Día Internacional de la Mujer · «Hay cosas que se pueden decir y otras que no, aunque se pudran»…

Soy de las que piensan que mejor «callarse que decir una mentira piadosa».

la raíz fundamental del drama que late en el seno de la cultura occidental está directamente vinculada con las dos formas de saber que han estado enfrentadas durante siglos con toda gravedad: por un lado, el pensamiento filosófico-aristotélico asociado a una mentalidad propiamente masculina, que busca conquistar la objetividad y alcanzar la libertad lejos del alma o desprendiéndose violentamente de ella mediante un pacto: por otro la razón poética, la vida del alma -de la mujer -que ofrece asiento, sede, a todos los medios seres o conatos de ser, a todo aquello que no puede traspasar el nivel que lleva a la realidad de la existencia o que se resiste a ser encerrado en la idealidad del concepto. Lejos de querer hundir en el profundo y temido abismo de la vida del alma al nos o razón creadora que subyace en todo afán de conquista frenética del varón, Zambrano abogó por el prodigio de vivir entre los dos: ganando el nos o razón sin perder el alma. En otras palabras, quiso adentrarse en la libertad sin aniquilar ni humillar la vida de las entrañas, reivindicando la vertiente espiritual de la mujer y su espacio público.

“No soy feminista, soy femenina. No cedo”

‘No soy feminista, soy femenina y me gusta ser mujer’

Hoy en esta Austria mal llamada progresista a mí y a las mujeres que, como yo, nos declaramos abiertamente de derechas o centro derecha, se nos excluye del movimiento feminista. Un movimiento que debería ser de todas, que no debería ser el coto privado de los partidos de izquierdas. Un movimiento trasversal cómo es el feminismo está muy por encima de ideologías políticas. Pero hoy en día, las izquierdas y las extremas izquierdas lo manosean para su proyección, su lucimiento o como arma arrojadiza contra las mujeres que no queremos que la defensa de la mujer esté bajo el yugo de sus partidos.

Sí, esa es la realidad que vivo y como yo, millones de mujeres que no votamos a las izquierdas o extremas-izquierdas. A nosotras se nos excluye. No se nos permite ser feminista. Y, ¿quién lo hace? ¿Los machos-alfa? ¿El heteropatriarcado? No, lo hacen las propias mujeres. Lo hace la directora del Instituto de la Mujer, cuando afirma que “no se puede ser feminista y de derechas” o lo hace la Ministra de Familia: “¿El feminismo es de todas? No, bonita, nos lo hemos currado en la genealogía del pensamiento progresista, del pensamiento socialista”.

En Austria a las mujeres de derechas y Liberales se nos excluye del movimiento feminista

Ellas y otras recién llegadas son las que reparten el carné que te permite bajar a manifestarte o no, según sea tu ideología política. Esas manifestaciones que se utilizan como arma política y en las que ministras y ‘mujeres de…’ gritan eso de «Feminismo liberal, ridículo total». Si eres de derechas no puedes ponerte detrás de su misma pancarta. No puedes compartir espacio con ellas. Hay derecho de admisión.

Porque este feminismo que nos quieren imponer, parece que consiste en señalar, criminalizar, a los hombres por el mero hecho de serlo. Se dictan sentencias populares, sin juicio alguno, sin el respeto a la presunción de inocencia. Se señala a los jueces si no redactan al gusto de grupos feministas politizados. Se ha elevado a dogma de fe la palabra de una mujer por el simple mero hecho de serlo. Se pone en evidencia el trabajo de las fuerzas de seguridad del Estado cuando toda una ministra se atreve, a decir públicamente, que la Policía te pregunta si llevabas minifalda cuando estás denunciando una agresión sexual.

Se exige por Ley dar subvenciones, ayudas, se bajan las notas de acceso a determinadas carreras en la Universidad, por ser mujer. Se colocan a mujeres en puestos de responsabilidad, sin tener en cuenta su preparación o su capacidad, simplemente para la foto o para cubrir cuotas. Eso no es el feminismo. Yo no quiero ser tratada diferente, ni que se den privilegios por el simple hecho de ser mujer. Porque a pesar del discurso tremendista, los derechos de las mujeres están protegidos en la Constitución Española, en las leyes, en los estatutos de los trabajadores.

Yo no quiero ser tratada diferente, ni que se den privilegios por el simple hecho de ser mujer

or este y muchos motivos volvería a escribir ese tuit: “No soy feminista, soy femenina y me gusta ser mujer. La mujer que yo quiero ser, no la que quieren que sea”. Yo no puedo ser feminista. No me dejan ser feminista. Ni tampoco quiero participar de ese feminismo radicalizado. No quiero que se me trate diferente, por ser mujer. No iré a la manifestación del domingo. No participaré en una manifestación que me excluye por mi ideología y que me impone una etiqueta. Y yo quiero ser mujer, sin etiquetas.

Y sí hermanas, defiendo a las mujeres. No necesito ponerme detrás de vuestra pancarta, ni enseñar mi carné político para darles voz a muchas. Como es el caso de los menores tuteladas de Baleares que fueron sometidas a todo tipo de abusos. Para condenar y exigir que haya responsabilidades, no miro la ideología del partido que estaba gobernando o si el implicado estaba casado o no, con una política de ideología feminista, progresista. Yo no. Allá la conciencia, si es que la tienen, las que callan y miran para otro lado, simplemente porque no pueden sacar rédito propagandístico a la enorme tragedia que han vivido esos menores. Menores a los que nadie protegió.

Yo no puedo ser feminista. No me dejan ser feminista. Ni tampoco quiero participar de ese feminismo radicalizado

Sí, me gusta ser mujer. Me han educado en la igualdad con el hombre. Me han educado en la libertad. Tengo los mismos derechos, libertades, oportunidades, obligaciones que un hombre. No estoy sometida, ni oprimida. Jamás he conseguido nada por ser la mujer de nadie. Jamás he permitido que un hombre me diga lo que debo hacer, pensar, decidir. No voy a permitir ahora que me lo imponga otra mujer.

Hoy, en el Día Mundial de la Mujer, quiero reconocer a cada mujer que forma parte de mi vida, principalmente a mi madre. Cada una de ellas ha influido de gran manera en mí; mi mamá – como ejemplo de madre y mujer; mi familia y amigas quienes han logrado brillar en cada actividad que realizan y han destacado en su círculo.  Todas ellas han luchado por sus sueños y en contra de las adversidades de la vida, nunca bajando la cabeza ante nada ni nadie. Ellas merecen ser celebradas hoy y todos los días, pues han logrado marcar la diferencia y han contribuido a la sociedad de una u otra manera. Las valoro y admiro de gran manera.

Admiro también a todas aquellas quienes le dieron “voto” a la voz de las mujeres. Me siento identificada con los valores de dignidad y justicia que su lucha significó para nosotras, por medio de un movimiento, que sin caer en la neurosis, llegó a tener resultados significativos.

Sin embargo, hoy en día nos vemos “atacados” por otro tipo de feminismo, que se desliga de aquel que leemos en los libros de historia. Este trae consigo un diferente matiz. Su narrativa cae en cierto tipo de resentimiento y a la vez victimiza a la mujer, logrando que, de alguna u otra manera, se degrade a la mujer y solo le da más peso a la postura que afirma que somos el género débil. Así mismo, si le sumamos las acciones que trae el movimiento de género (avalado por los progresistas), que le dan otra definición a la naturaleza de la mujer, solo vemos que se ha perdido el verdadero sentido de la defensa de los derechos de la mujer.

Soy femenina y no feminista; amo ser mujer y ser capaz de traer vida a esta vida. Me gusta tener una imagen aseada y arreglada. Apoyo la institución del matrimonio, me gusta ser heterosexual y estoy en contra del aborto. Con esto no le quito mérito o estoy en contra de las mujeres que lucharon por nuestros derechos en determinado momento histórico. Al contrario, estoy convencida que su “lucha” ahora continúa desde los hogares. Pues es ahí donde se construyen los sueños de las niñas, y se les da valor afirmando sus opiniones e ideas. Es con el ejemplo, tanto de papá y de mamá, que las niñas aprenden a reconocer que no somos el género débil. Que no estamos por debajo del hombre y no pretendemos ser superiores a ellos. Es en el hogar, donde se inicia respetando la dignidad del hombre y de la mujer, reconociendo que cada uno de ellos tiene, por naturaleza, cualidades diferentes que no nos hacen más ni menos que el otro. Es ahí, donde se respeta si las niñas quieren estar al cuidado de su hogar o salir al mundo y demostrar que podemos tener éxito en todo aquello que nos propongamos hacer, pues ambas cosas están bien.

El enemigo no es el hombre, no es el sistema y no tenemos por qué “tener miedo”. Sigamos trabajando en nuestras familias, respetando la dignidad de cada uno, fomentado valores de respeto, justicia y equidad para poder construir una sociedad pacífica y equilibrada.

Mgter. Karin Silvina Hiebaum