Libertad es la facultad o capacidad del ser humano de actuar según sus valores, criterios, razón y voluntad, sin más limitaciones que el respeto a la libertad de los demás. Hay libertad cuando las personas pueden obrar sin coacción y opresión por parte de otros sujetos

Kant concibe a la libertad humana como una facultad de autolegislación, como la capacidad que tiene la razón de ser práctica, de darse leyes que orienten la acción moralmente.

¿Qué es la libertad y cuáles son sus límites?

La libertad es la capacidad de una persona para actuar según su propia voluntad. Se trata de uno de los valores más trascendentales del ser humano. La palabra libertad proviene del latín libertas y significa “condición del que es libre”, esto es, el estado o situación de la persona que no es esclava ni prisionera, y tiene la posibilidad de tomar decisiones y realizar cualquier acción que desee, sin estar determinada por una circunstancia externa.

La libertad y su sentido práctico

Lo que algunos filósofos han tratado de mostrar es que la libertad debe entenderse como un fenómeno que no es susceptible de ser comprendido desde la idea de causalidad natural. Uno de los filósofos que más abogó por esta distinción fue Kant. Desde la perspectiva que nos ofrece su filosofía podríamos decir que la vida humana está constituida por dos dimensiones: una, dominada por la naturaleza y que de esta forma nos somete a las necesidades, y otra dimensión que no es posible comprender desde la idea de la determinación natural.

Lo que Kant buscó fue justificar, frente a los avances de la ciencia, especialmente de la física del siglo XVII, que no todo estaba gobernado por leyes naturales. Para Kant la libertad era algo que no podía ser explicado de manera semejante a como la física explica la caída de una roca o la velocidad de un objeto al desplazarse por una pendiente. Los seres humanos estamos, sin duda, sometidos a las mismas leyes de la física como lo están las rocas, los árboles o los animales. Si nos arrojamos de la azotea de un edificio caeremos al igual que una roca o que cualquier otro objeto. Pero si todo estuviera regulado por leyes naturales, ¿qué sucedería con la responsabilidad moral y la libertad? Si no hubiera ningún acto voluntario, sino que todo fuese determinado por la naturaleza, ¿no dejaríamos de lado un aspecto fundamental de las acciones humanas, a saber, sus implicaciones éticas?

Podemos fácilmente imaginarnos el problema que Kant planteó: supongamos que alguien roba una propiedad de otro, digamos algunos libros. El ladrón se podría excusar diciendo que no pudo controlar su deseo de tomarlos y, siendo éste más fuerte que su voluntad, finalmente sucumbió a la tentación. De hecho, podemos pensar un mundo en el que todos pudiéramos justificar nuestras acciones a partir de determinadas patologías como la cleptomanía, la esquizofrenia y cosas parecidas. ¿Qué tipo de mundo sería éste? Seguramente uno en el que la responsabilidad moral estaría ausente, pues, ¿cómo podríamos pedirle a alguien que está afectado de sus facultades mentales que se haga responsable de sus actos? Por ello, Kant insistía en que la condición para que haya libertad radica en la autoconciencia y en el ejercicio de la misma, que se expresa en la idea de una voluntad libre.

Con “voluntad libre” Kant intentaba indicarnos que la ausencia de constricciones, influencias o deseos constituía lo propio de un acto ético; mientras actuásemos guiados por la pasión, la avaricia, el poder u otra pasión, y no por las propias convicciones surgidas de nuestra capacidad racional, entonces no seríamos verdaderamente libres. Con ello planteaba un problema que, de una manera u otra, sigue siendo debatido hoy todavía: ¿es la libertad un hecho distinto a los hechos naturales? De ser así, ¿cuál sería la diferencia entre ambos? Para Kant, lo propio de la libertad es que refleja la autonomía de la voluntad frente a las influencias o determinaciones que no provienen de ella. Si actuamos guiados por nuestros deseos no somos libres, somos casi como un animal.

De esta manera, según Kant, la libertad es autonomía de la voluntad, entendida ésta como libre de determinaciones naturales. En contraposición, la voluntad es heterónoma cuando está condicionada por factores ajenos a ella. Para ser libres no debemos estar condicionados por nada fuera de nosotros mismos; si algo distinto a nosotros es la causa de nuestras acciones, entonces no somos libres, sino que actuamos por un motivo ajeno a nuestra voluntad. Kant creyó que se puede actuar libremente si lo hacemos desde una autodeterminación. Por ello, este filósofo se vio obligado a admitir una doble naturaleza humana: una fenoménica, perteneciente al orden de la naturaleza, y otra distinta que llamó nouménica o inteligible.

Según esto, la libertad sería un noúmeno y no un fenómeno. Tratemos de explicar esto de manera más sencilla. Un fenómeno es aquello que podemos percibir por medio de nuestros sentidos y predicar de él ciertas propiedades, por ejemplo: árboles, gatos, nubes o casas. Todas estas cosas tienen color, peso, olor, tamaño, volumen o textura. Podemos, si nos preguntan, describir cómo es un libro, pues hemos tenido experiencia de él: podemos ir al librero de nuestra casa, tomar uno y enlistar sus propiedades. Pero si nos preguntan qué es la libertad no podemos mostrarla como muestro un libro; la libertad no es un objeto, no la experimentamos con los sentidos, sólo podemos suponer que existe. Por eso le llama Kant “inteligible”.

Si aceptamos esta diferencia entre una naturaleza humana determinada y otra no determinada, todo parecería indicar que, de alguna forma, los seres humanos somos capaces de estar por encima de las determinaciones que nos imponen los instintos. Lograr que las necesidades no influyan en nuestras acciones parece algo propio de nosotros. Pero también hay que reconocer que no siempre logramos ejercer esta supuesta independencia. ¿Cuántas cosas pueden influir en nuestros juicios y acciones? Muchísimas: desde el lugar donde nacimos, la familia que nos educó, el país en el que vivimos, las creencias religiosas que tenemos. Todos son factores que afectan nuestra libertad si la caracterizamos con Kant como independencia absoluta con respecto a todo aquello que no es nuestra voluntad.

Veamos con más detenimiento esto. Sin duda, el lugar en el que nacimos va a determinar con mucho nuestras ideas. Si en lugar de haber nacido en la ciudad de México hubiéramos nacido en Pakistán, nuestras opiniones sobre el sentido de la vida, la importancia de la religión o de la familia, la educación, las políticas públicas, el desempleo o la contaminación del medio ambiente, serían muy diferentes a las que tenemos ahora. Es decir, los seres humanos sí estamos determinados por factores externos, pero no de manera absoluta; las determinaciones naturales y sociales ejercen un gran influjo en nuestras vidas, pero no al punto de negar que poseamos la capacidad de poder elegir y actuar sobreponiéndonos a dichas influencias.

La libertad entendida como la indeterminación no sólo natural, sino también cultural, es algo difícil de sostener pues las acciones humanas siempre se encuentran situadas en un horizonte histórico-cultural determinado. Este horizonte se constituye así en el límite de nuestra libertad en el sentido que nunca podemos actuar absolutamente libres de todo prejuicio, determinación o idea previa. 


Comienza recordando que la libertad es la facultad o capacidad humana de poder elegir entre varias opciones y decidir lo que se quiere. Es un valor fundamental del cual derivan otras libertades, como las de circulación, creencias y pensamiento, y, además, da lugar a otros valores como la responsabilidad.

Ser libre significa poder elegir y actuar de acuerdo con las propias creencias, valores y deseos. Por ejemplo: cuando un niño llega al parque, tiene la libertad de elegir a qué juego subirse, o si jugar con otros niños o solo. En este contexto, la libertad le permite tomar decisiones sobre cómo quiere disfrutar de su tiempo en el parque.

Sin embargo, es importante recordar que la libertad conlleva responsabilidades. Ser libre no significa hacer lo que queramos sin tener en cuenta las consecuencias. También implica actuar de manera consciente y respetuosa hacia los demás, reconociendo sus derechos y su dignidad. Por ejemplo, el niño que va al parque tiene la libertad de jugar de la forma que desea, siempre y cuando respete las reglas y el espacio de los demás.

Características de la libertad

Las características de la libertad son:

  • Autonomía y autodeterminación. La libertad implica la capacidad de tomar decisiones conscientes y actuar según nuestras propias convicciones.
  • Ausencia de imposiciones externas. La libertad significa no estar controlado por fuerzas externas o restricciones injustas que limiten la capacidad de actuar según la propia voluntad.
  • Responsabilidad personal y respeto a los otros. La libertad implica asumir las consecuencias de las acciones y decisiones que se toman, y reconocer que la propia libertad no debe interferir con la de los demás.
  • Oposición a la coacción. La libertad se opone a los sistemas de opresión, como la esclavitud, la manipulación, la amenaza.
  • Derecho humano. La libertad es un derecho fundamental que forma la base de la dignidad humana y debe estar respaldada por leyes y normas sociales que garanticen la protección de las personas contra la opresión y la injusticia.

Libertad como valor

La libertad es un valor fundamental que se vincula con la capacidad de las personas para expresar sus ideas y perseguir sus metas sin restricciones injustas. Su valor radica en brindar la oportunidad de explorar, aprender y crecer, para alcanzar el máximo potencial en la vida.

Al mismo tiempo, la libertad fomenta otros valores tales como la diversidad, la tolerancia y la convivencia social, en tanto guía las acciones humanas al diálogo. En ese sentido, el sistema democrático es el que protege la libertad de las personas.

Tipos de libertad

Libertad de culto
La libertad de culto permite practicar la religión que se desee o no practicar ninguna.

Según el ámbito donde se ejerza, la libertad se puede clasificar en:

  • Libertad de expresión o de pensamiento. Es el derecho que permite a las personas expresar sus ideas y opiniones sin miedo a represalias. Es esencial tanto para la diversidad intelectual y el desarrollo personal como para la democracia, dado que fomenta el intercambio abierto de ideas y la participación ciudadana.
  • Libertad de culto. Es el derecho que garantiza a las personas la libertad de profesar y practicar cualquier religión, creencia o sistema de valores, así como de cambiar de religión o no tener ninguna. Esto implica que los gobiernos y otras instituciones no pueden imponer una religión específica ni discriminar por motivos religiosos.
  • Libertad de prensa. Es el derecho que garantiza a los medios de comunicación y a los periodistas la libertad para investigar, informar y expresar opiniones sin interferencias o censura por parte de las autoridades. Implica el acceso a la información, la protección de las fuentes y la capacidad de publicar noticias y opiniones de manera independiente, lo que contribuye a la transparencia y al sistema democrático en general.
  • Libertad de elección. Es el derecho fundamental que permite a las personas tomar decisiones autónomas sobre diversos aspectos de sus vidas, como la educación, el empleo, la religión, el estilo de vida, las relaciones personales y políticas, entre otros. Este principio es esencial para la autonomía individual y para perseguir los deseos propios.
  • Libertad de asociación. Es el derecho que permite a las personas unirse y formar o participar en organizaciones, ya sea con fines políticos, sociales, culturales, religiosos u otros, sin interferencia de las autoridades. Esto incluye la capacidad de reunirse pacíficamente, expresar opiniones y trabajar en conjunto para perseguir intereses comunes, lo que es esencial para la participación ciudadana, la diversidad y el pluralismo en una sociedad democrática.
  • Libertad de circulación o tránsito. Es el derecho fundamental que garantiza a las personas la posibilidad de moverse libremente dentro de un país, salir y regresar a este, teniendo en cuenta los canales regulares y legales. Es esencial para la autonomía personal y la participación en la vida social y económica.
  • Libertad económica. Es el derecho que garantiza a las personas y empresas la capacidad de tomar decisiones económicas de manera autónoma. Incluye la libertad para producir, intercambiar, consumir y poseer bienes y servicios según sus propias preferencias.
  • Libertad financiera. Es el derecho de una persona a tomar decisiones financieras de manera autónoma y alcanzar sus metas económicas. Implica tener control sobre los propios ingresos, gastos, ahorros e inversiones, así como la capacidad de generar ingresos pasivos y mantener un nivel de vida deseado sin depender completamente de un empleo tradicional.
  • Libertad digital. Es el derecho de las personas a acceder, expresar y compartir información en línea sin restricciones injustas o censura. Incluye la libertad de expresión en Internet y el acceso abierto a la red. También implica proteger los derechos de los usuarios en línea, como la privacidad y la seguridad de los datos, frente a posibles abusos.
  • Libertad sexual. Es el derecho que garantiza a las personas la autonomía sobre sus decisiones y experiencias sexuales, sin coerción, discriminación o violencia. Implica la capacidad de expresar y explorar la sexualidad de manera consensuada y respetuosa, así como el acceso a información, educación y servicios de salud sexual y reproductiva.
  • Libertad absoluta. Es la ausencia total de limitaciones en el ejercicio de un derecho. En la teoría, implicaría la capacidad de actuar sin ningún tipo de restricción, tanto por parte del gobierno como de otros individuos o entidades. Sin embargo, en la práctica, esta noción puede ser problemática, ya que la convivencia humana generalmente requiere el cumplimiento de ciertas normas que garanticen el bienestar común y prevengan conflictos. Así, los derechos individuales están limitados por los derechos de los demás. Por lo tanto, la libertad absoluta puede ser un ideal aspiracional pero, en realidad, las sociedades tienden a equilibrarla con la necesidad de orden y justicia social.

Ejemplos de libertad

  1. Organizar una manifestación pacífica en la plaza principal de la ciudad. (Libertad de expresión o de pensamiento)
  2. Crear un blog personal para compartir ideas y experiencias. (Libertad digital)
  3. Fundar una organización que promueva la protección del medio ambiente. (Libertad de asociación)
  4. Escoger un estilo de vida alternativo en una comunidad ecológica. (Libertad de elección)
  5. Viajar por el mundo. (Libertad de circulación)
  6. No tener un empleo fijo y cubrir las propias necesidades con dinero proveniente de inversiones rentables. (Libertad financiera)
  7. Publicar un artículo en un periódico que critique abiertamente al gobierno. (Libertad de prensa)
  8. Explorar nuevas creencias espirituales. (Libertad de culto)
  9. Comprar y vender productos por Internet. (Libertad económica)
  10. Contraer matrimonio con la persona que uno elija, independientemente del género. (Libertad sexual)

Concepto de libertad en política

En política, la libertad se refiere al derecho fundamental de los individuos para tomar decisiones autónomas y participar en la vida pública. Implica la protección de los derechos civiles y políticos, tales como la libertad de expresión, de asociación, de prensa y de religión, así como la igualdad ante la ley y la protección de los derechos humanos.

En el contexto político, la libertad también se relaciona con la democracia y el Estado de derecho, donde las instituciones gubernamentales están sujetas a la voluntad popular y deben operar dentro de los límites establecidos por la ley.

Además, la libertad política implica la participación activa de los ciudadanos en la toma de decisiones, a través del voto y otras formas de participación, lo que garantiza la rendición de cuentas y la representación adecuada de los intereses de la sociedad en su conjunto.

Concepto de libertad en filosofía

A lo largo de la historia, se han tomado dos posiciones distintas respecto del concepto de libertad. Para algunos pensadores, la libertad es una problemática de lo interior y la propia voluntad, mientras que, para otros, es de lo exterior y social.

En el mundo grecolatino, la concepción de libertad apuntaba a la condición del ciudadano autónomo. Con la llegada del cristianismo, se añadió el sentido de la libertad “interior”, en función de que la conversión cristiana se relacionaba con la idea de tomar decisiones libres. Esta idea cristiana del libre ejercicio de la propia decisión estaba influida, a su vez, por las filosofías estoica y helenista.

En la Edad Media, la filosofía escolástica retomó el concepto de libertad interior de Aristóteles, quien la asociaba con el libre albedrío, definido como la capacidad de elegir entre opciones.

Más adelante, la filosofía moderna desarrolló un concepto de libertad relacionado con la idea de necesidad. Descartes creía que la libertad era el acto de la voluntad que se dejaba guiar por el entendimiento. Esto se acentuó con la distinción de Spinoza entre libertad, razón y naturaleza.

El empirismo, por su parte, sostuvo que la libertad era una cuestión externa, ya que tenía que ver con la conducta, y no con la voluntad interior. En la Crítica de la razón pura (1781/1787), Kant distinguió la libertad del pensamiento y la necesidad causal en el mundo empírico. Sostuvo que en el mundo de la experiencia, guiado por la necesidad causal, no había posibilidad para la libertad. En cambio, sí era enteramente libre el pensamiento, que la podía postular como una exigencia ficticia de la moralidad para la condición del acto humano.

En la actualidad, la noción de libertad se centra en la libertad exterior, como un derecho y un modo de conducirse, y es fundamental en las políticas constitucionales de la mayoría de los Estados y en determinados movimientos ideológicos como el idealismo alemán y el marxismo.

Liberalismo

Te explicamos qué es el liberalismo, sus corrientes, origen y representantes. Además, el liberalismo social y económico.

¿Qué es el liberalismo?

El liberalismo es una corriente económica y política que hace hincapié en la protección y el fomento de las libertades individuales como el problema central que debe atender el ejercicio político.

El liberalismo propone, en lo político, lo social y lo económico, que la razón de ser del Estado radica en garantizar la igualdad ante la ley y el justo ejercicio de las libertades individuales. Al mismo tiempo, según esta corriente, el Estado debe contar con límites claros a su poder para que no constituya un impedimento al ejercicio de la vida libre y autónoma.

El liberalismo abarca un conjunto de formas de pensar que comparten la defensa de los derechos individuales (como la libertad de expresión), la libertad económica, el secularismo, la propiedad privada, la democracia, la autonomía individual, la igualdad de oportunidades y el Estado de derecho.

Historia del liberalismo

El origen del liberalismo se remonta a Gran Bretaña en el siglo XVII, donde surgió a partir de la filosofía empirista y la filosofía utilitarista. Ambas filosofías influyeron de una manera u otra en el nacimiento del mercantilismo, una escuela del pensamiento que demandaba la intervención estatal en la economía. Proponía garantizar a la nación las condiciones necesarias para generar riqueza y competir en el mercado. Sin embargo, la intromisión estatal solía beneficiar a las clases altas y limitaba a la libre empresa, lo cual iba en contra del ascenso de las clases medias burguesas y comerciantes.

En los siglos XVII y XVIII se produjo la primera revolución de la burguesía en contra de los intereses de la aristocracia y del Antiguo Régimen, especialmente en Francia e Inglaterra. Esto dio lugar a las Guerras Civiles inglesas, la Revolución Gloriosa de 1688 y la Revolución Francesa de 1789.

Todos estos conflictos sentaron las bases para una nueva forma de pensamiento igualitarista, individualista y liberal que se esparció por Europa. Este nuevo pensamiento dio como resultado, en algunos casos, la caída de las monarquías y, en otros casos, un nuevo pacto entre estas monarquías y las clases altas obligó a quienes ejercían el poder a pactar con el resto de los actores socioeconómicos. Esta transformación política dio origen al liberalismo clásico y fue vital en el surgimiento de la sociedad capitalista.

Como corriente filosófica, el liberalismo tiene sus orígenes intelectuales en los trabajos del filósofo inglés John Locke (1632-1704) y el economista escocés Adam Smith (1723-1790). Ambos pensadores se opusieron al absolutismo monárquico, cuyo poder radica en la concentración autoritaria de una monarquía autócrata.

Considerado el padre del liberalismo clásico, John Locke fue un empirista británico cuyo trabajo influyó en pensadores notables como Voltaire y Rousseu, intelectuales de la Ilustración francesa. Contribuyó notablemente a la teoría del contrato social, así como al republicanismo clásico y la teoría liberal, reflejados en la Declaración de Independencia de los Estados Unidos y en la Declaración de Derechos inglesa de 1689. Desarrolló una teoría de la autoridad política fundamentada en el consenso del pueblo gobernado y en la naturaleza de los derechos individuales.

Adam Smith, por su parte, sostuvo que las sociedades prosperan cuando los sujetos son libres de perseguir su propio interés en un sistema de propiedad privada de los medios de producción, así como también en un mercado competitivo, autónomo y libre del Estado o los monopolios privados.

En su desarrollo histórico, el liberalismo político, económico y social también recibió contribuciones de las ideas de Thomas Hobbes (1588-1679), James Madison (1751-1836) y Montesquieu (1689-1755). Otros pensadores también han influenciado la teoría liberal, aportando formas y desarrollos conceptuales más o menos tradicionales. Por su extenso desarrollo a nivel global, el liberalismo como corriente filosófica y práctica cuenta con distintas escuelas y manifestaciones.

Características del liberalismo

En términos generales, algunas características del liberalismo son:

  • Considera la libertad en todos sus aspectos como un elemento inviolable de la vida ciudadana: la libertad de culto, libertad de prensa, libertad de asociación y libertad de pensamiento deben estar garantizadas. No obstante, el ejercicio de estas libertades no debe contradecir las libertades de los demás. La libertad individual debe ser sagrada y el Estado no puede violentarla.
  • Defiende el principio de igualdad ante la ley para todos los ciudadanos, garantizado por el Estado de derecho, tanto en los ámbitos políticos como sociales. Solo así el individuo es libremente responsable de sus actos.
  • Defiende el principio de la propiedad privada como un derecho inalienable del individuo, protegido por la ley frente a iniciativas colectivistas.
  • Defiende la existencia de una educación laica y un Estado laico, compuesto por poderes autónomos e independientes de acuerdo al modelo republicano (ejecutivo, legislativo, judicial), pues la solución de los dilemas siempre puede hallarse mediante el ejercicio del diálogo político.
  • Propone la mínima intromisión del gobierno en la vida ciudadana y la mínima intromisión del Estado en la conducción de la economía.

Principales corrientes liberales

Existen varias corrientes históricas liberales o derivadas del liberalismo. Sin embargo, no todas han tenido el mismo impacto y aceptación política, económica y social. Las más destacadas son:

  • Liberalismo clásico. Nacido de la burguesía europea de los siglos XVII y XVIII y su lucha contra el absolutismo monárquico y los privilegios aristocráticos, defiende la no intromisión del poder del rey en los asuntos civiles, la libertad de culto, el ejercicio político y el económico. Fue un movimiento propio del capitalismo temprano, fundamental en la caída del Antiguo Régimen y en el surgimiento de la Ilustración, corriente que se opuso a la intromisión del Estado en los asuntos económicos, defendiendo las libertades individuales a toda costa.
  • Socioliberalismo. También conocido como liberalprogresismo, capitalismo social o economía social de mercado persigue un balance entre la defensa de las libertades individuales y del ejercicio económico, y la protección del Estado contra formas injustas y excesivas del mercado —como los monopolios y otras formas de competencia desleal—. El socioliberalismo pretende la intervención de un estado que garantice las condiciones propias de producción y por eso también se lo llama estado de bienestar.
  • Minarquismo. Partidario del Estado mínimo, sostiene que el Estado solo debe garantizar la defensa territorial de la nación y el sostén de la justicia y del orden público. Este modelo propone que el resto de los asuntos económicos y sociales debe quedar en manos privadas. Este término fue acuñado en 1971 por el estadounidense Sam Konkin (1947-2003).
  • Anarcocapitalismo. Conocido también como anarquismo de libre mercado o anarcoliberalismo, propone una sociedad organizada y carente de Estado, en la que absolutamente todos los bienes y servicios provienen de la libre competencia del mercado.

Liberalismo social y económico

Aunque el aspecto social y el aspecto económico conviven en el seno de la filosofía liberal, el liberalismo social y el económico pueden comprenderse por separado de la siguiente manera:

  • Liberalismo social. Tiene que ver con la no intromisión del Estado en la vida privada de los ciudadanos o en sus relaciones sociales. Esto permite la libertad de culto, de pensamiento, de asociación y de prensa, siempre y cuando no se infrinjan las leyes ni se violenten las libertades de terceros. El liberalismo es partidario del Estado de derecho —o sea, de la igualdad ante la ley— y considera, por el contrario, que lo que ocurre en el fuero íntimo de la vida ciudadana le incumbe única y exclusivamente a los involucrados, mientras no se esté cometiendo ningún delito.
  • Liberalismo económico. Sostiene la necesaria independencia de las relaciones mercantiles y comerciales de los ciudadanos de la intromisión del Estado, siempre y cuando este ejercicio no constituya ninguna violencia contra las libertades de los demás. Los impuestos, las regulaciones y las restricciones gubernamentales deben ser eliminadas o, al menos, restringidas a su mínima expresión, para permitir que la libre competencia guíe el mercado y la labor productiva por sus propios caminos.

Representantes del liberalismo

Adam Smith
Adam Smith fue uno de los fundadores del liberalismo económico.

Los principales exponentes del pensamiento liberal a lo largo de la historia fueron:

  • John Locke (1632-1704). Filósofo y médico inglés perteneciente a la corriente del empirismo inglés, es considerado el padre del liberalismo clásico. Fue el primero en formular una filosofía propiamente liberal, basada en el derecho a la propiedad privada y el consentimiento de los gobernados.
  • Adam Smith (1723-1790). Economista y filósofo británico, fue uno de los fundadores del liberalismo económico. Su pensamiento fue clave para el surgimiento del capitalismo y está plasmado en su célebre La riqueza de las naciones (1776), donde afirmaba que la libre competencia entre los actores privados distribuye mejor la riqueza que los mercados controlados por el Estado.
  • David Ricardo (1772-1823). Fue un economista británico en cuyos tratados se defendía el establecimiento de una unidad monetaria fuerte, cuyo valor dependiera directamente de algún metal precioso, como el oro. Fue autor de diversas teorías económicas liberales, en las que subrayó la importancia de la libre competencia y la comercialización internacional.

Neoliberalismo político-económico

El concepto de neoliberalismo está relacionado con el resurgimiento de la doctrina político-económica liberal a finales del siglo XX.

Este movimiento fue ampliamente criticado por los sectores progresistas de la sociedad, aun cuando muchas de sus ideas se pusieron en práctica durante las décadas del 80 y 90 por gobiernos de distintas inclinaciones políticas y económicas. Ejemplo de ello fue la política económica del gobierno de Ronald Reagan en Estados Unidos y el de Margaret Thatcher en el Reino Unido.

El Liberalismo según Karl Popper “Escuela Austriaca”

Sin lugar a dudas, la democracia se encuentra en constante peligro. La creación ateniense -tomada posteriormente por los países latinoamericanos en la figura política-administrativa de la República-, ha demostrado no ser el mejor modelo de gobierno, pero (sí, un gran pero), el menos malo, como lo expreso un político inglés cuando veía que la era su imperio llegaba a su fin. Y uno de esos defensores fue el ácido crítico del Círculo de Viena y filósofo contemporáneo Karl Popper, quien vivió en carne propia los errores de la democracia y los horrores de los totalitarismos. Popper, defensor de la democracia al límite, que incluso dentro de sus escritos podemos apreciar las paradojas que ve él en ésta, no vacilará cuando el sistema del gobierno del pueblo, para el pueblo y por el pueblo, caiga en la tentación de elegir la dictadura. Para ello, nos dice el filósofo, la democracia debe crear los mecanismos para que esto no suceda y no volvamos a tener una elección popular que lleva a un demagogo y criminal al poder, como lo fue la Alemania de Hitler. El pensamiento del filósofo crítico del historicismo, es liberal. Un liberalismo inglés y no como lo entendemos y vivimos en varios Estados de América, donde se es liberal económico y conservador en las ideas. No, Popper es liberal. Un verdadero liberal.

Popper al defender la sociedad abierta y el régimen democrático de gobierno se declarará como un liberal y como un viejo seguidor de la ilustración. Un pre-hegeliano. Ahora bien, aunque el propio Karl Popper se define como un liberal, nada menos que el político inglés Bryan Magee ha planteado la tesis de que Popper por los temas que ha desarrollado y las luchas que ha sostenido es un pensador que se podría inscribir dentro de la tradición social demócrata como en un destacado teórico del reformismo y el cambio gradual.

Karl Popper es un teórico que se ha declarado liberal. Un liberal muy particular que estimó como fundamental la intervención del Estado, incluso en temas económicos, particularmente en materias vinculadas al funcionamiento de la economía de mercado. Igualmente Popper es un teórico del reformismo. Un reformismo sin pausas. Un reformismo que se va haciendo cargo de los vaivenes de la sociedad. En ningún caso Popper puede ser tildado como un filósofo conservador, defensor del statu quo. En este sentido, Magee ha planteado claramente lo siguiente:

And here I must declare an interest. I am a democratic socialist and I believe that the young Popper worked out, as no else has ever done, what the philosophical foundations of democratic socialism should be. And like him I would like to see these ideas replaces the garbled mixture of Marxism and liberal minded opportunism which passes for political theory on the democratic left. In short, while making it clear that Popper is no longer a socialist, I want to claim his ideas for the democratic socialism in which he was so deeply enmeshed when he began to produce them, and in response to whose needs they were produced. This is where I believe their real significance is, and where their future lies (Magee, 1973, pp. 80-81).

Así tendríamos un Popper cercano a las posiciones de la socialdemocracia. Lo anterior dice relación con la tradición liberal defendida por Popper, que es un “liberalismo” muy distinto del defendido por su coetáneo F. von Hayek. El liberalismo de Popper se vincula con la libertad individual y su gran capacidad de creación. Pero esa libertad debe convivir con un Estado que tiene que entregar justamente las garantías para que esa libertad se pueda expresar en toda su amplitud. Esto mismo queda de manifiesto en La Sociedad Abierta y sus Enemigos (Popper, 1985). Posteriormente, esta posición que se conjuga queda de manifiesto en las obras póstumas de Popper como la recopilación denominada: Karl. R. Popper. Después de la Sociedad Abierta. Escritos Sociales y Políticos (Shearmur & Turner, 2010), la obra de Perona, Entre el Liberalismo y la Socialdemocracia. Popper y la Sociedad Abierta (1993), o en el libro de Shearmur y Stokes, Popper. Philosophy, Politics and Scientific Method (1998). La filosofía política de Popper, si bien se enraíza en el individualismo metodológico, plantea de forma nítida el reformismo social y político, propios de la mejor tradición socialdemócrata. Para Popper el modelo siempre es el mismo: democracia-liberal como ideal de la sociedad abierta (que permite un abanico en las políticas desarrolladas), cuyo foco albergan las ideas socialdemócratas. No es casualidad que se elija este paradigma, máxime si añadimos la introducción de la ética kantiana para la fundamentación del socialismo moderno.

Lo anterior implica que, desde la política práctica, se da un fuerte rechazo a esos posicionamientos que han intentado instalar a Popper en aquellas posturas que defienden el statu quo e incluso las posturas neoliberales. Ralf Darendorf comentando las afirmaciones de Magee ha sostenido:

[…] el concepto de Sociedad Abierta y el libro sobre este tema muy bien podrían evidenciarse como el aporte más perdurable de Popper. Bryan Magee no lo dice tan así en su brillante y breve tratado sobre Popper. Magee cree -y en eso sin duda tiene razón- que la obra de Popper es de una sola pieza, aunque dedica dos de los siete capítulos a la sociedad abierta. También llega a la conclusión de que la sociedad abierta contiene una visión socialdemócrata que es la misma que él, Magee, defiende (Dahrendorf, 2006, p. 169).

Magee profundiza su postura sobre el pensamiento socialdemócrata que hay en Popper y también el hecho de la existencia de una filosofía práctica, que indica directrices concretas para la actuación política, y no sólo un formalismo ético propios del Kant de la Crítica de la Razón Pura. En Popper no hay solamente academia, sino que también existe la posibilidad de la recomendación para la acción tanto en las ciencias, como en el quehacer social y político.

Por su parte Popper, más allá de los respetables planteamientos de Magee y Dahrendorf, para aclarar su postura liberal, sostiene que usa el término ‘liberal’ en el sentido en que comúnmente se usa en Inglaterra y la tradición anglosajona. Por liberal no se entiende una persona que simpatiza con algún partido político, más bien una persona que otorga la mayor importancia a la libertad individual y es consciente de los peligros inherentes a todas las formas de poder y de autoridad. Además de la forma en que Popper concibe el concepto de liberalismo, este término en la historia de la filosofía y teoría política presenta una compleja historia. En este contexto, el liberalismo es una doctrina política de una larga historia y de una extensa evolución y formas de ser presentado. No obstante lo anterior, el liberalismo ha tenido básicamente dos vertientes. Una económica y otra política.

No obstante lo anterior, en la concepción de Popper se asigna una importancia fundamental a una medida que suena como contrafáctica con lo anterior. Esto es el rol del Estado y el necesario control de la libertad para salvaguardar la libertad misma. En esta forma, Popper declara:

Necesitamos la libertad para impedir que el Estado abuse de su poder, y necesitamos al Estado para impedir el abuso de la libertad. Este es un problema concreto que quizás nunca se resuelva en lo abstracto por medio de leyes; es necesario un corte constitucional, y buena voluntad más que nada en el mundo (Popper, 1998, p. 111).

Mientras que en otra obra política, Popper profundiza sobre esta situación y dice:

El deseo de libertad es algo completamente primitivo que ya encontramos en los animales […] y en los niños pequeños, y ciertamente en grados muy diferentes. Pero en el terreno político la libertad se convierte en problema. Pues la libertad ilimitada de cada individuo se vuelve naturalmente imposible por la convivencia de los seres humanos. Si soy libre de hacer todo lo que quiero, entonces también soy dueño de despojar a los otros de su libertad (Popper, 1995: 143).

Esta es una de las particularidades del pensamiento de Popper. La libertad se controla para no perder la libertad. El Estado debe hacer ese control. Y al mismo tiempo la libertad debe controlar al Estado para que este no abuse de su poder. En este punto encontramos una relación entre Libertad y Estado absolutamente simétrica y complementaria, para motivos de avanzar hacia la sociedad abierta y evitar los peligros del tribalismo en sus formas de totalitarismo y/o de fundamentalismo.

2. Principios del Liberalismo y Teoría Política: Historia y Propuesta

Karl Popper es, como hemos sostenido a lo largo de este trabajo y de otros un pensador de amplísimas dimensiones (Estay Sepúlveda & Lagomarsino, 2016a, b, c; Estay Sepúlveda, Lagomarsino & Cabezas, 2016; Estay Sepúlveda, Lagomarsino & Moraga, 2016; Estay Sepúlveda, Lagomarsino, Rojas, Cabezas & Moraga, 2016; Estay Sepúlveda, Gavilanes, Medeiros & Lagomarsino, 2017). No tan solo es un empirista y un racionalista de tipo particular, sino también un liberal y como ya se ha señalado, es un liberal en el sentido del término inglés. El liberal es para Popper un falibilista, un racionalista crítico, un individuo que no cree que la verdad sea manifiesta o que solamente pocos tengan ojos para verla. Para Popper, la teoría que la verdad es manifiesta, está a la base de toda forma de fanatismo. En relación a este punto, intentaremos mostrar cómo Popper se hubiera opuesto de manera decidida al fundamentalismo que ha campeado en estos presentes años, sobre todo en los pocos años que van del Siglo XXI. En contraposición a Popper para el fundamentalismo si hay una verdad manifiesta y por lo tanto un tipo de sociedad perfecta en la cual los individuos y su libertad no tienen nada que aportar.

Este pensamiento crítico lo hará patente con críticas a su propio pensamiento liberal. Si el liberalismo no es capaz de cambiar y profundizar en sus propios errores (Blank, 2009) estaría siendo un símil del otro liberalismo, del cual Popper es un abierto contestatario como lo es el liberalismo utópico. Para Popper, el liberalismo utópico es imposible de ejecutar ya que la sociedad perfecta no existe, al ser seres humanos los que la van construyendo. Ahí versa, para nosotros, uno de los puntos esenciales de esta diferencia: un liberalismo que es capaz de ver sus errores y repararlos, como lo es el crítico y otro, que no verá absolutamente nada ya que se encuentra en una nube de idealismos a ultranza. El pensador austriaco, hablará antes de la Sociedad Abierta y sus enemigos de un racionalismo erróneo, “esto es, viciado, que comprende la acción racional como aquella que dispone de una forma eficaz para alcanzar fines futuros remotos” (Misseri, 2015, p. 201). Para esta crítica, Misseri (2015) cita el artículo Utopía y violencia, escrito a dos años de concluida la Segunda Guerra Mundial y cuando el mundo comenzaba su bipolaridad. Hoy Popper, no estaría de acuerdo y conforme con las atrocidades que se han visto y donde el liberalismo crítico ha quedado mudo. En ello, no compartimos la opinión de que gracias al racionalismo crítico, el capitalismo y la ideología política liberal siguen en pie y que Popper “sin lugar dudas”, estaría “orgulloso de ello” (Vázquez, 2017, p. 86). Popper vería esto -nos atrevimos a decirlo- , como un germen del pensamiento utópico más que del pensamiento crítico, al no reparar en los errores que está provocando.

El liberal, que dibuja nuestro autor, tiene, entre otras características, la de ser antihistoricista y antiperfectista. Para el liberalismo, en la acepción de Popper, no se considera tener el itinerario de la historia, ni de tener acceso a las cartas de la providencia. Más bien para el liberalismo es un punto cardinal el hecho de que no existen leyes de la historia. Para el liberalismo, el futuro está abierto. El futuro no está predeterminado. En este punto se entiende, porque el frontal ataque de Popper a las doctrinas que han sostenido la existencia de leyes del desarrollo histórico. La sociedad se deberá construir en un constante juego donde participa la libertad individual, el dinamismo social y la aplicación de la racionalidad, a través del método de la ciencia.

Para Popper tanto el perfectismo, como el utopismo y el dogmatismo son peligrosas trampas del pensamiento. El utopismo implicará siempre la violencia y la propuesta de una forma de sociedad cerrada. Las propuestas del utopista en cuanto presuponen que sea posible conseguir, de una vez por todas, instituciones sociales perfectas no admitirá ni crítica y en consecuencia logrará que no se produzcan los cambios de manera parcial y natural. En ese escenario, el cambio solamente tendrá que ser violento. Las posturas críticas, en la posición del utopista, aparecerán como peligrosas e inútiles en el sentido que no estarán trabajando en el camino hacia el diseño de la sociedad ideal que persigue.

Mientras que el perfectismo, al querer generar una sociedad perfecta, puede llevar a cometer las más grandes atrocidades. Y el dogmatismo es una postura que se vuelve contra la realidad. En su creencia firme y a toda prueba en su dogma desconoce el movimiento social, el cual evidentemente nunca se ajustará a su postura cualquiera que ella sea. Tanto el perfectismo, el utopismo y el dogmatismo han estado a la base tanto del totalitarismo del siglo XX como del fundamentalismo del Siglo XXI.

Vinculado con lo recién expuesto, para el liberalismo que sustenta Popper no será importante la pregunta, que se repite constantemente en la historia de la filosofía y teoría política y también en la política práctica, relativa a ¿quién debe gobernar? Esta interrogante ha sido utilizada por todos los partidarios de sociedades con soluciones totales. Popper por su parte planteará, que la interrogante que es fundamental para el liberalismo es otra y que tiende a cambiar el centro de gravedad del proceso político. Esta pregunta es, en consecuencia, radicalmente distinta de la anterior. Esta interrogación dice relación, de alguna manera, con el control del poder y su repartición en varias manos e instituciones al interior de una sociedad. Esta pregunta es la siguiente: ¿cómo controlar a quién gobierna?

Para Popper la postura preconcebida apunta en una senda de objetivización del proceso político y, como sosteníamos recientemente, el objetivo es pasar de la importancia central radicada en el quién hacia el cómo, es decir, hacia la solución de corte institucional. Con esto el liberalismo tiene en vista la preservación del régimen democrático y liberal de gobierno con sus valores estrechamente asociados como son la libertad y la tolerancia. Por lo tanto, en esta concepción liberal todos los problemas políticos serán problemas de estructuras legales antes que de personas.

Y es dentro de este contexto, que las instituciones más importantes estarán vinculadas al control de los gobernantes que administran el Estado. Este punto para Popper, tiene directa relación con la preservación de la libertad y la democracia. En este punto el combate hacia toda forma de opresión que quiera eliminar la libertad y la democracia, se hace desde el Estado. Toda postura fundamentalista que amenace la libertad social y política debe ser combatida con la mayor fuerza sea ésta de carácter religioso, político o económico.

El liberalismo, en la visión de Popper, será una postura, tal vez, no preocupada en demasía por la historia y su influjo sobre el presente y el futuro, pero se empeña potentemente en mejorar las instituciones existentes. En este mismo sentido, el liberalismo popperiano no es una postura que crea en la infinita y divina superioridad del Estado, pero tampoco se trata de un liberalismo que proponga una suerte de anarquía. Para Popper la anarquía es una exageración peligrosa de la libertad. En esta línea Popper, entregará una de sus primeras declaraciones en torno al rol y la defensa del Estado. Así nuestro filósofo sostiene: “El Estado es un mal necesario: sus poderes no deben multiplicarse más allá de lo necesario. Podría llamarse a este principio la ‘navaja liberal’ […]” (Popper, 1983, p. 419).

Para este liberalismo es primordial la alianza con dos valores, que se puede sostener, se encuentran en un encumbrado lugar de la escala axiológica. Así para el liberalismo es fundamental la libertad y la tolerancia. Ahora bien, el liberalismo (y en este caso se debe extender al liberal, esto es al partidario del liberalismo) es una ideología tolerante con los tolerantes, pero es fuertemente intolerantes con aquellos que se presentan y actúan de forma intolerante. Para Popper existe un punto muy importante en su concepción de liberalismo. Al igual que la libertad, la tolerancia no puede ser ilimitada, de otro modo, se autodestruiría. En realidad, para Popper la tolerancia ilimitada conlleva a la desaparición de la tolerancia, como sosteníamos inicialmente.

De igual manera, para el liberalismo en la óptica de Popper, la libertad es el valor más importante que se puede dar al interior de una sociedad. En este sentido, Popper afirma:

La discusión crítica es el fundamento del pensamiento libre del individuo. Pero esto significa que la verdadera libertad de pensamiento no es posible sin libertad política. La libertad política se convierte así en condición del pleno uso de razón de cada individuo (Popper, 1994: 246).

Además para el liberalismo diseñado por Popper, la libertad no es acariciada solamente como una libertad económica, que es capaz de producir riqueza, sino que se toma a la libertad por razones supraeconómicas, esto es, por razones éticas y no materiales. La libertad es la única forma digna de convivencia del hombre. Y la libertad, que es el más importante de los valores políticos, necesita de una constante defensa, pues la libertad es un valor que se puede perder. Y una vez que una sociedad pierde la libertad es cuanto más la valora. Por tanto, la virtud para este liberalismo es valorarla cuando se la tiene y hacer todo lo posible para que no se extravíe. Para no ir tan lejos por el planeta en Sudamérica y en Chile ya tenemos experiencia con respecto a lo que significa perder la libertad y ser asolados por dictaduras criminales, que suspendieron el Estado de Derecho y las más mínimas garantías de los individuos, e incluso, para el caso chileno, establecer en la Constitución Política creada por Pinochet, la prohibición de pensar.

También, este liberalismo, que se asemeja a la social democracia, mantendrá un gran respeto por la tradición y por el aporte permanente de ésta al desarrollo de la sociedad. No obstante lo anterior, el liberalismo no es una postura tradicionalista, que tenga como sustento mantener el orden social que se ha heredado de la tradición. Por el contrario, el liberalismo popperiano intentará auspiciar y proponer los cambios, los continuos cambios, que la sociedad vaya requiriendo producto de su propia dinámica. Por lo tanto, si este liberalismo no es un tradicionalismo, mucho menos será una postura de tipo conservadora. Como hemos visto siguiendo a Magee, más bien la obra de Popper se inscribe en la tradición del socialismo democrático. El liberalismo, defendido por Popper, no deseará embalsamar el presente en el pasado. El liberalismo mantendrá una relación crítica con la tradición. La tradición, como hemos ya sostenido, es muy importante sin embargo no se puede aceptar pasivamente, debe estar sometida a crítica y no ser un impedimento a la hora de impulsar cambios que la sociedad reclame. En un sentido algo similar ha sostenido F. Hayek la importancia de la tradición (una tradición evolutiva) para la sociedad libre y la libertad. Así Hayek en su obra, Los Fundamentos de la Libertad sostiene:

[…] para la tradición evolucionista empírica el valor de la libertad consiste principalmente en la oportunidad que proporciona para el desarrollo de lo no ideado. A su vez, el beneficioso funcionamiento de la sociedad libre descansa, sobre todo, en la existencia de instituciones que han crecido libremente […] Aunque parezca paradójico, es probable que una prospera sociedad libre sea en gran medida una sociedad de ligaduras tradicionales (Hayek, 1975, p. 78).

Tenemos claro en cualquier caso, el sesgo más bien hacia la libertad económica que propicia Hayek versus una libertad política y social que propicia Popper. No son desconocidas las discusiones y debates que mantuvieron ambos sobre estas temáticas.

El modelo popperiano de sociedad abierta, que como hemos deja un lugar para la tradición siendo a su vez muy proclive al cambio continuo, en la cual las intervenciones políticas son simples intentos de solución de problemas particulares, se tiende a excluir toda acción de tipo holístico o revolucionaria que tenga la pretensión de resolver en un breve lapso, todos los problemas de la sociedad. En la sociedad abierta, es consentido que los ciudadanos puedan examinar críticamente todas las iniciativas de los gobernantes. En este sentido, como se puede percibir la sociedad abierta se opone frontalmente a los regímenes totalitarios. En este instante se puede comprender de mejor manera, la particular fuerza con la que Popper ha combatido las doctrinas teóricas de lo que él sostiene son el origen del totalitarismo y de lo que será en nuestra visión el fundamentalismo en el siglo XXI.

Según Popper, ya en su clásica postura en La Sociedad Abierta y sus Enemigos, las raíces teóricas de las ideologías totalitarias son rastreables en los sistemas filosóficos de tres grandes pensadores del pasado: Platón, Hegel y Marx. De esta forma, Platón en la interpretación de Popper, es el principal teórico de la sociedad cerrada y del tutelaje de la libertad en el mundo antiguo. En esta forma, el cientista político, Robert Dahl sostiene: “La idea de tutelaje, que fue expuesta en forma muy hermosa y perdurable por Platón en La República, ha ejercido un atractivo a lo largo de la historia” (Dahl, 1991, p. 67). En este sentido, Dahl precisa la concepción platónica sobre el tatuaje:

Una alternativa permanente frente a la democracia es que el gobierno esté a cargo de `tutores`, `custodios` o `guardianes` de la sociedad. Para quienes defienden esta concepción, la idea de que el pueblo comprenderá y defenderá sus propios intereses es ridícula, y más ridículo aún pensar que comprenderá y defenderá los intereses de la sociedad global. Estos críticos insisten en que la gente común no está calificada, evidentemente, para autogobernarse, y afirman que la premisa contraria de los demócratas debería reemplazarse por la propuesta que el gobierno le sea confiado a una minoría de personas especialmente capacitadas para asumirlo en virtud de sus conocimientos o virtudes superiores (Dahl, 1991: 67).

Después del esplendor de la democracia en Atenas, por obra de Pericles, Platón (1986) habría opuesto un modelo de Estado arcaico y aristocrático. Este tipo de Estado es diseñado por Platón en La República y se caracteriza por algunos signos típicos de la sociedad cerrada. Estos signos son los siguientes:

a) El primado de la comunidad sobre el individuo. b) La división de clases.

c) El Gobierno entregado a las manos de algunos pocos sabios. d) La comunidad de mujeres y de bienes.

e) Los límites a la libertad de expresión

Básicamente sobre el punto relativo a la libertad de expresión, Popper insiste que en la obra de Platón este tipo de expresión no existe. Así Popper señala:

[…] elabora fría y cuidadosamente la teoría de la inquisición. El pensamiento libre, la crítica de las instituciones políticas, que enseña nuevas ideas a la juventud, y las tentativas de introducir nuevas prácticas religiosas e incluso nuevas opiniones son todos delitos capitales (Popper, 1985, pp. 189-190).

En este mismo párrafo de manera seguida Popper afirma:

En el Estado de Platón, Sócrates jamás hubiera tenido la oportunidad de defenderse públicamente; lejos de ello, hubiera sido transferido al Consejo Nocturno secreto para el ‘tratamiento’ y, finalmente, para el castigo de su alma conturbada (Popper, 1985: 190).

En el mundo moderno la herencia de Platón fue tomada, según Popper, sobre todo por parte de Hegel. La filosofía hegeliana de la historia, basada sobre la identidad del real y racional y sobre el inexorable movimiento dialéctico de tesis, antítesis y síntesis, ha jugado y tenido gran influencia sobre el pensamiento político del siglo XIX y de la primera mitad del siglo XX. En el pensamiento político de Hegel emergerán algunos elementos propios del totalitarismo, a la manera en que se conoció, en el siglo XX. De esta manera, Popper identifica características tales como:

a) La mentalidad colectiva, mediante la cual el individuo es nada y por el contrario el Estado es todo.

b) El éxito de un Estado se mide en las guerras en que ha triunfado en los confrontes con otros Estados.

En cualquier caso, no es Popper el único autor que toma una postura tan categórica frente a la obra de Hegel, particularmente a lo que podríamos denominar su filosofía política. La obra de Hegel como todo gran trabajo de la historia de la filosofía ha tenido furibundo partidarios y continuadores, pero también grandes críticos. Entre estos últimos sería oportuno considerar la opinión que de Hegel tuvo una de sus contemporáneos. Arthur Schopenhauer, quien tuvo la posibilidad de conocer personalmente a Hegel, entrego la siguiente apreciación sobre su filosofía:

Hegel, impuesto desde arriba por el poder circunstancial con carácter de gran filósofo oficial, era un charlatán de estrechas miras, insípido, nauseabundo e ignorante, que alcanzó el pináculo de la audacia garabateando e inventando las mistificaciones más absurdas (Hidalgo, 2007, p. 22).

Igualmente en la misma obra Schopenhauer sentencia:

Fichte es el padre de la seudofilosofía, del método fraudulento que intenta engañar con la ambigüedad en el uso de las palabras, el discurso incomprensible y los sofismas, imponerse con un tono distinguido y así embaucar a los que están deseosos de aprender; tras haber sido aplicado por Schelling, el método alcanzó su cima con Hegel en quien maduró hasta la auténtica charlatanería (Schopenhauer, 2003, p. 41).

El tercer pensador que Popper acusa de haber promocionado sociedades de tipo cerrado es Karl Marx. La obra de Marx es amplísima y de fundamental importancia para las ciencias sociales hasta hoy. No obstante lo anterior, tiene entre otras múltiples características la de identificar el rol fundamental que la organización económica desarrolla al interior de una sociedad. Marx sostiene la tesis, según la cual, todos los pensamientos, ideas y acciones de los hombres son explicables en referencia a la matriz económica. La tesis anterior obliga a Marx a subordinar la política y la posibilidad del cambio al aspecto económico. Se establece de esta forma la dialéctica entre capital y proletariado. La única forma de liberación del proletariado, afirmará el marxismo, será la revolución que el proletariado deberá llevar adelante en busca de la sociedad sin clases al final del camino. En consecuencia, la libertad del Estado liberal, como tal se vuelve formal, esto es, incapaz de poder generar la igualdad económica. Popper en este aspecto afirmará:

Esta ‘mera libertad formal’, es decir, la democracia, el derecho del pueblo de juzgar y expulsar del poder a sus gobernantes, es el único medio conocido para tratar de protegernos del empleo incorrecto del poder […] (Popper, 1985, pp. 307-308).

Karl Popper se muestra abiertamente crítico de Marx acusándolo de haber profetizado sobre el destino de la sociedad y ser un exponente del historicismo, sin embargo Popper reconoce fuertemente las razones que Marx tuvo al frente al desarrollar su teoría. Así Popper sostiene:

[…] no puede dudarse del impulso humanitario que mueve al marxismo, […] Marx realizó una honesta tentativa de aplicar los métodos racionales a los problemas más urgentes de la vida social. El valor de esta tentativa no es menoscabado por el hecho de que en gran medida no haya tenido éxito […] La ciencia progresa mediante el método de la prueba y el error. Marx probó, y si bien erró en sus principales conceptos, no probó en vano. Su labor sirvió para abrir los ojos y aguzar la vista de muchas maneras. Ya resulta inconcebible, por ejemplo, un regreso a la ciencia social anterior a Marx, y es mucho lo que los autores modernos le deben a éste, aun cuando no lo sepan. Esto vale especialmente para aquellos que no están de acuerdo con sus teorías, como en mi caso, no obstante lo cual admito abiertamente que mi tratamiento de Platón y Hegel, por ejemplo, lleva el sello inconfundible de su influencia […] No se puede hacer justicia a Marx sin reconocer su sinceridad. Su amplitud de criterio, su sentido de los hechos, su desconfianza de las meras palabras y, en particular, de la verbosidad moralizante, le convirtieron en uno de los luchadores universales de mayor influencia contra la hipocresía y el fariseísmo (Popper, 1985, pp. 268-269).

En el mismo sentido de Popper, el sociólogo Tom Campbell sostiene:

Al considerar la teoría del hombre de Marx, debe quedar claro que existe un fuerte elemento humanista en su pensamiento: aspira a que se desarrollen totalmente las capacidades creativas del hombre como objetivo a conseguir por el progreso histórico (Campbell, 2002, p. 141).

Por último, podemos observar los principios liberales que Popper ha señalado como lo más importantes. Estos principios más que entenderlos como liberales los podríamos comprender como los principios que deben guiar la convivencia en una sociedad abierta, libre y democrática en donde la crítica permanente es uno de los baluartes, en el sendero de buscar los mejores caminos para el normal desarrollo que impone el dinamismo de una sociedad libre. Así Popper señala estos principios de la manera siguiente:

El Estado es un mal necesario […] la diferencia entre una democracia y una tiranía es que en la primera es posible sacarse de encima el gobierno sin derramamiento de sangre; en una tiranía no es posible […] la democracia como tal no puede conferir beneficios a los ciudadanos […] la democracia no proporciona más que la armazón en la cual los ciudadanos pueden actuar […] somos demócratas no porque la mayoría siempre tenga la razón, sino porque las tradiciones democráticas son las menos malas que conocemos […] una utopía liberal – esto es, un Estado racionalmente diseñado a partir de una tabula rasa sin tradiciones – es algo imposible. Pues el principio liberal exige que las limitaciones a la libertad de cada uno que hace necesaria la vida social deben ser reducidas a un mínimo e igualadas en lo posible […] (Popper, 1994, pp. 203-204).

De esta forma, hemos pasado revista a la postura clásica de Popper en Filosofía social y política, en donde hemos presentado la batería conceptual de nuestro autor, como algunas opiniones de destacados comentaristas de la obra social y política de uno de los principales filósofos del siglo XX.

En un mundo convulsionado por las libertades de opinión, donde comienzan a avizorarse nuevas formas de expresarlas a través de los medios de comunicación tradicionales y mass medias, la necesidad de una regulación consciente es necesaria. No es la censura por la censura, entiéndase bien, ya que un demócrata y un liberal no lo tolerarían, es más bien, no caer en el fundamentalismo de la postverdad que a través de los medios de comunicación (Estay Sepúlveda, Cabezas, Lagomarsino, Reyes, Rojas & Medeiros, 2018) y la publicidad (Lagomarsino, Rojas, Estay Sepúlveda, Ganga & Gavilanes, 2018) están haciendo un flaco favor a la llegada de populismos que horadarán lo que tanto cuesta conseguir y cuidar como es la democracia, más aun cuando nuestras fronteras se van abriendo a nuevas formas de pensar, vivir u obrar (Estay Sepúlveda, Ganga, Lagomarsino, Parada & Cabezas, en prensa).

3. CONCLUSIONES

El Estado, ese mal necesario de que hablaba Popper, debe erigirse como el gran garante de la democracia, la libertad, la tolerancia y el respeto mutuo entre los seres humanos. No restringir la libertad, sino limitar los excesos de ella, cuando las personas, las organizaciones o las instituciones que utilizan su nombre, tropezando con los más indefensos. El Estado Ideal no existe. Sin embargo, podemos crearlo mientras continuamos perfeccionando nuestras instituciones. Más transparente, más dinámico, más accesible. El liberalismo de Popper no busca una revolución -a menos que la democracia esté en peligro- sino cambios progresivos, en lo que insinúa como reformismo en el Estado. Muchos han criticado la posición política del filósofo, tratándolo como un romántico del siglo XIX. Y este hombre está en el presente, frente a los peligros que aparecen en el horizonte de los fundamentalismos, más actuales que nadie. Ningún otro pensador del siglo XX, como nos dijo Bobbio, dio una defensa más convincente de la democracia, incluso, en sus momentos de mayor debilidad.