Karin Silvina Hiebaum – International Press

Las autoridades han dado ya a 613 personas como desaparecidas y el número de rescatados con vida es de 95.
La catástrofe en un país de sectas y profetas: “Cerró la boca, se negó a comer y quiso continuar su ayuno morir”.
Un cuerpo exhumado de una víctima de un culto religioso es depositado en el pueblo de Shakahola, cerca de la ciudad costera de Malindi, en el sur de Kenia.Un cuerpo exhumado de una víctima de un culto religioso es depositado en el pueblo de Shakahola, cerca de la ciudad costera de Malindi, en el sur de Kenia.

El número de miembros muertos de una secta cristiana en el sur de Kenia tras ser persuadidos para ayunar y así “encontrarse con Jesucristo” ha ascendido a 350, después del hallazgo este lunes de otros doce cuerpos sin vida, informaron las autoridades del país.

Según los últimos datos oficiales confirmados por la comisionada regional de policía de la costa keniana, Rhoda Onyancha, y recogidos a última hora de ayer por medios locales, 613 personas han sido dadas como desaparecidas hasta el momento y el número de rescatados con vida asciende a 95.

Tras el inicio de la cuarta fase de exhumaciones este lunes, el ministro del Interior keniano, Kithure Kindiki, indicó que al menos cuarenta nuevas fosas comunes han sido identificadas y están pendientes de ser abiertas en el bosque de Shakahola, en el condado costero de Kilifi.

“Perdimos a muchos kenianos cuyo pecado fue seguir y confiar en una persona que creían que era un hombre de Dios (…) Vimos familias de seis y de siete enterradas en una tumba”, lamentó Kindiki.

“Para evitar que se repita esta tragedia, el gobierno impulsará incansablemente reformas legales para domar a los predicadores deshonestos que abusan de las escrituras para engañar a sus seguidores y adoctrinarlos mediante el extremismo religioso”, ha expresado el ministro en un comunicado compartido a través de su cuenta de Twitter.

La apertura de fosas continúa después de que, el pasado 27 de junio, el patólogo jefe del Gobierno, Johansen Oduor, indicara que, de los 338 cuerpos examinados hasta esa fecha, 117 eran de menores y 201 de adultos, mientras 20 se encontraban en un estado de descomposición demasiado avanzado para determinar la edad. Casi todos los cadáveres de la llamada “masacre de Shakahola” han sido exhumados de tumbas y fosas comunes en ese bosque, de más de 320 hectáreas.

Las autopsias llevadas a cabo hasta ahora evidenciaron que, si bien todos los cuerpos mostraban signos de inanición, algunos de ellos, sobre todo de niños, tenían también rastros de estrangulamiento y asfixia. En este sentido, las primeras investigaciones de la Policía apuntan a que los fieles eran forzados a seguir con el ayuno aunque quisieran abandonarlo.

Al menos 37 sospechosos han sido detenidos hasta el momento por estos hechos, que han conmocionado al país, incluyendo al presunto líder de la secta, el pastor Paul Mackenzie, y a su esposa, Rhoda Maweu. El juez del tribunal de Shanzu, en la ciudad costera de Mombasa (sur), Yusuf Shikanda, decidió la pasada semana mantener bajo custodia policial a Mackenzie, mientras concedió la libertad bajo fianza a su mujer.

Agujeros excavados tras la exhumación de cadáveres en la fosa común de Shakahola, a las afueras de la ciudad costera de Malindi.
Se exhuman 235 cadáveres de una secta en Kenia que convencía de morir de hambre para ver a Jesús
En total, de la treintena de sospechosos que permanecían en prisión preventiva, el magistrado permitió recuperar su libertad a once en un plazo de tres días y estableció que el resto seguirían retenidos durante sesenta días más, cuyo recuento empezó el pasado 2 de junio, mientras siguen las investigaciones.

A mediados de junio, la Fiscalía informó sobre el fallecimiento de uno de los sospechosos tras haber mantenido una huelga de hambre durante su detención y después de que el juez Shikanda ordenara el traslado de Mackenzie y los demás desde comisarías a la cárcel de la ciudad de Malindi (sur).

El magistrado tomó esa decisión tras la solicitud de la Fiscalía frente a la debilidad de algunos sospechosos que secundaron la huelga de hambre, para que fueran forzados a comer.