En los pliegues del tiempo moderno, escondida a plena vista en algunas regiones rurales de Estados Unidos, se encuentra una comunidad que parece haber detenido el reloj varios siglos atrás: los Amish.

Esta comunidad, conocida por su rechazo deliberado a la mayoría de las conveniencias modernas, incluida la electricidad, los automóviles y la ropa de moda, presenta un contraste fascinante con la vida contemporánea que muchos damos por sentada.

La historia de los Amish en América comienza en el siglo XVIII, cuando los primeros inmigrantes llegaron de Europa, huyendo de la persecución religiosa. Se establecieron principalmente en Pensilvania, y hoy en día, el estado sigue siendo el hogar de la mayor población Amish del país. Sin embargo, comunidades significativas existen también en Ohio, Indiana, y otros estados del medio oeste.

Lo que distingue a los Amish, más allá de su vestimenta característica y su modo de transporte en buggies tirados por caballos, es su dedicación al Ordnung. El Ordnung es un conjunto de reglas no escritas que gobierna todos los aspectos de la vida Amish, desde el corte de cabello hasta la prohibición del uso de tecnología avanzada. Este código se basa en sus interpretaciones de la Biblia y tiene como objetivo mantener la simplicidad, la humildad y la separación del mundo exterior.

La agricultura sigue siendo una actividad central para los Amish, y muchos de ellos son granjeros expertos que utilizan técnicas de labranza tradicionales. Sin embargo, no todos los Amish son agricultores hoy en día; algunos se han adaptado para mantener negocios que no contradicen sus principios, como carpintería, construcción de muebles, y la producción de artesanías.

A pesar de su aislamiento relativo, los Amish interactúan con el mundo exterior de maneras que respetan sus límites autoimpuestos. Por ejemplo, aunque no poseen teléfonos en sus hogares, algunos negocios Amish tendrán una cabina telefónica en una ubicación discreta para uso comercial. Del mismo modo, aunque generalmente evitan utilizar tecnología moderna, pueden usar generadores para alimentar herramientas esenciales en sus talleres, siempre y cuando estas adaptaciones no alteren su estilo de vida fundamental.

Educativamente, los niños Amish asisten a escuelas operadas por la comunidad hasta el octavo grado, edad después de la cual la educación formal termina. Este modelo educativo está diseñado para preparar a los jóvenes para la vida en la comunidad Amish, enseñándoles las habilidades agrícolas, domésticas y artesanales que necesitarán.

El turismo se ha convertido en una parte importante de la interacción entre los Amish y el mundo exterior. Los visitantes acuden en grandes números para experimentar un atisbo de su modo de vida y adquirir productos hechos a mano. Este contacto, aunque controlado, proporciona una fuente vital de ingresos para muchas familias Amish.

El compromiso de los Amish con un modo de vida que muchos considerarían arcaico es, para ellos, un acto de fe profunda y una expresión de resistencia cultural. En un mundo que valora el progreso tecnológico y el consumismo, los Amish nos recuerdan el poder y la posibilidad de una vida más simple y deliberada.

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