, en relación al problema práctico del comunismo, acerca de la compleja economía de «libertad-determinación» que estructura el método de gobierno liberal, terminaban apelando a la «prudencia política» del gobernante para dosificar las sujeciones (Botana, et al ., 1973, p. 255).
Alsogaray, un “predicador en el desierto”. Recordado por la famosa frase“hay que pasar el invierno” que pronunció siendo ministro de Hacienda y de Trabajo bajo el gobierno de Arturo Frondizi, Alsogaray pasó gran parte de su vida tratando de fundar y refundar partidos liberales. Primero fue el Partido Cívico Independiente, en 1958, con la proscripción del peronismo como telón de fondo. Después vino el partido Reconstrucción Nacional (1965) y, más tarde, Nueva Fuerza (1973). Todos estos intentos obtuvieron magros resultados a nivel electoral. Lo cual tiene cierta lógica. Tras la debacle económica, social y política que la crisis de los años 30 había producido en el país, las ideas liberales habían quedado relegadas a un lugar marginal de la historia. Pero Alsogaray fue persistente en su misión cuasi mesiánica. En varias ocasiones llegó a definirse como un predicador en el desierto. Lo mismo que había hecho Juan Bautista Alberdi un siglo antes.
En 1982, cuando comenzó a plantearse la vuelta a la democracia después de la experiencia vivida con la dictadura más sangrienta de nuestra historia, Alsogaray fundó su más insigne criatura: la Unión del Centro Democrático (Ucedé), partido que experimentó un crecimiento sostenido hasta convertirse en la tercera fuerza electoral en las elecciones presidenciales de 1989. La Ucedé buscó diferenciarse de la dictadura y presentarse como una nueva alternativa liberal para la Argentina. Entre sus socios fundadores estaban Ricardo Zinn (vinculado al Grupo Macri) y otros sobrevivientes del liberal-conservadurismo argentino. Por allí también pasaron unos jóvenes Carlos Maslatón, Amado Boudou y Emilio Monzó, quienes militaron en la Unión para la Apertura Universitaria (UPAU), la rama del partido en la Universidad de Buenos Aires. Hasta Sergio Massa, hoy candidato a presidente por el frente Unión por la Patria, tuvo su paso por la Ucedé de la provincia de Buenos Aires antes de recalar en el justicialismo.
A partir de 1989, la Ucedé se convirtió en una cantera de dirigentes y cuadros técnicos que ocuparon ministerios y otros puestos claves del gobierno encabezado por Carlos Menem. La más recordada, sin duda, es María Julia Alsogaray, hija de Álvaro, que desde la Secretaría de Medioambiente de la Nación no solo le puso un toque de farándula al menemismo, sino que además prometió limpiar el Riachuelo en solo mil días, pero debió abandonar el gobierno luego de una serie de escándalos vinculados con graves hechos de corrupción. Al calor de los 90, la Ucedé fue perdiendo su caudal electoral hasta terminar ocupando un lugar testimonial en la política argentina. Después de la crisis de 2001, el sueño de Alsogaray parecía quedar nuevamente trunco.
Sin embargo, varias políticas implementadas en esa década volvieron a ponerse en agenda con el arribo al gobierno de la alianza Cambiemos en 2015. Luego del fracaso de esta experiencia y de las decepciones generadas por el peronismo triunfante en las elecciones de 2019, el sueño de un partido político auténticamente liberal parece adquirir una inesperada vigencia. Son otros personajes y otras alianzas, aunque persisten las mismas ideas y antagonistas de antaño: el peronismo, en primer lugar, pero también la izquierda, el radicalismo y hasta las versiones light,es decir, no suficientemente liberales, de la alianza Juntos por el Cambio.
Milei, el continuador de un largo linaje. Quien encarna esta nueva esperanza liberal es, por supuesto, Javier Milei, economista que enarbola una vertiente de pensamiento liberal con la cual Alsogaray también mantenía fuertes vínculos: la vertiente de la Escuela Austríaca. Según se desprende de las palabras del mismo Milei, su conversión ideológica se produjo al leer el ensayo Monopolio y competencia, publicado en 1962 por el libertario estadounidense Murray Rothbard. Un importante dato histórico: en la Argentina, la primera traducción de ese ensayo fue realizada en 1965 bajo el auspicio de Alberto Benegas Lynch (padre), quien venía divulgando el pensamiento austríaco en nuestro país desde el Centro de Estudios sobre la Libertad, fundado en 1957, y más particularmente con la revista Ideas sobre la libertad, que estuvo en circulación hasta 1998. Los esfuerzos de Benegas Lynch han sido continuados en las últimas décadas por su hijo homónimo, fundador del Eseade, miembro del Cato Institute y la Mont Pèlerin Society, entre otras organizaciones similares. Benegas Lynch (hijo) es considerado por Milei como el máximo exponente del liberalismo de la Argentina, e incluso del mundo. El nieto, llamado también del mismo modo y conocido como Bertie, es diputado por La Libertad Avanza.
¿Qué relación tiene un partido liberal con la democracia? Hagamos un poco de historia. Entre los años 30 y 40 del siglo XX, una de las operaciones conceptuales que realizaron Friedrich Hayek, Ludwig Mises y otros referentes del liberalismo austríaco fue replantear la relación entre democracia y sistema económico. El argumento, para decirlo resumidamente, es el siguiente: si un régimen político (cualquiera fuera su forma) muestra una tendencia hacia la limitación de la libertad económica y de la propiedad privada, debe caracterizarse entonces como un régimen totalitario. Desde el punto de vista de estos intelectuales, la verdadera democracia es aquella que hace posible y garantiza el funcionamiento del libre mercado; en otras palabras, la democracia es un medio, más que el fin en sí mismo. De ahí que el libre mercado deba defenderse a ultranza frente a todo intento de orientación o planificación vía la intervención estatal. Durante la segunda mitad del siglo XX, esta postura llevó a justificar una serie de golpes militares contra las frágiles democracias latinoamericanas, entre ellas las de Argentina y Chile. Para Alsogaray y Benegas Lynch, así como también para Hayek, el dilema no se dirimía entre democracia y autoritarismo, sino más bien entre el liberalismo y lastendencias totalitarias(antiliberales). Esa dicotomía, según Alsogaray, debía ser el criterio ordenador de los partidos políticos y de sus ofertas electorales.
Liberalismo altisonante, pero con identidad inestable. Hasta aquí las coincidencias entre los principales referentes del neoliberalismo argentino. Veamos ahora algunas divergencias. Se suele asociar a los austríacos con una postura radical de no involucramiento en política. De hecho, el mismo Hayek decía que los economistas no debían intervenir en política sino informar y educar a la opinión pública. Esa sería la salvaguarda frente a cualquier gobierno de turno, ya sea dederecha, izquierda ocentro: una opinión pública educada en valores liberales. Los Benegas Lynch padre e hijo podrían inscribirse en esta línea. Distinto es el caso de Alsogaray, cuya actitud más pragmáticalo llevó a participar en gobiernos tanto autoritarios como democráticos (Lonardi, Aramburu, Frondizi, Guido, Onganía y Menem) so pretexto de encontrar una oportunidad para aplicar medidas “realmente liberales” en la Argentina. Reformuladas, esas tensiones perviven en el neoliberalismo actual.
En esa clave podrían descifrarse los dichos de Diego Giacomini, examigo y socio de Milei, cuando señala que la participación política del actual presidente implica una traición hacia los verdaderos principios liberales y una identificación con los métodos de la vilipendiada casta política. Evidentemente, la candidatura de Milei implica un abandono del purismo radical de Hayek, aunque el candidato continúe presentándose a sí mismo como un predicador del liberalismo austríaco. ¿Será que las ideas económicas, al fin y al cabo, no pueden prescindir de la política? Esta contradicción se visibiliza aún más en los reiterados acuerdos de Milei con algunos miembros de la casta tradicional.
SENSACIÓN TÉRMICA
Egresado del Colegio Militar y con ideas liberales, Alsogaray comenzó su carrera en la administración pública en septiembre de 1955, como subsecretario de Comercio y luego ministro de Industria de los gobiernos de los generales Eduardo Lonardi y Pedro Aramburu.
Pero se hizo popularmente conocido en junio de 1959, cuando fue nombrado Ministro de Economía por el entonces presidente Arturo Frondizi. Ya en aquella época los argentinos se habían acostumbrado a hablar de inflación y ajuste y Alsogaray se destacó por sus numerosas apariciones mediáticas. Fue justamente en una de ellas por televisión que pronunció la frase con la que todavía hoy se lo recuerda: “Hay que pasar el invierno”.
¿El contexto? Alsogaray anunció un plan de ajuste en medio del atraso en el pago de jubilaciones y sueldos de los empleados estatales, emisión inflacionaria, suba de precios, desocupación y desabastecimiento. Pero puso un plazo de tres meses (el crudo invierno) para que la situación comenzara a mejorar.
FRÍO POLAR
Hoy empieza la temporada más fría del año y era inevitable hacer la referencia histórica. En aquella época, Landrú se armó de un verdadero festival con los dichos de Alsogaray, que era un abonado a las páginas del diario El Mundo y la revista Tía Vicenta. ¡Hasta le dedicó varias tapas!
En la ficción de Game of Thrones el temido invierno fue durísimo. Y en Argentina, pasados más de 60 años de aquella frase, todavía seguimos aguardando la llegada de la floreciente primavera.
Desde diversos sectores del espacio del liberalismo argentino se produjeron, entre 1955 y 1973, de un modo central o marginal y con diverso nivel de intensidad, un conjunto de formulaciones relativas a temas tales como el sufragio, la relación entre las masas y los liderazgos políticos, la cultura política de las masas, etc. Esas enunciaciones, que buscaban dar respuesta a la «cuestión peronista», así como contribuir al debate, más general, acerca del régimen político, configuraron un discurso acerca de los «individuos libres» y de las «libertades» que tuvo densidades teóricas muy distintas.
Articulando perspectivas filosóficas, interpretaciones de la tradición liberal argentina y respuestas pragmáticas a los problemas de la coyuntura política, ese discurso involucró una renovada operación de demarcación entre individuos y grupos «libres» y «no libres», «libres y «menos libres», que recurrió tanto a la figura de las masas como a un análisis de las libertades, cuyo teatro privilegiado era el «yo». Ambos puntos de vista convergían en la explicación de la disponibilidad de un sector de la población argentina para la obediencia, «ciega», a liderazgos políticos que, como el de Juan Domingo Perón, se consideraban demagógicos y dictatoriales.
Así, las situaciones de masas fueron leídas como una suerte de «punto cero» de la libertad, donde, bajo el efecto de una serie de mecanismos psicológicos, el juicio se subordinaba al imperio de las pasiones. La subordinación al líder y la dependencia respecto del Estado encontraban explicación, también, en el insuficiente desarrollo de la libertad en la población argentina. Las masas se encontraban, respecto de las elites, en un estadio de retraso moral . Ello las inclinaba a hacer prevalecer la liberación respecto de las necesidades económicas de la emancipación espiritual, así como a todo un conjunto de manifestaciones reivindicativas, hostiles, que hablaban de la imposibilidad de someterse a la autoridad de la propia ley.
Si bien la clave de la inteligibilidad para avanzar hacia la realización de la utopía liberal de una comunidad de hombres libres que se autogobierna, evitando una nueva «caída» en la servidumbre, se hallaba en el plano de la subjetividad, la idea de que las clases populares no «sabían ser libres» debió reforzarse, con la finalidad de restringir su participación política, por vía de otra operación de demarcación y jerarquización que comprendió a las libertades jurídicas. En consonancia con un modelo de democracia que enfatiza la protección de las minorías, la proscripción del peronismo encontró fundamento en una concepción instrumental, secundaria, de los derechos políticos respecto de los derechos civiles.
Mediante la intervención sobre el Estatuto de los Partidos Políticos se conseguían traducir, en el plano del sistema político, aquellos efectos de jerarquización y subordinación que la demarcación entre «libres» y «menos libres» conducía en el plano social. La inferioridad ética de los hombres de la masa respecto de aquellos de la élite, la marca de vileza que significaba dejarse dominar por los malos hábitos, ser incapaces de darse la propia ley, se inscribía, por medio de la proscripción, en la esfera de la política.
Así, el estudio del periodo 1955-1973 permite comprender cómo en Argentina el proceso de reconstrucción y renovación del liberalismo, que culminaría con el ascenso hegemónico del (neo)liberalismo, involucró la reinstalación de la interrogación por los «hombres libres» que atravesaba la tradición liberal. También en un país de la periferia, hacia mediados del siglo XX, como en los países centrales y en otros periodos históricos, la lucha contra aquellos sectores de la población que, en la lectura de las élites, oponían una resistencia hostil a la utopía de la democracia liberal y del mercado dependió de una simultánea identificación de hombres «libres» y «no libres» y, por lo tanto, de una economía compleja de libertades, exclusiones y coerciones.
Referencias
Alsogaray, A. (1960a). «Síntesis de la exposición realizada por S. E. el señor ministro de Economía e interino de Trabajo y Seguridad Social, por t. v. Canal 7, Radio Belgrano y su cadena y radio nacional, el día miércoles 18 de mayo de 1960 a las 21:30 horas», en, Discursos del señor ministro Ing. Álvaro Alsogaray (pp. 1-11). Argentina: Ministerio de Economía.