Para muchos países disconformes que buscan fórmulas alternativas para incrementar su poder, esta organización resulta cada vez más atractiva

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La batalla por ocupar un asiento preferente en el nuevo tablero internacional avanza sin descanso a medida que nuevos actores –Arabia Saudí o Qatar– y otros no tan nuevos –como China e India– exigen un lugar exclusivo frente a una superpotencia que se aferra para mantener su poder. Para estos aspirantes, los últimos conflictos son una oportunidad para cambiar el orden mundial cuyo epicentro girará en torno a Asia y es aquí donde la Organización de Cooperación de Shanghái (OCS) tiene un papel fundamental

Tras la disolución del Pacto de Varsovia, los jefes de Estado de China, Rusia, Kazajistán, Kirguistán y Tayikistán firmaron en 1996 en Shanghái un tratado para solucionar tensiones fronterizas. Esta reunión sería el germen de la OCS, fundada en 2001 por los ‘Cinco de Shanghái’ y Uzbekistán con el objetivo de «fomentar la cooperación, garantizar la paz en la región y promover un nuevo orden internacional democrático, justo y racional».

Considerada inicialmente como una alternativa a la OTAN, la falta de cohesión entre los países miembros no ha permitido su despegue definitivo, aunque ha conseguido reducir la influencia occidental en la región –como se comprobó tras el cierre de las bases estadounidenses de Uzbekistán y Kirguistán en 2005 y 2011– y la adhesión de India y Pakistán, así como de varios estados con estatus de asociado u observador.

Desde la invasión de Ucrania, Moscú está intentando reforzar la dimensión militar de la OCS

Según Mukushev, Kazajistán espera desarrollar durante su mandato en la presidencia OCS –es rotatoria, al igual que la UE–una visión estratégica común para mejorar la eficacia de la organización, algo que ahora se antoja como un imposible. Desde la invasión de Ucrania, Moscú está intentando reforzar la dimensión militar de la organización frente a la indiferencia de China, más interesada en la cooperación económica de los estados miembros.

La apatía de Pekín, no obstante, no es casual. Los conflictos entre países miembros como el del Alto Karabaj, las tensiones esporádicas entre India y Pakistán, y las disputas territoriales entre Kirguistán y Tayikistánhan impedido cualquier acuerdo en materia de defensa. El enfrentamiento que mantienen Irán y Arabia Saudí por el predominio regional también supone una nueva sacudida en el avispero de la organización.

Oportunidad para China

Lo que China tiene claro es que el actual contexto político ofrece una oportunidad de oro para cambiar el orden mundial. Pekín lleva años intentando introducir el yuan en los intercambios comerciales y acabar con la hegemonía del dólar, que permite a la Reserva Federal controlar la inflación y el precio de los combustibles, por lo que la asociación con Arabia Saudí, Emiratos, Kuwait y Qatar resulta fundamental.

Desde la invasión de Ucrania, Moscú está intentando reforzar la dimensión militar de la OCS

Según Mukushev, Kazajistán espera desarrollar durante su mandato en la presidencia OCS –es rotatoria, al igual que la UE–una visión estratégica común para mejorar la eficacia de la organización, algo que ahora se antoja como un imposible. Desde la invasión de Ucrania, Moscú está intentando reforzar la dimensión militar de la organización frente a la indiferencia de China, más interesada en la cooperación económica de los estados miembros.

La apatía de Pekín, no obstante, no es casual. Los conflictos entre países miembros como el del Alto Karabaj, las tensiones esporádicas entre India y Pakistán, y las disputas territoriales entre Kirguistán y Tayikistánhan impedido cualquier acuerdo en materia de defensa. El enfrentamiento que mantienen Irán y Arabia Saudí por el predominio regional también supone una nueva sacudida en el avispero de la organización.

Oportunidad para China

Lo que China tiene claro es que el actual contexto político ofrece una oportunidad de oro para cambiar el orden mundial. Pekín lleva años intentando introducir el yuan en los intercambios comerciales y acabar con la hegemonía del dólar, que permite a la Reserva Federal controlar la inflación y el precio de los combustibles, por lo que la asociación con Arabia Saudí, Emiratos, Kuwait y Qatar resulta fundamental.


Para muchos países disconformes con el bloque occidental que buscan fórmulas alternativas para incrementar su poder, la Organización de Cooperación de Shanghái resulta cada vez más atractiva. Sin embargo, las diferencias entre sus miembros impiden, a día de hoy, el establecimiento de una hoja de ruta unificada. Hasta entonces, Estados Unidos y la Unión Europea deben mover ficha.

El amigo turco

El pasado año, Recep Tayyip Erdogan aseguró que Turquía, actual miembro de la OTAN, aspira a unirse a la OCS como miembro de pleno derecho. «Es el objetivo. Ser o no miembro es diferente y nuestras relaciones con estos países habrán dado un paso muy importante», señaló durante la cumbre de la organización.

El presidente turco ya había planteado esta integración como consecuencia del estancamiento de la adhesión de Turquía a la UE. «Hace poco le dije a Putin que si nos llevara a los ‘Cinco de Shanghái’ diremos adiós a la UE. ¿Qué sentido tiene tanto retraso?», comentó en 2013.


Una opinión sobre “El Club de Shanghái, la anti OTAN con la que China espera cambiar el orden mundial

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