El país hebreo se enfrenta a una fuerte presión internacional por el alto número de víctimas civiles que supondrá la invasión de ciudades como Rafah o Jan Yunis


Israel ha desplegado toda su maquinaria militar en la Franja de Gaza. Tras una semana de un frágil alto el fuego, siete días que, para los gazatíes, han supuesto un breve alivio de la guerra y la miseria, el Ejército de Israel ha retomado los combates con una mayor crudeza. La ofensiva israelí se extiende ya hacia el sur del enclave, donde se refugian la mayor parte de los palestinos –2,3 millones– que habían huido anteriormente del norte, en busca de algún lugar seguro, donde resguardarse de los continuos bombardeos.

Pero desde el fin de la tregua entre Hamás Israel, el pasado viernes, ningún lugar del enclave palestino es seguro. Las Fuerzas de Defensa de Israel han confirmado que la campaña militar en el sur será igual de intensa que en el norte. Unas declaraciones que preocupan cada vez más a la comunidad internacional que teme una crisis humanitaria sin precedentes en la Franja. Precisamente, este fin de semana, el presidente francés, Emmanuel Macron, puso en duda los objetivos de Israel en el enclave.

«La destrucción total de Hamás. ¿Qué es eso? ¿Alguien cree que eso es posible? Si es así, la guerra durará diez años y no creo que nadie sepa definir seriamente este objetivo. Así que hay que aclarar este objetivo», prorrumpió el presidente galo. Macron también denunció que ya hay «demasiadas bajas civiles». Y advirtió: «Este derecho a defenderse no puede ser en ningún caso un derecho a atacar a la población civil». Las voces críticas con la ofensiva militar de Israel son cada vez más.

El Ejecutivo del primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, no se deja influir por presiones externas. El propio portavoz de las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI), Daniel Hagari, ha afirmado que el Ejército está ampliando la ofensiva terrestre a «todas las áreas de la Franja de Gaza». De hecho, las fuerzas terrestres de las FDI han atacado «objetivos afiliados a Hamás» en el norte de Jan Yunis, ciudad en el suroeste de Gaza. Israel considera ahora esta ciudad y la de Rafah –en la frontera con Egipto– como los bastiones de la organización islamista y aquí será donde centrará sus próximos ataques.

La expansión de la ofensiva israelí hacia el sur ya se venía anunciando desde el viernes, cuando las FDI lanzaron octavillas sobre el enclave palestino, donde se podía ver un mapa dividido en zonas, preparando la evacuación de los gazatíes. El Ejército israelí afirma que, desde el domingo, ha lanzado 10.000 ataques aéreos. Durante la jornada de ayer, el portavoz militar israelí confirmó la muerte de Haitham Hawajri, comandante del batallón Shati de Hamás, durante uno de estos ataques. El grupo islamista ha respondido a la ofensiva con el lanzamiento de una cadena de cohetes hacia el país hebreo. La gran mayoría han sido interceptados por el sistema antimisiles por excelencia de Israel, la Cúpula de Hierro.

En tan solo un día, el Ministerio de Salud palestino, controlado por Hamás ha contabilizado 316 muertos y 664 heridos. Hasta ahora, la guerra contra la organización terrorista, desatada por el ataque terrorista perpetrado por la milicia islamista, el pasado 7 de octubre, que acabó con la vida de 1.200 israelíes y más de 240 secuestrados, ya contabiliza 15.520 muertos en la Franja y más de 41.000 heridos, el 70 % de ellos niños y mujeres.

La amenaza de las milicias proiraníes

A medida que la guerra en Gaza se recrudece, la situación de seguridad en el norte de Israel empeora drásticamente, a raíz de su enfrentamiento con la milicia chií libanesa Hezbolá. El Ejército israelí, divido en dos frentes, ha tenido que lanzar ataques de artillería en respuesta a disparos transfronterizos.

A su vez, los rebeldes hutíes de Yemen, apoyados por Irán, han vuelto a atacar varios buques comerciales y han reivindicado el lanzamiento de una serie de drones y misiles contra Israel. En Irak la situación es cada vez más tensa. El domingo, según apuntan fuentes iraquíes, al menos cinco combatientes proiraníes murieron por un ataque aéreo.

Previo al bombardeo, Bagdad había advertido a Washington sobre posibles «ataques» en su territorio contra bases estadounidenses. La sombra de Irán se hace patente en la región, que amenaza con activar a sus milicias ante el recrudecimiento de la guerra entre Hamás e Israel.