Por Guillermo Ritondale
Todo en la vida de «El Diego» fue desmesurado. El ascenso, el descenso, los amores y odios que provocó, el modo en que lo usaron, aboyaron, tiraron y volvieron a recoger para seguir dañándolo.
Corrieron ríos de tinta (y millones de bytes) hablando del tema, pero me gustaría desmenuzar la desmesura argentina. La que sufre Maradona aún después de muerto, la que empieza ahora con su herencia, y con los sesenta juicios que hay pendientes. Parece demasiado para ser honrado en la Casa de Gobierno de todos los argentinos.
Argentina es un país de contradicciones difíciles de imaginar. De «granero del mundo» a 44% de pobres en medio siglo.
El Presidente de la Nación, al inicio de la pandemia, se jactaba de que «si el Presidente fuera Macri, morirían diez mil personas por Covid». Vamos llegando a 40 mil y seguimos contando. El mismo Presidente dijo que los que quebraban y perdían sus ahorros y sus fuentes de ingresos debían aguantarlo en pos de la Salud Pública.
Que el dinero se recupera, pero la vida no. Y ocho meses después presenta un proyecto para legalizar el aborto, disimulado con un nombre (IVE) que solo pretende enmascarar la realidad.
La cúpula nacional y de la provincia de Buenos Aires trataron de «asesinos» a los que marcharon para quejarse por el accionar del Gobierno. A los pocos meses, rompieron todos los controles interprovinciales para «arrear» colectivos de todo el país y juntar gente paga en el acto del 17 de octubre, Día de la Lealtad.
Aunque no explicaron quiénes son leales y a quién. Y un mes después organizaron el sepelio de un deportista en la Casa Rosada, aglutinaron a un millón de personas sin ningún tipo de resguardo de contagios, trajeron barrabravas, golpearon a la Policía (que ellos mandaron a hacer su trabajo y después criticaron descaradamente).
Para, finalmente, culpar a Claudia por la elección del horario del velorio y a la Ciudad de Buenos Aires por enviar a la Policía a reprimir, cuando la represión fue necesaria para controlar a quienes ellos trajeron, al punto que la Casa Militar de la Rosada fue quién pidió la acción policial. Y que el propio Presidente permitió un acto que todos sabíamos que sería complicado, en un territorio Federal insertado en plena Ciudad Autónoma. Dos territorios en pugna permanente.
Se llega a esta desmesura porque esas personas que toman las decisiones no tienen ninguna idoneidad para ocupar sus cargos, pero llegan porque son «los menos peores».
Un Gobierno que obliga a cumplir la cuarentena más larga del mundo (ya pasamos los 250 días) para «cuidarnos», que no permite que haya clases para evitar el contacto entre los alumnos, organiza un evento para UN MILLÓN de personas en la calle.
Todo para mostrarse y hacerse los populares permitiendo la desmesura, la falta de respeto a las instituciones de la Nación y a sus símbolos y a la investidura que el pueblo les otorgó.
Y esto aprovechando la ignorancia que vienen sembrando en los «sectores populares». Para eso necesitan a Baradel y compañía bloqueando el desarrollo de la Educación.
El argumento es permitir que «la gente se despida de su ídolo», pero hubiera sido mucho menos traumático hacerlo en una cancha, por ejemplo.
La desmesura nacional permitió que se abriera la Casa de Gobierno (ni Alfonsín fue velado en ese lugar), se liberaran las fronteras para que vengan reporteros y se suspenda la cuarentena por tres días.
Esa desmesura es la misma que prohibió a muchos despedir a un familiar, o a un padre entrar a una provincia para ver a su hija que se moría (y murió sin ver a su padre), que mantuvo gente viviendo a la intemperie durante meses por no poder entrar a Formosa o que obligó a un padre a cargar durante cinco kilómetros a su hija enferma de cáncer, entre miles de casos. El mismo Gobierno desmesurado que no permite que los abuelos vean a sus nietos, los hijos a sus padres, o que un enfermo pueda viajar a una clínica donde debe hacerse un tratamiento. Esa misma gente dice que es correcto lo que hicieron con el velorio del Diego. Es tal la desmesura, que la naturalizamos. Es hora de que alguien levante la voz y sea escuchado.
Hay una propaganda en televisión, donde una persona obesa rehúsa salir a hacer deportes, come todo el día y no hace más que mirar tele, tirado en un sillón.
El mensaje es «el sedentarismo y la obesidad pueden afectar tu corazón, tomá una Aspirinetas por día y cuidate de problemas cardíacos» ¿Se entiende? El mensaje es: seguí siendo un holgazán y viviendo en forma tóxica, pero toma Aspirinetas. Del mismo modo, el desmesurado «Gobierno de Científicos» tanto Nacional como el de nuestra Santa Cruz, durante ocho meses se dedicó a hablar de aumentar el consumo de ciertos productos químicos, en lugar de educar para la salud. Y son los mismos Gobiernos que abandonan al personal de salud a su suerte.
La oposición no se «opone» a esto. La opereta en Santa Cruz sobre el ibuprofeno inhalado es otra muestra de que estamos a la deriva. Este producto es una Receta Magistral, es decir que un farmacéutico la prepara en una farmacia por indicación de un médico. No existe el producto en forma comercial. La provincia de Santa Cruz PROHIBIÓ el ibuprofeno inhalado y los «opositores» se enfrascan en caravanas y declaraciones oponiéndose a la prohibición de algo que NO PUEDE SER PROHIBIDO. Por cierto, una cadena de farmacias de Caleta Olivia consiguió los insumos y lo produce. Ahora ¿Nadie de los que propuso la Ley ni ninguno de los bravucones que salieron a denostarla se enteró de que era una farsa? Quién de verdad quiera dar este producto a la Salud Pública, en lugar de hacer la pantomima de comprar cinco ibuprofenos en Comodoro Rivadavia, solo debe conseguir el producto en polvo para que las farmacias se provean y fabriquen el inhalado. (Primera parte).