Tras el triunfo sobre la Unión Soviética, Occidente se ha ensoberbecido, ya que se cree que lo sabe todo y ha dejado de escuchar lo que dicen los demás
Kishor Mahbubani es un destacado diplomático de Singapur de origen indio. Ha desempeñado cargos del más alto nivel en el ámbito de las instituciones internacionales. Es muy buen conocedor de Occidente, incluyendo literatura y filosofía. Ha escrito varios libros. Su opinión es muy valorada en los países del sudeste asiático. Sus posturas son siempre muy sensatas y equilibradas.
Actualmente, K. Mahbubani se ocupa de analizar el conflicto entre China y Estados Unidos, siempre intentando encontrar soluciones constructivas. En su último libro hace una crítica amorosa de Occidente. Digo amorosa, porque habla elogiosamente de las aportaciones que ha hecho Occidente al bienestar mundial, de las que se benefician todos. Pero también dice que desde 1990, con la caída de la Unión Soviética, Occidente ha perdido el camino. Una parte de la culpa se la atribuye a Francis Fukuyama, quien en su libro El Fin de la Historia defiende la tesis de que el sistema democrático de Occidente ha demostrado ser la panacea universal y la solución definitiva a todos los males del mundo.
Según Mahbubani, por el contrario, después del triunfo sobre la Unión Soviética, Occidente se ha ensoberbecido, ya que se cree que lo sabe todo y ha dejado de escuchar lo que dicen los demás. Asimismo, parece incapaz de adaptarse a las nuevas realidades; por ejemplo, al ascenso de China y la India. Estos dos países, a lo largo de la historia han sido siempre, con excepción de los doscientos últimos años, las mayores economías del planeta y ahora tienden a volver naturalmente a ello. Occidente quiere seguir controlando a los demás e interviniendo en lo que hacen y eso, cada vez, es menos tolerable.
De hecho, después de las experiencias de Irak y Afganistán (entre otras), hemos visto que la democracia parlamentaria de tipo anglosajón no se adapta bien a otras mentalidades y a otras situaciones geopolíticas. Además, estamos viendo como en Occidente mismo, en especial en Estados Unidos, pero también en nuestro país, la democracia parlamentaria está sufriendo un profundo proceso de degeneración.
Otra cosa que dice Mahbubani, y que nos atañe directamente a nosotros, es que la población de África crece mucho más deprisa que la europea y que, si Europa no exporta desarrollo a África, este último exportará necesariamente población a Europa. En realidad, dice verdades de Perogrullo, pero parece que nos cuesta verlas.
De hecho, desde el interior de Occidente percibimos las cosas con otro matiz. Cada vez más autores de diferentes países occidentales atribuyen la innegable crisis en la que estamos inmersos a que ha tomado el poder una oligarquía, denominada por algunos financieros/tecnológica, que acumula un porcentaje rápidamente creciente de la riqueza y que, a través del empleo de esa riqueza para el control de los políticos, de los medios de comunicación y de otros resortes de poder, nos está llevando ciertamente en una dirección que no tiene en cuenta el bien común a largo plazo. La imposición ideológica que estamos sufriendo se explicaría porque la misma forma parte de ese control.
Las aspiraciones de esa oligarquía a regir todo el planeta no le permiten reconocer y aceptar a otros poderes emergentes. Eso explicaría esas actuaciones que otros sienten como injerencias intolerables. Es esa misma oligarquía la que está interesada en el deterioro de la democracia en Occidente, la cual vemos que está pasando a ser un puro teatro. La razón es que su interés de grupo reducido no coincide con el bien común más amplio, que se supone que el sistema democrático se encarga de garantizar.
Según Valérie Bugault, el derecho europeo está siendo sustituido paulatinamente por el anglosajón. Dice esta autora francesa que el derecho anglosajón tiene su origen en la Magna Carta inglesa, concedida por el Rey Juan I a los nobles, en 1215. En ella, de acuerdo con Bugault, el Rey, que es el garante del bien común, cede ante los nobles, que se ven investidos de más poder para defender sus intereses particulares y oprimir a las clases bajas. Según la historia, la revuelta que obligó al Rey a capitular estuvo dirigida por los barones y apoyada por los comerciantes, la incipiente clase media que más tarde daría lugar a la burguesía. La autora francesa defiende que, en consecuencia, el derecho anglosajón da ventajas a los poderosos, en detrimento del bien común más amplio. Todo esto revela diferentes matices de la crisis que vivimos.
Volviendo a Mahbubani: está ahora preparando otro libro sobre la relación China-EE.UU. Está de año sabático y acaba de pasar unos meses en universidades estadounidenses; ahora va a hacer algo parecido en China. En ambos países goza además de contactos al más alto nivel, por lo que le llega mucha información interna, no fácilmente accesible. No sé qué religión profesa, pero, por lo que le he oído hasta ahora, bien podría ser cristiano. Su enfoque es integrador y constructivo, por lo cual estimo que es un autor a seguir, en la búsqueda de fórmulas pacíficas de convivencia en este mundo irremediablemente globalizado en el que nos toca vivir.
Los cuatro jinetes del Apocalipsis que amenazan a Estados Unidos
Los peligros no se reducen a Xi o a Putin, quienes encabezan la lista, pues se extienden a Kim Jong-un, en Corea del Norte, a Raisi, en Irán, incluso a Erdogan en Turquía
05/10/2023 Actualizada 04:3027FacebookTwitterWhatsappEnviar por Email
El peligro es real. Estados Unidos se enfrenta ahora a amenazas más graves para su seguridad que en décadas, quizá más que nunca. Con él todo el mundo occidental. Nunca antes se había enfrentado a cuatro antagonistas aliados al mismo tiempo –Rusia, China, Corea del Norte e Irán– cuyo arsenal nuclear colectivo podría duplicar en pocos años el suyo propio.
Desde la Guerra de Corea, Estados Unidos no había tenido que enfrentarse a rivales militares poderosos tanto en Europa como en Asia. Y nadie recuerda una época en la que un adversario tuviera tanto poder económico, científico, tecnológico y militar como China en la actualidad.
El problema, sin embargo, es que justo en el momento en que los acontecimientos exigen una respuesta firme y coherente por parte de Estados Unidos, el país no puede darla. Sus fracturados dirigentes políticos –republicanos y demócratas, en la Casa Blanca y en el Congreso– no han logrado convencer a suficientes estadounidenses de que los acontecimientos en China y Rusia son importantes.
Biden ha llevado a la bancarrota al gobierno norteamericano y la UE está más y más polarizada
Los líderes políticos no han sabido explicar cómo están interconectadas las amenazas presentes. Han decaído en sus valores democráticos al entremezclarlos con posiciones ideológicas. La administración Biden ha llevado a la bancarrota al gobierno norteamericano y la Unión Europea está más y más polarizada.
El presidente chino Xi Jinping y el presidente ruso Vladimir Putin tienen mucho en común, y destacan en dos convicciones compartidas: en primer lugar, están convencidos de que su destino personal es restaurar los días de gloria del pasado imperial de su país. En su narrativa deben corregir un rumbo histórico que llevó a la humillación a sus grandes naciones.
Intereses distintos
Para Xi significa recuperar el antiguo papel dominante de la China imperial en Asia, al tiempo que más allá alberga liderar un nuevo orden mundial marxista-leninista.
Para Putin, significa perseguir una mezcla de Imperio ruso junto a la fuerza y el temor que inspiraba la Unión Soviética.
En segundo lugar, ambos líderes están convencidos de que las democracias occidentales desarrolladas bajo las ideas y el paraguas político militar de Estados Unidos han pasado ya su momento de hegemonía y han entrado en un declive irreversible.
Por el creciente aislacionismo de occidente y su pérdida de credibilidad entre las grandes naciones en desarrollo y el amplio Sur global.
Por la polarización política, descomposición interna y decadencia de las democracias occidentales.
Frente a esta irreversible crisis, las convicciones de Xi y Putin auguran un período peligroso para Occidente en su conjunto. Un problema no es solo de poder militar, sino que China y Rusia están fraguando alternativas económicas y comerciales y aumentado su influencia internacional en América del Sur, África y Asia.
Estrategia coherente
Estados Unidos prevaleció en la Guerra Fría gracias a una estrategia coherente aplicada por ambos partidos políticos a lo largo de nueve presidencias sucesivas. Hoy necesita un enfoque bipartidista similar. Ahí está el problema.
Pero la Unión Europea está determinada, así mismo, por mantener un rumbo ilusorio hacia utopías irrealizables y derrochar en políticas cosméticas que imponen presupuestos ideológicos a sus estados miembros, algo que no genera más que polarización política y pérdida de identidad europea.
Disuadir con éxito a líderes como Xi y Putin depende de la firmeza de los compromisos y la constancia de la respuesta. Sin embargo, la disfunción que padecemos ha hecho que tanto el poder estadounidense como los movimientos de la UE sean erráticos y poco fiables.
Esta debilidad, fruto de una arrogancia semejante a la de los antiguos atenienses en los albores de la Guerra del Peloponeso, motiva que autócratas y aventureros políticos, propensos al riesgo, se lancen a hacer apuestas peligrosas, cuyos efectos pueden ser potencialmente catastróficos.
Los peligros no se reducen a Xi o a Putin, quienes encabezan la lista, pues se extienden a Kim Jong-un, en Corea del Norte, a Raisi, en Irán, incluso a Erdogan, en Turquía. Todos estos líderes creen estar jugando un papel clave en la historia de la humanidad.
China se convertirá en la primera potencia mundial en 2049
Pero hay narrativas más grandilocuentes que otras y la más destacada es el llamamiento de Xi a un «Gran rejuvenecimiento de China»; es la fórmula abreviada para indicar que China se convertirá en la primera potencia mundial en 2049, centenario de la victoria de los comunistas en la Guerra Civil China. Un evento que vendrá precedido por la unificación de Taiwán. Si preservar el poder del partido es la primera prioridad de Xi, tomar Taiwán es la segunda.
El desafío de China
A pesar de los posibles errores de cálculo de Xi y de las dificultades internas del gigante asiático, China seguirá planteando un desafío formidable a Estados Unidos y su ejército es más fuerte que nunca. El convencimiento de Xi de su destino personal conlleva un importante riesgo de guerra.
Como cuando Atenas se enfrentó a Esparta en la antigüedad o cuando Alemania se enfrentó al Reino Unido antes de la Primera Guerra Mundial ahora nos enfrentamos al «pico chino» o la idea de que su poder económico y militar está o estará pronto en su punto más alto, mientras que las iniciativas para reforzar el ejército estadounidense y el conjunto de la OTAN tardarán tiempo. China podría, aprovechando su ventaja, e invadir Taiwán antes de lo previsto. Una previsión que algunos analistas sitúan en 2027