Te explicamos qué es el amor propio y cuál es su relación con la autoestima. Además, diferentes técnicas para tener más amor propio.

Karin Silvina Hiebaum – International Press

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Cuando hablamos de amor propio, nos referimos al grado de aceptación, respeto y consideración que sentimos para con nosotros mismos. Se trata de un concepto muy semejante al de la autoestima, tenido como algo esencial para la salud emocional y psicológica de los seres humanos.

En general, se entiende el amor propio como el resultado de diversos procesos de introspección y aceptación a niveles profundos, esto es, como el resultado de conocerse y quererse a sí mismo, sin necesidad de cambiar la propia naturaleza para satisfacer a los demás; algo que, por otro lado, tampoco puede hacerse realmente.

No debemos, sin embargo, confundir el amor propio con el ego. Quererse a uno mismo no implica renegar de las propias limitaciones, ni pensarse más que los demás, sino justamente aceptar la propia manera de ser, a sabiendas de que nuestros aspectos negativos requerirán trabajo y nuestros aspectos positivos consolidación, pero que así como somos, simplemente, somos.

Una persona orgullosa, envidiosa, soberbia o egocéntrica no necesariamente posee un gran amor propio; a menudo ocurre justamente lo contrario, las personas con poca capacidad de autoaceptación se refugian en actitudes hostiles hacia los demás, pues consideran que cualquier protagonismo ajeno constituye una amenaza para ellos.

Amor propio y autoestima

La diferencia entre autoestima y amor propio es sutil, y muy a menudo ignorada. Ambos términos suelen emplearse como sinónimos.

Sin embargo, para muchos especialistas el amor propio implica una dinámica más profunda y honesta, y por lo tanto difícil de conseguir, mientras que la autoestima es una sensación más superficial de valoración que percibimos respecto a nosotros mismos, y en la que influyen no sólo las propias consideraciones, sino la aceptación de los demás y el “éxito” en sus distintas conceptualizaciones.

En todo caso, esta diferencia puede comprenderse si pensamos que hoy en día existen muchos caminos “exprés” a la autoestima, como la aceptación masiva en redes sociales, o la satisfacción consumista y materialista, que pueden elevarle a un individuo su autoestima artificialmente, pero no así su amor propio.

Entonces, es posible tener poco amor propio y mucha autoestima, pero es imposible que esto ocurra al revés, pues la gente con amor propio experimenta también una buena autoestima, al poder aceptarse tal y como es.

¿Cómo tener más amor propio?

No existe una receta única y universal para mejorar el amor propio, pues como muchos otros aspectos de nuestra personalidad, depende de nuestra crianza y de nuestra historia emocional. Sin embargo, existe un cierto consenso respecto a métodos y ténicas que pueden ayudar a reconstruir el amor propio, como son:

El autoconocimiento. Es imposible quererse y aceptarse si uno no se conoce primero. Para ello podemos iniciar un procedimiento psicoterapéutico (con un psicólogo o psicoanalista) o también podemos emprender la práctica de la meditación y la conciencia plena (para poder observarnos mejor).
Dedicarse tiempo. El cuidado personal, ya se trate de higiene y estética corporales, o bien del cumplimiento de las necesidades básicas mentales, es un hábito de importancia, a la vez síntoma y solución para los problemas de amor propio. Priorizar nuestras necesidades hará que nos valoremos más a nosotros mismos y que aceptemos esas cosas que debemos hacer por nosotros mismos.
Revisar nuestras relaciones personales. Esto puede significar alejarse de relaciones tóxicas o dañinas, que nos restan más de lo que nos aportan, o por el contrario, salir más de casa y tratar de conocer más gente, o de diversificar nuestro círculo de amistades. Del modo que sea, debemos dar a las relaciones interpersonales el valor que ameritan como fuente de aceptación y refuerzo positivo.
Practicar el agradecimiento. Perdonarse a sí mismo y aceptar lo vivido puede sonar a receta de autoayuda, pero es una práctica clave para sanar y superar nuestros tropiezos en la vida. ¿De qué sirve arrastrar culpas o arrepentimientos, que nos impidan disfrutar de nuestro presente? Lo ideal es aprender nuestras lecciones -es decir, aprender cómo somos y a qué debemos prestar atención de nuestro carácter- y seguir adelante, a sabiendas de que no somos ni mejores ni peores que cualquier otro.