El “el liberal siempre tiene campo para que varíen las cosas, para que el individuo se pueda adaptar a las nuevas circunstancias siempre cambiantes en que se desenvuelve”. 

Con las aclaraciones y simplificaciones del caso es factible afirmar que el llamado liberalismo clásico es similar (o casi lo mismo) a lo que se conoce como conservadurismo en EE.UU. En esa nación se suele llamar “liberalismo” a una versión de la sociedad en donde el estado tiene un papel extenso y profundo sobre casi todo tipo de conducta humana, lo cual difiere de aquella concepción del liberalismo clásico, caracterizada por un estado con un tamaño relativamente pequeño y sujeto a restricciones o limitaciones en su ámbito de acción, con el objetivo de lograr el máximo posible de libertad para los ciudadanos. De aquí que el término “conservador” que exhibe el título de este comentario se refiere al partidario del inmovilismo propio del statu quo y no al significado político de conservadurismo en EE.UU. (al menos al expresado por Edmund Burke, a quien en EE.UU. se le considera como un pensador conservador por excelencia). 

Es más, los socialistas (que incluye a sus pares intelectuales, los fascistas) y los estatistas más bien suelen ser partidarios del conservadurismo en cuanto a que con frecuencia se oponen al cambio que surgiría en las sociedades libres. Así, por ejemplo, no es extraño que a los regímenes actuales de Corea del Norte o de Cuba les preocupa profundamente cualquier disidencia que pueda alterar el poder que hoy mantienen las élites socialistas y de hecho Kim Jong-Il o Fidel Castro (o su heredero Raúl) son quienes en última instancia definen el grado de cambio permisible en sus sociedades: obviamente casi ninguno.

Una vez que el pensador liberal clásico Friedrich Hayek había escrito su famoso libro Los fundamentos de la libertad, decidió añadir al texto un capítulo titulado “Por qué no soy conservador”, en donde explica claramente las diferencias entre un liberal clásico y un conservador partidario del statu quo (Ibíd., p. p. 417-430). Tomo como base dicho Post-Scriptum para exponerlas. En primer lugar, en tanto que el conservador tiene un temor a la mutación y al cambio, un miedo a lo que es nuevo por el hecho de ser nuevo, el liberal mantiene una actitud abierta y confiada en el cambio que surge libremente y como resultado de la evolución de las cosas, si bien es consciente de que a veces el hombre procede a ciegas.  Mientras que el gobernante conservador tiende a paralizar la evolución por el hecho de ser desconocidos sus resultados finales, el gobernante liberal la acepta, confiando en que, de manera espontánea, el orden político liberal clásico acomodará las nuevas circunstancias. Mientras el conservador requiere de una mente superior, alguna autoridad que vigile esos cambios, el liberal clásico, si bien acepta que hay personas que poseen cierto grado de superioridad sobre otras, no lo es porque alguien de por sí tenga la atribución de asumir esas posiciones. Como dice Hayek, “quienes pretenden ocupar en la sociedad preponderante posición deben demostrar esa su pretendida superioridad acatando las mismas normas que a los demás se aplican” (Ibíd., p. 422); esto es, se aplica el principio de igualdad ante la ley.

El conservador se opone a todo nuevo conocimiento pues teme que derive en consecuencias para él indeseables, en tanto que el liberal clásico acepta como principio la crítica racional de ideas que pueden o no ir en contra de lo que cree. Por ello el oscurantismo que suele rodear al conservador y que muchas veces lo empuja hacia el “nacionalismo patriotero”, incapaz de comprender que las ideas no conocen patria y que por el hecho de ser concebidas por algún connacional no las convierte en sabiduría y corrección, sino tal vez lo contrario.

Hay sí un grado en que el liberal se acerca al conservador, cual es en la desconfianza de la razón en cuanto que se considera que las instituciones humanas sólo pueden existir si han sido objeto del diseño deliberado de los hombres. Por supuesto que no se refiere en cuanto a que el uso de la razón debe ser el elemento esencial en la crítica. Al hablar de “racionalismo” nos referimos a la pretensión de que las instituciones sólo pueden existir gracias a alguna estructuración deliberada; por el contrario, los liberales clásicos son conscientes de las limitaciones humanas en cuanto al conocimiento, lo que Hayek llama “la humana ignorancia”, lo cual hace que se aleje de las creencias de naturaleza sobrenatural o de índole autoritaria cuando la razón no nos brinda argumentos en uno u otro sentido. Por ello, el liberal clásico no pretende imponer sus creencias a terceros, pues con claridad separa los ámbitos espirituales de los temporales. Cuando los liberales clásicos mencionan el término “irracionalismo” es para referirse a que no consideran que las instituciones sociales sean un producto de la razón de alguna persona concreta, sino de la acción humana a través de los tiempos y de una muy extensa gama de interacciones entre las personas, que se llevan a cabo en lo que suelen llamar mercados.

El liberal respeta la tradición y las costumbres en tanto sean convenientes y que apuntan hacia los fines que el liberal desea conseguir, no por el hecho de ser antiguas. Las respeta porque son resultado de la conducta humana que, en medio de la evolución, ha conjuntado comportamientos que les son útiles a los individuos para vivir libremente en sociedad; porque facilitan la adaptación de las personas a los acontecimientos según se evoluciona y que no es posible predecir de antemano. Claro que dicha adaptación no es perfecta, aunque se puede suponer que su existencia se da porque le ha generado ventajas a los individuos en sociedad, pero esa misma imperfección, en especial ante nuevos acontecimientos, exige un lugar a la posibilidad del cambio y aquí es en donde difieren radicalmente el conservador del liberal clásico. Mientras el primero quiere la vigencia del statu quo, el segundo acepta el cambio en cuanto le sea útil a sus propósitos individuales en sociedad: no se opone a la evolución y al progreso.

Por lo expuesto, considero que no es correcta la crítica, que en ocasiones se formula, de que liberalismo clásico y que el conservadurismo partidario del statu quo son lo mismo, si bien en el liberalismo hay elementos conservadores, como el respeto a la tradición en cuanto resultado de experiencias adaptativas a la incertidumbre en que se desenvuelve el individuo. Pero el liberal siempre tiene campo para que varíen las cosas, para que el individuo se pueda adaptar a las nuevas circunstancias siempre cambiantes en que se desenvuelve. En síntesis, para asegurarse de que su libertad permanece vigente, permitiendo así que el individuo libre se adapte a las nuevas circunstancias que pueden surgir con el paso de los tiempos.