Sin embargo, el 55% de la población valora positivamente al presidente y las acciones de las compañías argentinas han experimentado un aumento significativo en la Bolsa de Valores.
Una mujer con cabello blanco y pantalón rosa dormía al mediodía en uno de los bancos de Buenos Aires que están hechos de acero y hormigón pero parecen sofás de cuero blando con la firma de Rene Magritte, ubicados cerca de la avenida 9 de Julio.
Quizás ella haya sido afectada por la suspensión de las pensiones públicas en enero y febrero, como parte del megaajuste drástico del Gobierno de Javier Milei, que resultó en una disminución del 44% del poder adquisitivo de quienes reciben la pensión mínima, que es de aproximadamente 200 euros.
En otro país y con otro presidente, este banco con trampa visual sería una buena metáfora para la política económica vendida a la opinión pública con un marketing atractivo, aunque la realidad sea otra. Pero no es el caso del nuevo presidente argentino ultralibertario y, a la vez, ultraautoritario.
“Echamos a 50.000 empleados y van a ser 70.000 más”, prometió el mes pasado
Milei llama las cosas por su nombre. Se jacta de ser el único candidato ganador en la historia que reconoció, ya en su campaña electoral, que sus políticas causarían un profundo sufrimiento generalizado. Hace alarde de proponer un ajuste aún más duro de lo que exige el FMI. Le gustan palabras como “licuadora”, “desagüe”, “simios” y “ratas”. Si la motosierra de Milei fuera de Magritte, el título sería C’est en effet un chainsaw.
Durante el Foro Económico de las Américas (IEFA) que se llevó a cabo en el Hotel Four Seasons de Buenos Aires el mes pasado, se comprometió a aumentar el empleo de 50.000 empleados a 70.000 más. Después de dar la orden de reducir la atención en el podio, prosiguió diciendo: “Ya eliminamos la obra pública de manera gradual”.
Gracias a la motosierra y a los decretos presidenciales, la inflación se está estabilizando, insistió Milei, aunque lo que se puede comprar con un salario mínimo –190 euros mensuales– ha caído un 20% desde que llegó a la presidencia, y la inminente reducción de los subsidios sobre gas y electricidad pronto provocará subidas del 424% en el precio de la electricidad, y del 1.745% en el caso del gas, según la revista EconoJournal.
No cesaron los aplausos de los oligarcas en el Four Seasons, donde se encontraba el tercer hombre más rico de Argentina, –el magnate petrolero Alejandro Bulgheroni–, así como representantes de Microsoft, Oracle y Capgemini.
Algo curioso ocurrió después. El Gobierno anunció que Milei, en su afán de hablar sin pelos en la lengua, había exagerado la magnitud del ajuste. Hasta la fecha, no se ha despedido a 50.000 funcionarios, sino a 12.000 y, por el momento, solo se ha programado la destrucción de 15.000 empleos más en la próxima fase de la purga, según corrigió el portavoz del Gobierno. Fue la prueba definitiva de que Milei no esconde nada. Se cree aún más sádico de lo que realmente es.
“Vamos a ser extremadamente quirúrgicos para que nadie que no lo merezca pierda su trabajo”, aseguró el portavoz, adoptando el lenguaje de la tecnoguerra y no el del Blitzkrieg de Milei.
Pero ¿quién se merece perder su empleo? “Estamos a la espera, confío en que no nos afecte porque nosotros somos esenciales”, dijo un joven controlador de pasaportes en el aeropuerto de Ezeiza rodeado de los barrios periféricos de Ciudad Evita donde las víctimas del ajuste deambulan como zombies, y se producen frecuentes asaltos a mano armada.
“Uno de los meteorólogos despedidos en el ajuste proporcionaba información para los comandantes de aviones”
“Esencial” es difícil de definir en los tiempos de la motosierra. Los empleados del servicio meteorológico público creían ser imprescindibles también. “Uno de los meteorólogos despedidos en el ajuste proporcionaba información para los comandantes de aviones”, dijo Ezequiel Ipa, sociólogo de la Universidad de Buenos Aires.
Con su presunción de ser el más despiadado de todos, aquellos gestos de rabia y desprecio, y un visible odio hacia quienes no respetan las reglas darwinistas de su fantasioso mercado libre, Milei es esencialmente un político cruel.
Por eso les gusta tanto a los invitados en el Four Seasons. Es un Calígula aunque quiere ser un héroe griego. “Me até a la política del déficit cero como Ulises al palo mayor y mis ministros le pegan tiros a las sirenas”, pontificó en defensa de su megaajuste, que hizo pasar al país de un déficit fiscal superior al 5% del PIB al superávit en apenas tres meses.
En Davos, el pasado enero, Milei agasajó a los empresarios y financieros presentes calificándolos como “héroes” enfrentados a un globalismo colectivista: “¡No pidan disculpas por su ambición!”, les aconsejó. Elon Musk, cuyo patrimonio se estima en 195.000 millones de dólares según el nuevo ranking de Forbes, tuiteó su admiración: “So hot”, escribió junto a la imagen de una bronceada pareja estimulándose sexualmente con el video del discurso del presidente argentino.
En el Four Seasons de Buenos Aires, el gusto erótico se fue acercando más al del marqués de Sade. Fue el efecto hot del ajuste más draconiano de la historia de Argentina, de América Latina, tal vez del mundo.
“No hay otra forma de salir que no sea con dolor”, afirmó después del evento Bulgheroni, quien –con un patrimonio de 4.900 millones de dólares, según Forbes–, compite con Marcos Galperín –6.300 millones de dólares y actual residencia en Uruguay– por alcanzar el récord de tuits elogiosos a Milei.
Pero no hay dolor en las Bolsas, donde las acciones de empresas argentinas se han disparado hasta alcanzar máximos de los últimos seis años. Milei y Luis Caputo, el ministro de Economía, ya son los héroes de los mercados internacionales, además de los jóvenes brokers del mercado de criptomonedas en Puerto Madero. “Hay una euforia financiera que contrasta con la economía real”, dijo Fabián Amico, economista heterodoxo que acaba de ser despedido de un banco público.
El colapso de la actividad económica –una caída del 6% del PIB en tres meses– se manifiesta ya en las calles de Buenos Aires. Algunas parecen dormitorios al aire libre para miles de personas sin hogar. La buena noticia es que las temperaturas nocturnas son clementes y las calles relativamente seguras. La mala noticia: una plaga de mosquitos Aedes aegypti que ya ha provocado más de 150.000 casos de dengue.
Lo más chocante de todo es que el discurso sádico de Milei parece ser correspondido por una psicología colectiva de masoquismo. Milei aún cuenta con una valoración favorable del 55% de la población, según un nuevo sondeo de la Universidad de San Andrés. Todos parecen aceptar los sacrificios a cambio de un futuro mejor. Todos se han resignado a sufrir. Excepto los que pululaban por el Four Seasons en la sesión de networking al final del foro del IEFA.