El binarismo perverso. Hace unos días fui con un amigo a ver un documental en el Centro Cultural Viena, era la 1última función en Viena y él quería verlo conmigo, ya que sabía que podía llegar a interesarme el tema: una chica trans contando lo que vive en el ambiente de la música y el arte en Brasil.

Pensé que sí, seguro que me interesa, pero iba con pocas expectativas debo admitir. Imaginaran mi sorpresa cuando en su presentación la protagonista del documental se presenta como mujer cis, y más aún cuando casi al final del documental, ella muestra que tiene pene.

No es mi intención hacer una crítica o resumen del documental –aunque lo recomiendo absolutamente-, sino que me gustaría problematizar sobre la discordancia cognoscitiva que me generó y la preguntas que me motivaron a reformular las concepciones subjetivas del género, así como también el binarismo perverso cisgénero/transgénero.

Para empezar con una aproximación semántica, claramente sin llegar a esta definición gracias al Diccionario de la Real Academia Española, ya que tales términos no figuran en su edición digital, se determina como cisgénero a las personas cuya percepción de género coincide con su genitalidad biológica.

Por el contrario, y con la misma dificultad de definición por la RAE, se denomina transgénero a las personas cuya percepción de género difiere o no coincide con su genitalidad.

Claramente en estas definiciones las nociones género-genitalidad están íntimamente relacionadas y se redefinen la una a la otra. Teniendo en cuenta que las concepciones sociales respecto del género y la sexualidad no son estáticas y formales, sino que permanentemente sufren modificaciones y transformaciones que, a veces, son lentas y superficiales, y otras veces son rápidas y radicales.

Hoy en día nos parecen demasiado triviales las nociones reformistas de la revolución sexual de los años 1960 y 1970: aborto y métodos anticonceptivos, igualdad y libertad sexual. En este contexto se producen los disturbios de Stonewall y comienzan las luchas de los colectivos LGTB para la despenalización y desmedicalización de la homosexualidad y prácticas sexuales periféricas.

Tanto el movimiento feminista sesentista como los movimientos de gays y lesbianas se dan de manera separada, y, aunque ambos buscaban, en mi punto de vista, la posibilidad de escapar de esa normalización patriarcal y heteronormal de la subjetividad individual, ambos caen en esa lógica. El poder se transforma también, muta en direcciones distintas, pero manteniendo su lógica fundamental de producción de subjetividades. Si hace medio siglo la normalización y medicalización 1 

El documental se llama Bixa Travesty. 1 Universidad Católica de Viena.

Año 2019 sexual persiguió a gays y lesbianas, transexuales y travas, hoy ese mismo dispositivo de poder normaliza sexualidades periféricas creando un nuevo campo de sexualidades excluidas por no poder ser homogeneizadas.

Las diferencias binómicas cis/trans responden a esta lógica del poder, una lógica que creo que estamos listos de dejar atrás. Desde los primeros estudios sobre género se intentó no solo diferenciar al género desde una perspectiva genital, sino que también se definió qué era femenino y qué era masculino. Estos estereotipos femenino/masculino ayudaron a delinear la morfología de los cuerpos distintos, y con esto la intervención de médicos y especialistas para la introducción a estos cuerpos de hormonas y cirugías estéticas con el fin de lograr asemejarse al estereotipo heteronormado y sexualizado de lo femenino o masculino.

En la decada del 50, el psicólogo neozelandés John Money, encargado del tratamiento de los bebés intersexuales o hermafroditas, va a comenzar a delinear el pensamiento contemporáneo conceptualizando la noción de género que conocemos en la actualidad.

En el año 1957 utiliza por primera vez esta noción y le da un desarrollo clínico para afirmar la 2posibilidad de tratamientos quirúrgicos y/o hormonales que llevarían al tratamiento médico de aquellos bebés que no podían ser identificados únicamente como masculinos o femeninos (Paul Beatriz Preciado, 2008). Con estos desarrollos, Money va a dar su primera definición que delinearía lo que hoy conocemos como género, articulando esta noción netamente con la genitalidad, desarrollando el concepto de género como “sexo psicológico”. En palabras de Preciado (2008) , “si en el sistema disciplinario decimonónico , el sexo era 3 4natural, definitivo, intransferible y trascendental; el género aparece ahora como sintético, maleable, variable, susceptible de ser transferido, imitado, producido y reproducido técnicamente (pag. 82)”. A partir de allí, surge una nueva distinción ontológico-sexual entre mujeres y varones que Preciado va a denominar bio/trans pero que, sin intención de discutir con ella, llamaré cis/trans.
Está nueva distincion definirá cis a aquellos que conservan el género que les fue designado al momento del nacimiento, y trans a aquellos que, a través de tratamientos quirúrgicos, hormonales y/o legales, modifiquen esa asignación. Así, la noción de género definida por Money se convierte en un instrumento de racionalización del ser humano, y pasa a ser necesaria para la aparición y desarrollo. Véase John Money, Joan G. Hampson y John L. Hampson, Imprinting and the Establishment of Gender Role, 1957. 3 Paul Beatriz Preciado, Testo Yonqui, 2008. 4 decimonónico: del siglo XIX o relacionado a él.

Las técnicas farmacopornográficas de regulación, normalización y transformación del ser humano teniendo en cuenta las características morfológicas asignadas a lo femenino y lo masculino. Entonces, ¿qué es el género? O mejor dicho, ¿cómo podemos acercarnos a una definición más interpelativa del género sin abocarnos solamente a la genitalidad o al “sexo de nacimiento? Es aquí en donde los aportes de Judith Butler y Teresa de Lauretis nos ayudaran a poder romper el binarismo siniestro cis/trans. Judith Butler en Deshacer el género teoriza no solo sobre las definiciones de género y la deconstrucción del mismo, sino también en cómo escapar a la relación binómica sexo-género.
En él, la autora define al género como una construcción social, delimitada e institucionalizada a través de reglamentaciones y normas que producen a los sujetos que pretenden representar. Así, Butler (2004) afirma 5El género es el aparato a través del cual tiene lugar la producción y la normalización de lo masculino y lo femenino junto con las formas intersticiales hormonales, cromosómicas, psíquicas y performativas que el género asume.[…]

La fusión del género con lo masculino/femenino, hombre/mujer, macho/hembra, performa así la misma naturalización que se espera que prevenga la noción de género. Así pues, un discurso restrictivo de género que insista en el binario del hombre y la mujer como la forma exclusiva para entender el campo del género performa una operación reguladora de poder que naturaliza el caso hegemónico y reduce la posibilidad de pensar en su alteración. (p. 70) Y siguiendo con esta línea, Butler (1999) resalta que “si el sexo no limita al género, 6entonces quizás haya géneros -formas de interpretar culturalmente el cuerpo sexuado- que no estén en absoluto limitados por la dualidad aparente del sexo (p.226)”. Con esto último podemos ya librarnos de la definición exclusivamente relacional entre sexo/género brindada por Money.

Además de esto, podemos agregar que esta representación y producción de los sujetos a través del género es necesariamente performativa, ya que requiere del reconocimiento no solo social sino también político. Teresa de Lauretis no difiere mucho de la conceptualización de género brindada por Butler pero agrega elementos interesantes para una mejor comprensión de esta noción. La autora afirma que el género es una construcción semiótica , una representación o, mejor dicho, un 75 Judith Butler, Deshacer el género, 2004. 6 Judith Butler, El género en disputa, 1999. 7 La semiótica es la ciencia que estudia los diferentes sistemas de signos que permiten la comunicación entre individuos, sus modos de producción, de funcionamiento y de recepción.
El efecto compuesto de representaciones discursivas y visuales que emanan de diversas instituciones (la familia, la religión, el sistema educacional, los medios, la medicina, el derecho), pero también de fuentes menos obvias: la lengua, el arte, la literatura, el cine, etcétera .
Estas representaciones no solo reproducen estándares estereotipados de lo femenino y lo masculino, sino que también lo hacen con estándares de belleza que constriñen la posibilidad de comprensión de identidades de género que quieren escapar de estas formas de normalización. Es así que se conforma lo que De Lauretis denomina tecnologías de género, estas son representaciones tanto institucionalizadas como en los medios de comunicación que producen y reproducen los estándares de género.

En palabras de la propia De Lauretis (1989) La construcción de género prosigue hoy a través de varias tecnologías de género (por ejemplo, el cine) y de discursos institucionales (por ejemplo, teorías) con poder para controlar el campo de significación social y entonces producir, promover e “implantar” representaciones de género. Pero los términos de una construcción diferente de género también subsisten en los márgenes de los discursos hegemónicos. Ubicados desde afuera del contrato social heterosexual e inscriptos en las prácticas micropolíticas, estos términos pueden tener también una parte en la construcción del género, y sus efectos están más bien en el nivel “local” de las resistencias, en la subjetividad y en la auto-representación. (p. 25) Entonces, y para formar una definición de género que nos facilite la comprensión, podemos decir que el género no está definido por la genitalidad y la sexualidad, sino que es una construcción social, regulada, normalizada e instituida a partir de la fijación de lo masculino y lo femenino a través de representaciones que producen y reproducen sujetos. Y es a partir de estas representaciones, que aquellos individuos que llamamos transgénero se someten a tratamientos hormonales y/o quirúrgicos para adecuarse a esa representación.

Me pregunto entonces, ¿por qué deberían aquellos cuerpos que no se adecuan a la representación, intentar hacerlo?¿Por qué está normalización nos genera discordancias cuando estamos frente a cuerpos que no se ajustan a la norma? He aquí mi inquietud principal, mi extrañeza cuando Linn da Quebrada, la protagonista del documental, se autoreferencia como una mujer cis, ¿por qué exigirle a aquellos cuerpos que se expongan a cirugías o tratamientos hormonales para normalizarlos, homogeneizarlos, para cumplir con la regla, para que se adecuen al estándar femenino/masculino?

8Véase Teresa De Lauretis, Technologies of gender, 1989. 4 Universidad Católica de Viena.
Lo que Preciado se ha encargado de denominar régimen farmacopornografico cumple aqui una de sus mayores premisas, utilizando de la manera más siniestra posible el suministro de técnicas y métodos médicos para la normalización de la representación de esos cuerpos diferentes, que no se adecuan, que insisten en no adecuarse. Dicho en otras palabras, Preciado (2008) afirma La historia de la normalización de género en Occidente está marcada por la invención, la combinación sintética y la comercialización de nuevas moléculas de gestión del cuerpo (fármaco-), así como de nuevas técnicas de representación (-porno) del genero y de la sexualidad. La gestión farmacopornografica (hormonal, quirurgica, audiovisual) del genero que comienza a partir de la Segunda Guerra Mundial forma parte de un conjunto más amplio de tecnologías de producción de la especie. Lo propio de este mecanismo cultural es funcionar como dispositivo técnico de producción fantasmatico-prostética de cuerpos-subjetividad.[… ]

Sin duda, el género (la masculinidad y la feminidad) es uno de los productos somatico-mediaticos, farmacopornograficos, al mismo tiempo cuerpo e idea, entidad viva y código digital, que ha sido fabricado con mayor éxito por la industria farmacéutica y de la comunicación de finales del siglo XX. (p. 93) Así, la biopolítica , antes encargada del control y la vigilancia de índices de normalización 9poblacional, a través de este régimen farmacopornografico cumple su rol, o mejor dicho, este mecanismo de control-vigilancia poblacional característico de la biopolítica es 10utilizado de una manera muy efectiva en el plano de la sexualidad, de los placeres y de los deseos, para producir sujetos normalizados, reglamentados, institucionalizados, a través del regimen farmacopornografico, socavando cualquier posibilidad de resistencia. Y aún así, existen cuerpos que se resisten, existen cuerpxs que no se predisponen a la docilidad necesaria para que el poder los avasalle.

Si esto es así, entonces todas las formas de sexualidad y producción del placer, y todas las relaciones sociales derivadas de ellas, están sujetas al sistema del régimen farmacopornografico, a las mismas tecnologías y dispositivos de producción y reproducción del género, del sexo y la sexualidad misma. ¿No es momento entonces de romper con esto, de resistirnos a estos dispositivos, de vivir nuestras concepciones. Véase Michel Foucault, Nacimiento de la biopolítica: Curso del Collège de France (1978-1979), reimpresión 2012. 10 Ibidem. p. 311. “la biopolítica entendida por ella la manera como se ha procurado, desde el siglo XVIII, racionalizar los problemas planteados a la práctica gubernamental por los fenómenos propios de un conjunto de seres vivos constituidos como población: salud, higiene, natalidad, longevidad, raza…”

El género-sexo-sexualidad sin la necesidad de adecuarnos a la reglamentación derivada del régimen médico y de representación característica del poder farmacopornográfico? Entonces podemos convenir en que tanto la biopolítica como el régimen farmacoponográfico han logrado territorializar los placeres, han logrado contreñirnos a formas de deseo normalizadas, reguladas e institucionalizadas, haciendo del género un servicio puesto a disposición de la política de reproducción de la vida sexual. Este mecanismo biopolítico es denominado por Preciado como sexopolítica, esto es, una de las formas de acción de la biopolítica donde el “sexo forma parte de los cálculos del poder, haciendo de los discursos sobre el sexo y de las tecnologías de normalización de las identidades sexuales un agente de control sobre la vida (Preciado, 2003)”. En este contexto, ¿cómo le escapamos a la sexopolítica?¿Cómo logramos vivir nuestra sexualidad, nuestro sexo y nuestro género sin que estos mecanismos nos limiten? Tal vez esas respuestas no estén a nuestra total disposición, pero Preciado nos sigue dando algunas de estas respuestas para ponerlas al servicio de aquellxs que las necesiten. Escapar de sociedades disciplinarias y de control sería posible si entendiéramos que aquellos cuerpos que difieren de esa normalización, que se resisten a la reglamentación del género, que escandalizan a los prejuicios y problematizan a las “de mente abierta”, necesitan ser no sólo comprendidos sino dejados ser, no limitarlos a ningún mecanismo de control y estandarización. La alternativa a esto podría ser el entendimiento de la sociedad como multitudes queer, multitudes que se oponen a la diferenciación sexual, una multiplicidad de cuerpos que se rebelan contra regímenes que los construyen como normales o anormales. Pero ¿qué significa queer? El término claramente conlleva un mecanismo bastante interesante: el cambio de significación de un palabra utilizada usualmente como un insulto o injuria, hacia una autoproclamación de resistencia y emancipación tanto individual como colectiva. La palabra queer proviene del inglés, y era utilizada para designar a cierto objeto o individuo la condición de raro o extraño. Por esto, no es muy difícil entender que la reutilización de esta palabra, con una significación negativa, permita nombrar a aquellos cuerpos que no se identifican con lo que la reglamentación heterosexual ha querido imponerles, es decir, escapar de la estandarización no solo natural y biológica, entre lo masculino y lo femenino, sino también de la sexualidad y la proyección de los deseos y placeres, dividida binómicamente entre heterosexuales y homosexuales.
Esto es, la palabra queer pasa de ser un agravio o una ofensa para convertirse en un signo de resistencia a la normalización, utilizado ya no por otrxs para denominar a la distinta, sino para la autodenominación de aquellos cuerpos que se niegan a ajustarse a la reglamentación heterosexual de sus placeres, de sus deseos, de su sexualidad, de su género. Si lo que deviene a nuestras sociedades es la posibilidad de escapar, la posibilidad de convertir la normalización heterosexual en multitudes queer, entonces todos aquellos mecanismos utilizados por la biopolitica, por el régimen farmacopornografico, por la sexopolitica deberian ser extirpados de raiz. Una de las canciones que más me movilizó de Linn da Quebrada se llama Mulher , y en 11 fragmentos de ella podemos escuchar todo lo que la cantante denuncia de la realidad que le toca atravesar. Está cancion en especial me interpeló, en ella Linn da Quebrada grita a todas voces “no es un hombre o una mujer, es una trava femenina (…) Ella es una diva de alcantarilla, su cuerpo es una ocupación”; describiendo así la realidad que atraviesan los cuerpos de trans y travas en las calles brasileñas a causa de la prostitución. En otro fragmento canta “ella tiene cara de mujer, ella tiene cuerpo de mujer, ella tiene forma, tiene trasero, tiene senos y tiene un palo de mujer”, tirando por suelo todo aquello que debe tener una mujer para ser considerada como tal, y en donde se resiste de manera terminante a la estereotipación heterosexual de lo femenino.
El último tramo de la canción que he decidido destacar, porque me parece esclarecedor, dice “aplaudo a las travestis que luchan por existir, y cada día batallan por su derecho a vivir y brillar”. En una canción de 6 minutos la artista enmarca con una performatividad increíble todo lo que es necesario resistir, todas esas concepciones de las cuales debemos librarnos de una vez por todas. Que personas como Linn da Quebrada aparezcan en la escena pública a través de representaciones performativas, no solo en la pantalla sino en los escenarios brasileños, nos permite anhelar que la posibilidad de aparición de las multitudes queer es viable, que los espacios que se le negaron durante tanto tiempo a aquellos que se resisten a la normalización están abiertos. Aquellos cuerpos están ahí para molestarnos, para inquietarnos, están ahí para problematizarnos, para interpelarnos, para preguntarnos. Y tal vez las respuestas a esta inquietud no sean rápidas, no estén a la mano, pero cuando las encontremos, cuando encontremos tanto las preguntas correctas como las respuestas acertadas.

Vease su video y letra en  https://www.youtube.com/watch?v=J2L6QUiGeGo

En la versión original, la letra dice “e o pau de mulher”. Pau se traduce como palo, aunque la connotación dada en la canción refiere claramente al pene. El momento comprenderemos que la realidad heterosexual, blanca, privilegiada y postcolonial está derrumbándose. Necesitamos que así sea. Porque si hasta los últimos años esos cuerpos lo único que recibieron fue represión y censura, es momento de comenzar a abrir un camino de libertad.

Transexualidad y Psicosis

Bajo la égida del Psicoanálisis, o más claramente de las concepciones lacanianas de la sexuación, estamos investigando si es posible, aún hoy, asociar de una forma más directa transexualidad y psicosis. El Psicoanálisis nos permite el acceso a estas cuestiones de distinta  complejidad por disponer de un instrumento de análisis amplio en lo que se refiere a la subjetividad del ser hablante. Empezamos por interrogar qué incomoda a un cuerpo y en qué momento se da el acontecimiento traumático del goce; cómo y cuándo ese acontecimiento traumático va a incidir en la diferenciación de los sexos y qué de ese goce traumático se fijó en los sujetos denominados transgéneros, quienes a los dieciocho meses, tres años, cinco años o más, ya pueden dar señales de una extrañeza que perturba su cuerpo y que a posteriori se cristaliza en un rechazo del género como sexo anatómico, antes incluso de haber tenido ninguna noción sobre el surgimiento de este concepto y de saber que éste sirvió y sirve para demostrar que ser hombre o mujer es efecto de cultura. A partir de la edad adulta esa escisión se da de modo categórico. 

Toda dialéctica del comportamiento del niño, en la presencia de sus semejantes, va a derivar del modo en que este captó la Imago de la forma humana, entre los seis meses y dos años y medio de edad. Esa captación confiere a la imago del cuerpo propio una función decisiva en la determinación de esa fase narcisística.
Miguel Bassols [1] nos dice que la identificación con el otro, con la imagen especular, tiene el efecto de ocultar lo irreductible de la singularidad de la experiencia de tener un cuerpo antes de llegar a serlo. Pero el Psicoanálisis, al acoger la singularidad del ser hablante, dará lugar a cada uno para constituir o inventar algo frente a lo real; que está allí desde siempre y que no puede ser simbolizado, pero que es agitado por un movimiento.Según el último Lacan, podemos interrogarnos si la decisión del sujeto con relación a su condición sexual y, más aún, con su no identificación al propio sexo biológico se daría en el tiempo del goce del Uno, de ese Uno condicionado por la lengua más acá de cualquier articulación con el lenguaje.

La Condición de Amor y la Elección de Goce
La condición de amor en un sujeto puede elucidar su elección de goce. En la Lectura del Seminario 5 de Lacan, Miller [2] sugiere desmenuzar, en un análisis, esa condición de amor, ya que la condición de objeto elegido apunta hacia la composición del goce. Así, la lógica de la vida amorosa se vincula a lo real del goce puesto que el amor implica un acontecimiento de cuerpo y las cuestiones de género son inherentes al campo del goce. Es el propio Lacan [3] quien nos dice que, más allá de la identidad de género, es la posición de goce del sujeto lo que va a definir la posición sexuada independientemente de la cuestión normativa.En la contemporaneidad, la reflexión sobre la diversidad sexual se da dentro de un contexto político-social que tiene su origen en los movimientos libertarios de los años setenta, en la denominada Revolución Sexual. En los años ochenta, surge la Teoría Queer en los Estados Unidos, fuertemente influenciada por la obra de Michel Foucault [4], que interroga el capitalismo en su cara más perversa, el control de la singularidad de los cuerpos. La dimensión Queer se constituye, por tanto, en una estrategia política, la más radical, para hacer frente a la política conservadora y refractaria al reconocimiento y a la inclusión de la diversidad sexual.Volviendo a Lacan [5], hay varias maneras de que el sujeto inscriba su goce y su cuerpo en relación al significante fálico. Si el encuentro con este significante fracasa, estamos ante una psicosis. Pero la sexuación no supone sólo la asunción del propio sexo y la aceptación del sexo del Otro. Inventar el propio sexo implica un modo de gozar. La sexuación también es la confrontación con una relación diferente respecto de la castración, con otra posición en el deseo, por la vía de la falta, con otro estilo en el amor y Otro goce diferente del goce del Uno. Para Lacan, el cuerpo es la sede de la encarnación del Uno, del significante S1 que se transforma en cuerpo en la forma de goce. Como se puede verificar, el sentido sexual para Lacan es dado por el significante y no por lo biológico. Eric Laurent, en otra perspectiva, ubica la aparición traumática del goce a partir del síntoma como presencia del gran Otro en sí, respuesta del sujeto a lo traumático de lo real. Laurent dice: “El sujeto no puede responder a lo real si no es haciendo un síntoma” [6]. Es necesario interrogar al síntoma que incomoda al cuerpo, la reacción de ese cuerpo frente a un goce que Freud denominó como excedente de sexualidad y Lacan goce inasimilable, real, presente en la estructura. ¿Y cómo ubicar al goce que adviene de la posición de rechazo del ser hablante al sexo biológico? ¿Sería una manifestación de psicosis? ¿Se trataría de una “pérdida de cuerpo” como Lacan denominó la experiencia vivida por Joyce de joven? Incluso en la vertiente del binarismo, ser hombre o mujer es una cuestión de posición asumida por el ser hablante, y es la posición de goce del sujeto lo que va a definir suposición sexuada, su modo de subjetivar el sexo, llevándolo a bascular en esas posiciones de forma inconsciente o incluso haciéndolo evidente. La posición de goce que proviene del encuentro contingente del cuerpo con el lenguaje, y que provoca un acontecimiento de cuerpo, está ubicada para todo ser hablante antes incluso de la conformación de su estructura.

La búsqueda Incesante de Un Cuerpo Otro
Ante un sujeto que dice: “Tengo un cuerpo de hombre pero estoy seguro de que soy mujer; ante eso considero que el haber nacido hombre es un error de la naturaleza que me ocurrió, y -por esta razón- siento la necesidad de hacerme una cirugía para corregir este error”, Analícea Calmon [7] ve allí  un índice de forclusión, apoyada en el argumento de que no sería preciso tocar lo real del cuerpo para confirmar una dirección sexual.De acuerdo con nuestra investigación, no todos los transexuales sienten la necesidad de proceder a un cambio de sexo, es decir, de realizar la transgenitalización. La mayoría de los transgéneros que lo hacen tienen el sentido interno bien definido en cuanto a su pertenencia al género masculino o femenino y sienten con mucha intensidad y mayor discordancia la profundidad de la desviación de esa matriz de la norma binaria.En ese mismo sentido podemos analizar la cuestión de las cirugías estéticas tan abundantes en la actualidad. ¿Qué decir de estos sujetos que dejan que toquen lo real de su cuerpo, que ofrecen su cuerpo a transformaciones infinitas en la búsqueda incesante de un cuerpo otro, por hacer un nuevo cuerpo que ni ellos mismos saben con exactitud cómo lo quieren y si quieren lo que desean? Miller [8], cuando  toma posición acerca de la sexualidad femenina, busca en la “Teoría de los Postizos” un nuevo instrumento de análisis para demostrar la desviación que la sociedad norteamericana  hace con una materia artificial, la silicona, creada en los Estados Unidos para curar el hipodesarrollo mamario que allá se consideraba una enfermedad. El autor considera que la silicona destinada a este fin tenía un estatuto de objeto-prótesis porque aseguraba una función que el objeto natural debería tener. En el momento en el que empezaron a surgir secuelas de esa cirugía -y se descubrió que representaba un riesgo para la salud- la cirugía estética pasó a liderar el conjunto del uso de la silicona y lo que se produjo en esa industria comenzó a ser considerado objeto postizo. Como objeto-prótesis, la silicona ejercía su función curativa y como objeto postizo su función pasó a ser de imagen, un lujo capaz de amenazar la supervivencia de sujetos que dejan que transformen su cuerpo para obtener una apariencia acorde a las exigencias mediáticas de la contemporaneidad. ¿Cómo clasificar el estatus de esa experiencia? ¿Sería del mismo orden que las transformaciones del sexo por no reconocerse en él? ¿Del mismo que intentar adaptar el cuerpo propio al modo como en él se ve? ¿De eliminar la imagen confusa-e incluso distorsionada- que el sexo biológico provoca en su sentir? Según la Organización Mundial de Salud (OMS), el conflicto de identidad de género hoy llega a alcanzar la cifra del 5% de la población adulta del planeta. La condición transgénero no es solo una manifestación de la sexualidad en el sentido de la genitalidad del ser humano. La identificación del niño no se da con el sexo en el sentido del órgano genital, sino con el género masculino-femenino. En el niño, el goce es difuso, multiforme, lo que llevó a Freud [9] a decir que el niño es un “perverso-polimorfo”. No hay una definición clara en cuanto a la sexualidad y cuando esto sucede en la adolescencia se da de modo conflictivo. Por este motivo, los transgéneros proponen dejar a los niños libres para que puedan identificarse con los personajes que más se acerquen a sus propias subjetividades. Suecia por ejemplo viene empeñándose en una lucha por la deconstrucción de la noción de género. En las escuelas infantiles ya se había instituido el uso del pronombre “HEN” que es de género neutro y actualmente pasó a formar parte de la Enciclopedia Nacional del País. Se puede escribir y o hablar con una persona sin referirse al género.  Lacan [10] sostenía que el cuerpo era un terreno abierto a la imprevisibilidad y no limitado a la heteronormatividad. Cuando un sujeto del sexo biológico masculino afirma que es una mujer, aun contra las evidencias de su cuerpo, su gran batalla es hacerse reconocer por el gran Otro. Se trata, por lo tanto, de hacer un cuerpo de tal forma que su imagen corporal corresponda a ese ser con el cual se identifica y se siente.El psiquiatra Alexandre Saadeh [11] que atiende desde hace más de veinte años al público que desea enfrentar el cambio de sexo -es decir someterse a la cirugía de la transgenitalización- dice sobre esto: “El bisturí además de ser un camino que apunta hacia la armonía entre la forma en que los transexuales se perciben y la manera como son vistos, da la satisfacción personal, el deseo de ser aquello como uno se siente y se quiere”. Aunque en el Psicoanálisis no se vislumbre ninguna posibilidad de armonía, la búsqueda de la realización del deseo es una llamada inherente al ser hablante para atender a una falta que le es estructural.En cuanto al cambio de sexo, la propia Letícia Lanz [12] es bastante explícita cuando dice: “El género no se define por lo que el sujeto lleva entre las piernas, sino por lo que siente.”

Desigualdad Sexual: El caso de Letícia
Como hemos dicho antes, se ha realizado una amplia investigación en el campo de la transexualidad y, entre los innumerables casos encontrados entre las más variadas edades, hemos elegido uno, complejo y bien interesante, que concierne a una psicoanalista transgénero quien se asume a los 50 años de edad, después de un infarto. Casada desde hace 27 años, es madre de tres hijos: una mujer y dos varones. En una entrevista al Globo [13], Letícia aborda cuestiones de diferentes condiciones sexuales [14] y afirma que su lucha no es y nunca será por identidad de género sino por los derechos de los ciudadanos. Sobre su trayectoria nos dice que desde los tres años de edad comprendió que era diferente del resto del rebaño, pero que ha tardado 50 años para reunir los medios para expresarse con dignidad, sin miedo, sin culpa y con el orgullo de ser la persona que es.
Todavía pequeñita, sus padres querían que jugara con los camiones, con la pelota, pero su deseo era uno solo: jugar con las muñecas.  Su abuela materna fue la única en demostrar, de modo claro, que percibía su diferencia. En la primera infancia, en el intento de realizar su deseo, le regaló una linda muñeca, hecho que le costó un enfrentamiento muy serio con sus padres. De ese modo, su padre ejerció sobre ella una dictadura moral con tal pregnancia que se hizo mucho más difícil llegar donde llegó.
Pero Letícia afirma que en ningún momento de su vida su padre la agredió físicamente o siquiera con palabras. Por el contrario, le hablaba gentilmente para enseñarle lo difícil que sería la situación y el sufrimiento que iba a enfrentar.Durante los 50 años de su vida, en la piel de Geraldo, Letícia hizo un enorme esfuerzo para que nadie percibiera su diferencia, pero aun así, con tanta represión y -más aún- con la autorrepresión, sus conflictos de género no desaparecieron, pues una persona transgénero “dentro del armario” sufre tanto o más que una persona que se asume. En su caso, ha sido peor porque siempre ha sido heterosexual, siempre ha deseado a las mujeres y, por esta razón, también ha sufrido rechazo en el medio transexual. Para ella, uno de los fundamentos de la sociedad “heteronormativa” es la vinculación del sexo biológico al género y a la orientación sexual, pero nadie nace mujer, sino aprende a serlo, como nos dice Simone de Beauvoir [15], intelectual francesa, feminista, quien escribió el libro “El Segundo Sexo”.  Y Letícia añade que la persona nace como un organismo biológico sexuado, que si tiene pene es hombre, si tiene vagina es mujer, y que -a partir de ahí- la trayectoria de vida del parlêtre (hablenteser) será definida por rígidos códigos de conducta sociopolíticos y culturales. Este rótulo de identidad representa una camisa de fuerza, un freno al deseo y a la creatividad de los seres hablantes. El pene o la vagina no pueden representar el destino inexorable del ser humano. Esto no es natural, viene de una norma de conducta que ha sido arbitrariamente impuesta por la sociedad heteronormativa. Incluso aquellos que se identifican con su sexo biológico, los denominados cisexuales[*] , pasan por momentos difíciles y confusos en la asunción de su sexualidad porque las normas no siempre logran hacer que los cuerpos por su inscripción forzada se inserten en usos modelizados, nos dice Laurent. La transexualidad consiste en la no identificación con el sexo de nacimiento. Es el rechazo a ese sexo. Pero en el momento en que el sujeto se asume, es decir, pasa a aceptar el sexo con el cual se identifica, el problema pasa a ser del otro y ya no suyo. Hoy, a Letícia le encanta presentarse socialmente como mujer. Es la personalidad que más dice respecto de la persona que ella siente ser. Una trayectoria única, solitaria y especial.  Asumirse como mujer trans y seguir siendo el marido de su mujer ha sido una de las deconstrucciones más difíciles que ha enfrentado. Letícia considera la identidad de género como una construcción sociocultural muerta, lista y acabada a la cual la persona debe ajustarse en función de su órgano genital. Cuando se es patriarcal, machista, heteronormativo, prejuicioso, conservador, no hay dialectización posible. Son visiones estrechas y retrógradas de la realidad, de una sociedad de los que hacen las reglas, de una cultura que no acepta la anfibología y la diferencia.En 1974 Lacan [16] nos dice que ningún paciente de los que pasaron por su diván es semejante a otro, que ninguno tiene las mismas fobias, las mismas angustias, el mismo modo de contar, el mismo miedo de no comprender. ¿Por qué entonces los seres hablantes deberían tener el mismo posicionamiento en su modo de subjetivar el sexo?Hoy el ser hablante está asumiendo cada vez más una posición en la dirección del actuar en lugar del hablar y así se establece una relación interhumana en la que la violencia y la falta de respecto se imponen más y más en el trato de las diferencias.  En esta misma dirección, se puede aseverar que la irrupción de la violencia que no alcanza expresarse por la vía de la palabra dificulta la emergencia de la subjetividad en el ser hablante.Cuando Lacan [17] propone la Fórmula de la Sexuación desplaza las identificaciones sexuales hacia la opción sexuada, creando el concepto de sexuación, que es un modo de subjetivar el sexo frente al significante fálico y a la propia posición del sujeto de aceptación o rechazo de ese significante.Como hemos dicho inicialmente, la transexualidad, como cualquier condición sexual asumida por el ser hablante, sutil y enigmática, dependerá de la elección sexual y del registro de la vida erótica en el goce, en el deseo y en el amor. Las estructuras clínicas, neurosis o psicosis, están puestas allí para todos. Hoy, las ciencias sociales, con el concepto de género, y el Psicoanálisis, con el de sexuación, echaron por tierra la cuestión de lo biológico como signo de identidad sexual, mostrando que ser hombres o mujeres es una cuestión de posición asumida por el ser hablante, en la que el sexo no está dado a prioriy la estructura, neurosis o psicosis, no está subordinada a su condición sexual.  

[*] Cisexual: persona cuyo sexo anatómico coincide con su género. Es la identidad de género más común, la considerada “normal” y “única” por el sistema cisnormativo. (Nota del E.)